lunes, 13 de abril de 2020

Paranoia en la izquierda mediática: El País ya ve «ultraderecha» entre sus propios lectores

Elentir analiza la paranoia de la izquierda mediática contra sus propios lectores digitales. 

Artículo de Contando Estrelas: 
El descrédito en el que se han sumido los medios afines al Gobierno llega a tal extremo que el diario socialista El País ya arremete duramente contra sus propios lectores.
El periódico socialista llama «ciénaga» a sus espacios de comentarios
A juzgar por un artículo publicado ayer, parece que el defensor del lector de El País, Carlos Yárnoz, se ha convertido en un defensor del censor. El artículo en cuestión no tiene desperdicio. Se titula «La ultraderecha invade el foro de los lectores», y en él se queja de que el espacio de comentarios de las noticias de la edición digital del diario socialista «acoge hace tiempo y con formas agrias las teorías de la ultraderecha», entre las que incluye conceptos como «fomentar la xenofobia» o «insultar a dirigentes progresistas». Yárnoz añade: «El problema se ha agravado con el drama de la pandemia, utilizado por unos exaltados para convertir ese espacio en una ciénaga».
Como «lemas de ultraderecha» utilizados por los comentaristas, Yárnoz cita ejemplos como «Abajo la dictadura y los tiranos social-comunistas» o «Stalin, al lado de estos, era un demócrata». El defensor del lector se queja de que «esos mensajes han superado la criba del equipo de moderación, que se enfrenta a una riada de unos 10.000 comentarios diarios y elimina alrededor del 5% por impublicables».
El País se queja de «agentes ideológicos» como «Tomate Frito»
Yárnoz también afirma que esos peligrosos lectores «actúan como agentes ideológicos o son usuarios ficticios que replican consignas de forma automática (troles o bots, alimentando así la teoría de la conspiración lanzada hace unos días por el diario ultraizquierdista de Ignacio Escolar. Así mismo, Yárnez se queja del «bajo nivel del debate», diciendo que ven usuarios que «se hacen llamar Pedrada Zánchez, Tomate Frito, Seneca Providus, Covid OchoM, No me Creo Nada…». Llegado a este punto, he tenido que parar de escribir un momento porque no podía con las carcajadas.
¿Si no eres progre El País te considera un falso lector?
Ese curioso defensor del lector del diario de PRISA añade: «Es obvio que quienes así actúan ni son lectores del periódico ni lo respetan», pero a renglón seguido y hablando sobre esa sección de comentarios, reconoce que «precisamente entre los “mejor valorados” —votados por los participantes— se concentran con frecuencia los mensajes más zafios». Hay que tener en cuenta que según SimilarWeb, El País tuvo en marzo 264 millones de visitas. ¿Qué espera este señor, que los 264 millones sean como los obedientes seguidores de Mao agitando el Libro Rojo? El País se debía creer que en vez de lectores tenía adeptos a una secta, dispuestos a tragarse toda patraña que publicase ese diario en el marco de su agenda ideológica. Pero resulta que no, que hay lectores que aún piensan por sí mismos: eso es lo que ese diario llama ultraderecha.
Un fenómeno que está ocurriendo también en otros medios progresistas
De hecho, este fenómeno no sólo le ocurre a El País: ese divorcio entre los grandes medios y su audiencia está pasando también en otros medios desde hace tiempo. Basta con ver los comentarios de ciertas ediciones digitales o las respuestas que reciben sus publicaciones en redes sociales. Y esto ocurre especialmente en los medios progresistas, porque llevan décadas tratando su línea ideológica como una suerte de pensamiento único, que aborda toda discrepancia como algo abominable.
En ese artículo Yárnez afirma: «El periódico da cancha a voces discrepantes, pero no regala espacios a los extremistas». La realidad es que en El País los extremistas (de izquierdas) están a menudo entre los firmantes de sus noticias y de sus artículos de opinión, pero ese extremismo es el que le agrada al periódico. Para ese extremismo de izquierdas, cualquier discrepancia es despachada con palabras-policía como odiohomofobiatransfobiamachismoxenofobia y, por supuesto, ultraderecha. Una forma machacona y cansina de intentar criminalizar al que opina distinto y que está hartando incluso a mucha gente de izquierdas. La rabieta de ayer del defensor del lector no es más que una demostración de la impotencia del periódico ante ese hartazgo y, sobre todo, una reacción paranoica de una izquierda mediática que sabe que ha tirado su credibilidad por la borda para complacer a sus amos políticos, y ahora se encuentra con la respuesta crítica de sus lectores. Y a El País no se le ocurre nada mejor que llamar “ultraderecha” a su propia audiencia. ¿Se puede ser más torpe?

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