Juan Rallo analiza cómo el eje clave no es izquierda-derecha, sino servidumbre-libertad.
Artículo de El Confidencial:
Vista del panel de votación del Congreso de los Diputados. (EFE)
Es común clasificar ideológicamente a las personas según pertenezcan a la izquierda o a la derecha. Pese a tratarse de términos enormemente ambiguos y con significados muy disputados, a día de hoy las principales formaciones políticas adscritas a la izquierda tienden a posicionarse, al menos retóricamente, en contra de los valores tradicionales y a favor del intervencionismo del Estado en la economía; mientras que, por su parte, las principales formaciones políticas de derecha tienden —de nuevo, retóricamente— a abrazar la moralidad tradicional y a rechazar el intervencionismo estatal en la economía.
Adoptando esta perspectiva, podríamos definir muy simplificadamente a la izquierda como “intervencionista en lo económico y liberal en lo social”, mientras que la derecha sería “liberal en lo económico e intervencionista en lo social”. Pero ¿realmente la mayoría de la población se siente representada en alguna de estas dos etiquetas ideológicas? Es decir, ¿realmente quienes abogan por dirigir 'manu militari' la economía tienden a despreocuparse de interferir en materia moral y, en cambio, quienes desean imponer sus propios valores morales al resto de la sociedad dan manga ancha a la economía?
Es evidente que una parte significativa de la población sí se siente identificada con tal caracterización: en concreto, aquellos ciudadanos más politizados y, por tanto, más expuestos mediáticamente a la segmentación ideológica que impulsan las propias fuerzas políticas 'de izquierda' y 'de derechas'. Pero ¿qué sucede con el resto de los ciudadanos, esto es, con aquellos que no se agrupan en torno a paquetes ideológicos cerrados y predefinidos sino que meramente se dejan guiar por sus intuiciones morales?
Los psicólogos Ariel Malka y Christopher Soto han analizado las respuestas que 325.802 personas de 229 países distintos han dado a diversas preguntas sobre libertades personales y libertades económicas para la 'Encuesta mundial de valores', y han llegado a la conclusión de que el eje izquierda-derecha no resulta verdaderamente representativo de las posiciones políticas de la mayoría de la población: en particular, las personas más partidarias de las libertades personales (defensa de los derechos de los homosexuales, de la inserción de la mujer en el mercado laboral o de la inmigración) suelen ser también las personas más partidarias de las libertades económicas (partidarias de la propiedad privada de los medios de producción y opuestas a la función redistributiva del Estado). A su vez, las personas más inclinadas a promover el intervencionismo económico del Estado son, también, las más inclinadas a impulsar el intervencionismo moral del Estado para proteger los valores y las normas tradicionales de sus comunidades.
En otras palabras, la mayoría de la población preconiza o bien un papel muy activo del Estado en todos los aspectos de la vida de las personas o bien, por el contrario, una amplia autonomía individual frente a la injerencia del Estado: en términos generales, o se es de derechas en lo económico y de izquierdas en lo social o de derechas en lo social y de izquierdas en lo económico. Servilismo o liberalismo.
¿A qué se debe tal segmentación? Según los autores del estudio, quienes buscan protección en el Estado tienden a demandarla tanto en cuestiones materiales (intervencionismo económico) como en cuestiones socioculturales (intervencionismo social); asimismo, quienes reclaman libertad también tienden a reivindicarla en ambos frentes. De ahí que los únicos que se mantengan fieles a las habituales categorizaciones de 'izquierda' y 'derecha' sean los ciudadanos politizados de los países desarrollados, expuestos al continuo bombardeo mediático de tales categorías e incentivados a reafirmarse en sus creencias previas:
No sólo no encontramos una correlación positiva entre las actitudes culturales y económicas de derechas (o de izquierdas), sino que incluso hallamos una relación ligeramente negativa. El eje protección-libertad es más prevaleciente que el eje izquierda-derecha en las sociedades post-comunistas, en los países poco desarrollados y entre los ciudadanos poco interesados en la política. Por el contrario, el eje izquierda-derecha deviene más relevante que el de protección-libertad esencialmente entre los ciudadanos muy politizados de países desarrollados (y modernizados).
El hallazgo de Malka y Soto sirve para explicar por qué los movimientos nacionalpopulistas les están comiendo la tostada a los partidos de izquierdas en gran parte de Occidente: mientras que las formaciones de izquierdas ofertan protección únicamente en el plano económico (redistribución de la renta), el populismo de derechas promete protección tanto en lo económico como en lo sociocultural (preservación de los valores tradicionales frente a influencias exteriores). Así, cuanto más se recree la izquierda en un discurso intelectualoide para consumo interno de sus propias élites, más espantará a su base de votantes no politizados, quienes buscarán refugio en la derecha nacionalista y liberticida (en lo que coloquialmente denominados 'extrema derecha').
A su vez, estos resultados también deberían servirnos a los liberales para recordarnos que, si bien muchas personas pueden sentirse atraídas por una defensa integral de la libertad —tanto en su dimensión económica como moral—, muchas otras también están servilmente dispuestas a renunciar a su libertad a cambio de obtener una mayor protección frente al desamparo económico (socialdemócratas) o frente a la disrupción del orden social (conservadores). Por eso, el liberalismo no debe limitarse a exponer públicamente por qué la libertad individual es el valor clave en torno al que debería instituirse cualquier orden social que respete a cada persona, sino también explicar cómo una sociedad liberal es capaz de satisfacer las necesidades de protección económica y sociocultural de aquellos ciudadanos que tan preferentemente la reclaman.
En todo caso, lo que nos indica la nueva evidencia es que deberíamos tratar de relegar a un segundo plano la cada vez menos funcional y explicativa distinción entre izquierda y derecha: aquellos que se enroquen en perpetuarla solo serán capaces de atraer el apoyo de los politizados forofos ya convencidos.
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