martes, 5 de enero de 2021

Cachitos ideológicos

Guadalupe Sánchez analiza los constantes "cachitos ideológicos" repartidos y lanzados por el gobierno en cada ámbito, incluido el mismo ocio (a raíz del programa "Cachitos" de Nochevieja), y la instrumentalización del dolor que llevan a cabo como herramienta política. 

Artículo de Voz Pópuli: 



Rosa María Mateo EFE



Allá por 2016 afirmaba Pablo Iglesias en uno de sus actos mitineros que no había nada más ideológico que politizar el dolor. Es fácil incurrir en el error de no ver más allá de la superficie del eslogan y limitarnos a creer que se trata de otro cutre llamamiento a la carroña política que pretende convertir el debate público en el escenario de un programa de sucesos. Pero el lema de marras está preñado de ideología comunista, porque no hay nada más ligado a la esfera privada del individuo que su dolor. Politizarlo es, en cierta forma, expropiárselo a su legítimo propietario para que deje de ser una vivencia personal y se convierta en un arma arrojadiza electoral que el partido pueda utilizar a conveniencia contra los adversarios en las urnas.

El politizador se mimetiza con el doliente mientras señala a su rival ideológico como el causante de todos los padecimientos sobre la faz de la tierra, lo que a su vez le permite politizar todas las esferas de la vida pública y privada cotidiana: la lucha contra el sufrimiento no admite excusas ni cortapisas. Todo vale en pos de atajar el dolor, hasta subvertir las reglas del juego democrático.

Otra cosa es el que objetivo perseguido con esta estrategia diste mucho del que se desprende del enunciado, porque mitigar o eliminar el dolor es un pretexto para afianzarse en el poder, modificar la ley y reventar el sistema, pero no una causa en sí misma.

Miren si no lo que han conseguido a costa de la violencia machista: no han adoptado ni una sola medida política que haya supuesto una mejoría en las vidas de las mujeres verdaderamente maltratadas. Los únicos que han mejorado a costa del sufrimiento ajeno han sido ellos: la colectivización del dolor de algunas mujeres les ha servido para conseguir ministerios, crear chiringuitos, colonizar las instituciones y regar con dinero público los bolsillos de un montón de enchufados cuya vida laboral tiene menos páginas que la lista de países comunistas en los que se respetan los derechos y libertades fundamentales: cero. Eso sí, mientras se enriquecen, aprovechan para socavar la independencia judicial y los derechos fundamentales como la presunción de inocencia: la Justicia es patriarcal y a las mujeres hay que creerlas sí o sí, siempre. Porque tras la ideologización del dolor de las víctimas del maltrato, llega la del Código Penal y la de los jueces. Ésta y no otra es la meta que persiguen.

Nada sin politizar

A pesar de lo que pudiera parecer, la crisis sanitaria provocada por el coronavirus no les ha estropeado la estrategia. Al contrario, se encuentra en su punto álgido. El dolor de los contagios y la muerte les ha abierto la puerta para iniciar el mayor proceso de colonización ideológica visto hasta la fecha: no va a quedar nada sin politizar, ni tan siquiera los puñeteros programas musicales de época.

Para muestra, lo que sucedió con el programa “Cachitos en Nochevieja. Uno se sienta frente al televisor a rememorar actuaciones musicales antiguas (algunas con más de cuarenta años) y se encuentra con que la televisión pública se dedica, con cargo al erario, a dirigir una ácida crítica política exclusivamente contra la oposición. El Gobierno apenas fue mencionado, a pesar de contar en su haber con un rosario de mentiras y una desastrosa gestión económica y sanitaria.

Por ejemplo, aprovecharon un vídeo de Mecano interpretando el tema “me colé en una fiesta” para comentar mediante subtítulos lo siguiente: “Hay que tener mucho cuidado con las fiestas. Te despistas un momento y la ultraderecha se te cuela en la de la democracia”. Otro de Gabinete Caligari cantando “la culpa fue del cha cha chá” para decir que “según un informe de la Guardia Civil, la culpa fue del cha cha chá y de la mani del 8-M”, en referencia al informe que costó la destitución al coronel Pérez de los Cobos por negarse a informar a Interior del contenido de las diligencias de investigación sobre la responsabilidad del Ejecutivo por su actuación en el fin de semana previo a la declaración del estado de alarma.

Las referencias a la presidenta de la Comunidad de Madrid no podían faltar, y mientras sonaba la canción “Que el ritmo no pare” subtitularon: “Esto les puso Ayuso a los albañiles de su hospital por megafonía… y ni aún así, oye”.

El Partido Popular, Ciudadanos y Vox fueron citados explícitamente en varias ocasiones: “El baile reproduce la rara habilidad de PP y Vox: darse la mano y la espalda al mismo tiempo". “El currículum amoroso de Laura Pausini tiene más abandonos que las listas de Ciudadanos” o “Loco Vox” mientras se escuchaba el tema de Locomía.

Ni ERTE ni Ingreso Vital

Ya ven, ni una sólo referencia a las decenas de miles de muertos por coronavirus que intenta ocultar el Gobierno, a las mentiras sobre el comité de expertos, a la tomadura de pelo en la que han convertido los ERTE, el Ingreso Mínimo Vital o la supuesta prohibición de despedir. Estos dolores no interesa politizarlos para convertirlos en objeto de chascarrillos, deben seguir relegados al ámbito privado.

A las babosas habituales les faltó tiempo para tildar estos comentarios de genialidad. Me gustaron mucho las loas de Jordi Évole, personaje que en 2015 criticó a la misma RTVE por politizar su canal infantil tras colocar esta cadena una bandera de España en la esquina superior derecha en conmemoración del día de la Hispanidad. Pero la madrugada del día 1 de enero no sólo no apreció ningún intento de politización, sino que pidió en Twitter el Príncipe de Asturias de Literatura para el programa Cachitos Nochevieja. Otra cosa que no se podía saber, cada uno se retrata como quiere.

Pero si hasta han utilizado la peor pandemia de nuestra historia reciente para catapultar a un socialista desconocido como candidato del PSC a la Generalidad Cierto es que su nombramiento como ministro de Sanidad obedecía ya a esta estrategia. Pero Sánchez y Redondo, lejos de dejar de lado el electoralismo durante la gestión de la crisis, hicieron de él el leitmotiv de Illa: sus continuos ataques contra Madrid a costa de la desescalada, sus intentos de intervenir esa comunidad tras el verano con una chapuza jurídica y la declaración del estado de alarma sólo en ese territorio, a pesar de presentar mejores cifras y tendencia que otras CCAA, no tenían nada que ver con la salud, sino con la política.

Me voy a permitir adaptar una frase de mi compañero en este periódico, Juanma López Zafra, a modo de conclusión: no es la politización, es su reparto.

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