martes, 2 de septiembre de 2014

Tengamos el libre comercio en paz

María Blanco sobre la importancia del libre comercio y los mercados para la mejora de la prosperidad y la obtención de la paz entre los pueblos, en referencia al conflicto en Ucrania. 


Artículo de Voz Pópuli:
Parece que una de las notas dominantes de este verano que acaba ha sido la relevancia que los problemas geopolíticos han adquirido, especialmente en Europa. El tema ucraniano sigue sangrando y el anuncio de Putin de tomar medidas económicas restrictivas para penalizar a Europa por su apoyo a Ucrania ha levantado una polvareda que no facilita que se vea un final sensato al conflicto.
Los dioses ya lo avanzaron
En su comedia Las Aves, el comediógrafo griego Aristófanes, describe cómo la interrupción del intercambio de favores por sacrificios entre dioses y humanos por la frontera impuesta por las aves ha airado a los dioses que están a punto de lanzarse a la batalla. Son primero Prometeo y después Poseidón, quienes se encargan de explicar al jefe de las aves que el comercio trae la paz y que es beneficioso para ambas partes.
Después de Aristófanes, una pléyade de pensadores de todos los tiempos han incidido en el aspecto pacificador del libre comercio y el error que supone cerrar fronteras como medida política. Por supuesto, basta una ojeada a la historia económica de Occidente para comprobar que no se ha hecho mucho caso, aunque tal vez, tras el arranque intervencionista de Estados Unidos, quedó claro que la restricción comercial era mala para todos.
A pesar de ello, Vladimir Putin ha enarbolado la espada de las restricciones comerciales para penalizar a Europa. Acto seguidonuestros exportadores (en especial de productos agrícolas), indignados y aterrados a un tiempo ante lo que se les viene encima, han reclamado la ayuda del gobierno y de la Unión Europea si es necesario.
Y, por otro lado, Obama ha decidido imponer sanciones a Rusia por la invasión de Ucrania que ha quedado demostrada. Aunque, al parecer, la prohibición a las empresas rusas de financiarse en los mercados norteamericanos de renta variable o de deuda a más de 90 días solamente implica al 3,5% de las necesidades de financiación de la banca rusa hasta marzo de este año, me explica mi amigo Francisco que sí ha afectado indirectamente a las compañías rusas que tienen bonos en divisas fuertes. Más allá de estos efectos visibles está la actitud que transmite, la idea de que si tu “A” entonces yo “A diez veces”, y así acabamos con la libertad de comercio y ese efecto pacificador en el que tanto han insistido nuestros mejores pensadores.
El libre comercio es fuente de paz y riqueza
Y, claro, Europa se resiente. Excepto Irlanda que parece que crece, las cifras de la producción industrial se retraen en casi todos los países europeos. La economía se mueve por los incentivos y las expectativas y ambas ideas están muy relacionadas con la confianza. Ahora mismo, la incertidumbre acerca de qué se le puede ocurrir a Putin, qué salida sensata pero sin arrastrarse puede imaginar Obama, de si la UE va a enseñar los dientes y, sobre todo, de si todos los actores se van a limitar a eso, enseñar los dientes o si, por el contrario, van a dar un zarpazo, no favorecen nada que haya confianza.
El primer pensamiento que debe asociarse a medidas proteccionistas son pobreza y violencia. En un mundo en el que la globalización es ya irreversible, lo mejor que podemos intentar es que sea para bien, no para mal. Las demostraciones de fuerza a cargo del libre comercio no son la solución. Sirven nada más para que los trabajadores y las clases medias de los países comerciantes se empobrezcan y para que los políticos estiren un poco más la cuerda de la violencia.
Quienes demonizan los mercados y los acusan (como si tuvieran personalidad propia) de ser causantes de la crisis y de todos los males de la tierra, deberían preguntarse ¿qué pasa cuando se cierran los mercados? ¿qué pasa cuando no hay mercado? Pues pasa que demandantes y oferentes, productores y consumidores, es decir, personas de bien, se empobrecen. Porque le pese a quien le pese el mercado, cuando es libre, es el mejor redistribuidor de riqueza. Y, como vemos, abre las puertas a la paz.

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