Excelente artículo sobre Magdalena Álvarez (Maleni), su trayectoria y "virtudes" y su reciente imputación en el fraude de los ERE de Andalucía:
"Cuenta Quevedo, en su fantasía moral La Fortuna con seso y la hora de todos, que Júpiter enojado recriminaba a la loca Fortuna sus veleidades y deslices: "Borracha, (...) quéjanse que das las dignidades a los que habías de quitar las orejas...". Magdalena Álvarez es sin duda uno de esos disparates de la Fortuna. De otro modo no se explica que haya hecho una carrera y sea inspectora de Hacienda; la Fortuna anduvo con ella haciendo de las suyas.
Que es mujer de pocas luces lo acreditan sus públicas intervenciones. Vean, si no, la convincente y elaborada explicación que ofreció, en una comisión del Congreso de los Diputados, sobre las causas del trágico accidente de Spanair que costó la vida a más de 150 personas: "Es que el aeropuerto de Barajas es muy grande... y tiene muchas zonas aledañas...". Si señora, todo aclarado. O aquella otra lección magistral de cantinflismo (porque ya quisiera Magdalena ser marxista, grouchomarxista) que nos brindó sobre las predicciones meteorológicas. Pieza obligada para los estudiantes de retórica.
Sin embargo, para mí, lo que verdaderamente acredita su memez es que Zapatero la tuviese por sabia –formó parte del famoso Comité de Sabios, ese comité onanístico creado por el propio Zapatero en apoyo de sí mismo–, y que pasase a integrarse en sus Gobiernos de muñecas de Famosa. Zapatero, que padece el síndrome de Blancanieves –esto es, se rodea de enanos–, jamás hubiese incluido en su Gobierno a alguien que considerase más competente que él; o, incluso, simplemente competente.
La estoy viendo en la famosa foto de Vogue, recién estrenado el cargo, con sus ecofeministas colegas de Gobierno, revolcándose entre pieles de más de 5.000 euros. Ese día pensé que, sin duda, el augurio de Juan Benet ("Te lo predigo, los próximos tontos de la familia se dedicarán a la política") se había cumplido. La política española empezaba a vivir sus días de gloria.
El otro rasgo que la caracteriza, a juicio de muchos, es la soberbia. Es curioso, pero, si se observa con detenimiento, los políticos socialistas andaluces parecen clones. Aunque hay excepciones, su estolidez inseparable de su soberbia los define. Magdalena es de esa especie. Como suele ocurrir con este tipo de personalidades, ejerce el poder con desmesura; tan es así que en el cortijo andaluz siempre se le ha conocido por Mandatela Álvarez. De su ego sin fronteras da muestra la multa que le puso la Junta Electoral Central, y que confirmó el Tribunal Supremo, por hacer propaganda de sí misma en un vídeo que obligó a emitir en el AVE durante la campaña electoral. Su soberbia y ambición, su grandeur napoleónica, están fijadas para la eternidad en una placa indestructible –quiero decir que cada vez que se ha roto, o la han roto, ha sido inmediatamente repuesta– a la entrada del emblemático edifico de Torretriana. La placa no dice: "Este edificio lo construyó para la Expo 92 Sáenz de Oiza". No. La placa dice: "Este edificio lo inauguró la consejera de Hacienda Magdalena Álvarez". Eso y las lujosas dependencias que mandó hacer en la última planta. Tan suntuosas eran, que en los días anteriores a la ocupación del edificio, y con la excusa de conocer su futura ubicación, se organizaron excursiones entre el funcionariado, pobres paletos provincianos –entre los que me incluyo– no habituados a la contemplación de tanto lujo versallesco.Mandatela no podía tener menos.
Sobre sus convicciones éticas lo dice todo el hecho de que ya en sus inicios en la vida pública se le conoció como Lady Aviaco. No, no me malinterprete el lector. Ya sé que eso de Lady Aviaco parece el nombre de una sala de masajes. El mote le vino porque, en aquélla época, en que los socialistas inventaron lo del viaje gratis total, a Milady le pudieron acreditar 444 en dicha modalidad con la compañía Aviaco –creo que quebró– para ella y toda su estirpe familiar.
Como "por sus obras los conoceréis", yo marcaría dos hitos –o mojones– en su obra política. Como ministra de Fomento, ha merecido el honor de ser la primera en padecer la reprobación del Parlamento en los tiempos modernos. Eso sin contar numerosas iniciativas en tal sentido –incluida la petición de dimisión– que no fructificaron por los pelos. Y es que su gestión no era merecedora de menos. Paradójicamente la reprobación le vino, si mal no recuerdo, por el caos en el servicio ferroviario. Y digo paradójicamente porque cuando fue nombrada ministra hizo gobernador de una ínsula –la Renfe– a su fiel escudero Pepe Salgueiro, hoy también imputado por el negocio de los ERE. El caso es que aquí, en el Sur, las malas lenguas comentaron que, dado que su labor principal como viceconsejero de Hacienda había sido el control horario de los funcionarios, los trenes iban a ser por fuerza puntuales. No pudo ser; hasta el mejor escribano echa un borrón.
De la prodigiosa década en que ejerció como consejera de Hacienda en la Junta yo me quedaría con su labor en pro de la "caja única andaluza", me refiero a la caja de ahorros. Lo que era la madre de todas las intervenciones financieras de la Junta acabó como sainete descojonante. Una comedia de espías con Hernández y Férnandez persiguiendo a Mortadelo y Filemón. Y es que, según contó El Mundo –y le supuso una querella de la que salió indemne–, Manuel Chaves ordenó espiar a los presidentes de dos importantes cajas de ahorros; dos destacados militantes socialistas –¡cómo no!– que, obviamente, dejaron de serlo. De ser socialistas y de ser presidentes. Como suele ocurrir aquí con estos asuntos, o se pierde el sumario, o se lo comen las termitas, o se inunda el archivo, o se quema el armario, o roban los ordenadores o...; en esta ocasión, las cintas de vídeo, prueba de cargo, desaparecieron. Y nunca más se supo.
Con una patrocinadora como Maleni, el asunto de la caja única andaluza no pudo quedar sino como quedó: unas en Cataluña y otras en el País Vasco.
Bueno, eso, y el honor de haber sido socia fundadora de la cofradía de la mangancia de los ERE. Porque nadie que conozca un poco la Junta, donde nada se mueve sin que Hacienda lo bendiga –y mucho menos, si la consejera se llama Maleni o el consejero Pepe–, podría afirmar que el expolio de los ERE se montó sin que ellos se enteraran. Eso es imposible, y hay pruebas, obviamente.
Dijo Saint-Just que nadie puede gobernar sin culpa. Menos aún, nadie que cobre más de 20.000 euros al mes, por nada. No creo, sin embargo, que le haya llegado su hora, porque a estos sujetos, en este país, nunca les llega. En todo caso, conociendo su inconmensurable soberbia, yo me conformo con que se vea delante de la juez Alaya; seguramente saltarán chispas. No seamos ingenuos, otra cosa no cabe esperar.
José Luis Roldán, funcionario, exdirector general de la Función Pública de la Junta de Andalucía."
Fuente: Libertad Digital
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