Gabriela Calderón de Burgos sobre el creciente peso del gasto público sobre el PIB, y la solución más gradual para reducir su tamaño y permitirle crecer más de manera sostenible y sin depender de la suerte.
Artículo del Instituto Independiente:
Fuente: El Universo
La semana pasada explicaba que Ecuador tiene un problema fiscal, no monetario ni comercial, y que lo adecuado para combatir este problema es reducir el gasto público. Como ejemplo de esto mencioné el caso de los países bálticos que se recuperaron de su crisis en dos años, mientras que Grecia experimentó seis años de recesión. Aunque es aleccionadora la experiencia de los países bálticos y su contraste con aquellos de la periferia europea, esa estrategia tal vez es políticamente imposible en la realidad política del Ecuador actual. Así que consideremos otra estrategia más gradual para limitar el tamaño del Estado.
Empecemos por reconocer que el gasto público ha crecido de manera voraz. En el 2014, el gasto público ascendió a 43% del PIB. Recordemos que entre el 2002 y 2006 la economía creció a una tasa promedio de 4,9%, un ritmo ligeramente superior al promedio del 2007-2012 que fue de 4,3%. Crecíamos más sin tanto ministerio y tanta secretaría, y con aproximadamente 100.000 burócratas menos. En lugar de promulgar otra ley para estimular las actividades productivas y las inversiones, lo mejor que puede hacer ahora el Gobierno es liberar recursos para el sector privado, apretándose el cinturón y reduciendo la carga del Estado sobre la sociedad.
La estrategia más gradual para reducir el tamaño de un Estado obeso, como el nuestro, sería aquella de limitar su ritmo de crecimiento a un nivel por debajo del proyectado para la economía. Esto funcionaría así: si se estima que el PIB crecerá en un 3,8% en el 2015 (según un informe del Banco Mundial publicado el 15 de enero de 2015), entonces se limitaría el crecimiento del presupuesto a un 2%. Esto parece ser potable para nuestro gobierno, dado que con el recorte anunciado de $ 1.420 millones para el presupuesto del 2015, el gasto público crecerá solo un 1,7%.
Canadá hizo algo similar, permitiendo que el gasto público creciera en promedio un 0,8% entre 1992 y 1997. Durante ese lapso, la cantidad del PIB consumida por el Estado se redujo en 9 puntos porcentuales y un gran déficit fiscal se convirtió en un superávit. Asimismo, el gasto del gobierno sueco creció a una tasa promedio de 1,9% entre 1992 y 2001 y el gasto público cayó en 15 puntos porcentuales del PIB. De esta manera, si bien el gasto siguió aumentando, se redujo el consumo general del Estado como porcentaje del PIB. Lo mismo sucedió en países tan diversos como Alemania, Canadá, Nueva Zelanda, Países Bajos y Suiza. En todos estos casos esto ayudó a restaurar el crecimiento y también generó un superávit en el presupuesto.
Pero el truco está en mantener ese límite al crecimiento del gasto público durante varios años y a través de distintas administraciones. Para que eso suceda se requeriría la promulgación de una ley que institucionalice dicho límite al crecimiento del gasto. Las medidas tomadas por el Gobierno están apostando a que la fiesta se reanude con un repunte en el precio del petróleo para fines del 2015. Pero una estrategia exitosa de desarrollo a largo plazo no debería de depender de la buena suerte ni de un Estado obeso.
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