sábado, 6 de diciembre de 2014

Pobreza real, pobreza ficticia

Juanma del Álamo analiza la manipulación informativa y el poco rigor con el que se tratan temas como el de la pobreza, así como la generalizada confusión cuando se habla de esta cuestión.

Artículo de Reinformación:

En tiempos de crisis, siempre y cuando gobierne la derecha, se habla mucho de la pobreza y de la pobreza infantil. No vamos a quitar ni un ápice de dramatismo a la situación, pero tampoco nos vamos a subir al carro progresista que nos vende que España es más o menos Albania. Muchos son los políticos, tertulianos e intelectuales de barra de bar que hablan de riesgo de pobreza, umbral de la pobreza y pobreza indistintamente, como si significaran una misma cosa. La ignorancia es muy atrevida, y más en un país como España en el que la política lo ocupa todo y tenemos siempre muchas ganas de quejarnos y cara de sobra para decir gilipolleces sin rubor alguno.

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Pobreza es un término muy impreciso y muy poco serio para hablar de él en un informe. Pero tampoco vamos a pedir a estas alturas precisión o mesura a las oenegés que publican estos estudios inflados sobre la catastrófica situación de los países. En cualquier caso, nosotros vamos a las cifras exactas.

En España hay una línea que determina si uno es pobre o no. Es lo que llamamos “umbral de la pobreza” o “línea de pobreza”. Marca cuándo una familia tiene los ingresos mínimos necesarios para tener un estándar de vida adecuado. El mencionado umbral tiene dos acepciones posibles (por si era todo poco impreciso ya):

-Umbral de pobreza absoluta (usado para países en desarrollo): se calcula en base al coste de los alimentos básicos para cubrir una alimentación normal, a lo que se añade el coste de otros productos básicos no alimentarios.

-Umbral de pobreza relativa (usado especialmente para países desarrollados): se sitúa en la mitad del ingreso medio de un país (no se líen).

El umbral de pobreza en España en 2013 se situó en 7.040 euros para un hogar de una persona y en 14.784 euros para un hogar de dos adultos y dos menores de edad. Todas las personas o familias por debajo de esos umbrales, se considera que son pobres. Evidentemente, una familia con unos ingresos de 14.000 euros anuales no vive a todo tren y tiene, sin duda, problemas para llegar a fin de mes, pero no es, desde luego, una familia que vaya pidiendo limosna por las calles. El umbral es todavía más relativo y más absurdo si comparamos unas regiones con otras. Una familia de cuatro miembros con 14.000 euros puede vivir aceptablemente bien en Huelva, pero con el mismo dinero seguramente viva mucho más ahogada y con muchos más problemas en Madrid o en Barcelona. Pero no es, precisamente, en Madrid o en Barcelona donde hay más familias con ese nivel de ingresos, sino en lugares como Huelva.

Es importante subrayar que en cada país este umbral de pobreza es diferente, por lo que, en estudios serios, las comparaciones al respecto entre diferentes naciones deben ser consideradas como mierda pura. Por ejemplo, el umbral de la pobreza en Rumanía es de unos ingresos de 105 euros mensuales y en Luxemburgo de 1.639 euros. Así que, repetimos, por mucho que se empeñen, comparar la pobreza de diferentes países utilizando estos umbrales es un mero embuste.

Riesgo de pobreza

El INE además usa otro baremo o umbral que se confunde a menudo con el de pobreza. No es lo mismo umbral de pobreza que riesgo de pobreza, aunque no pocos economistas y periodistas los confundan continuamente. El conocido como “riesgo de pobreza” es un umbral que se fija en el 60% de la media de los ingresos por unidad de consumo de las personas de un país. En 2013 en España se situó en 8.114 euros para los hogares de una persona y en 17.040 euros para los hogares con dos adultos y dos niños.

En este caso vuelve a ocurrir lo mismo. ¿Es pobre una familia de cuatro personas del pueblo extremeño de Hinojosa del Valle con unos ingresos anuales de 17.000 euros? No, pero oficialmente está en riesgo de pobreza.

Por otra parte, el término es confuso. La palabra “riesgo” implica proximidad o exposición a un daño determinado. Pero este umbral no mide el riesgo verdadero de una familia porque no hace ningún tipo de cálculo sobre expectativas futuras (es patético, sí). ¿Un funcionario, que probablemente jamás pierda su trabajo, está en riesgo de pobreza porque gane 17.000 euros al año? ¿O está en mayor riesgo de pobreza un fabricante de máquinas de escribir, un quiosquero o un escritor aunque momentáneamente ganen más dinero?

Por ejemplo, hay que tener en cuenta que la pensión mínima de jubilación (sin cónyuge a cargo) para mayores de 65 años es de 632 euros mensuales. Es decir, estas personas están oficialmente por encima del umbral de la pobreza, pero en riesgo de pobreza, aunque sus ingresos vayan a ser probablemente constantes durante el resto de su vida. Así que, una vez más, el dichoso umbral no hace honor a su nombre.

Para empeorar las cosas, ambos baremos, tanto el umbral de pobreza como el de riesgo de pobreza, solamente miden los ingresos en un hogar y no tiene en cuenta el patrimonio de las personas ni de las familias. Así, un jubilado que tenga una pensión de 600 euros pero un patrimonio gigantesco (por ejemplo, heredado), será una persona en riesgo de pobreza oficialmente, aunque no realmente. Estos baremos tampoco reflejan situaciones particulares, como aquellas en las que un padre (de clase media y con ciertas holguras) ayuda a sus hijos (independizados pero trabajadores precarios) a tener una vida equivalente a la que tenían cuando vivían en el hogar familiar. Los hijos pueden estar viviendo por debajo del umbral de la pobreza oficialmente, pero no realmente.

Manipula, que algo queda

En España, en definitiva, hay personas que viven oficialmente en riesgo de pobreza y no lo saben. Y es que el concepto generalizado que tenemos de lo que es una persona pobre está algo alejado de lo que determinan estos umbrales publicados a bombo y platillo. El umbral de pobreza (bajo el que viven el 21% de los españoles) y el riesgo de pobreza no representan a las personas que vagan por las calles en busca de limosna o de comida. De la distancia que hay entre el significado del término y la realidad reflejada por los estudios se aprovechan los que defienden que España es Albania, solamente para hacer daño al Gobierno. Y así, para de paso ganar visitas (proporcionales a la indignación que genera una noticia) los periódicos nos venden un titular poderoso acompañado de la foto de un hombre buscando comida en un contenedor.

Soy consciente de que pedir decencia a buena parte de los periodistas españoles es tan inútil como sembrar arroz en el desierto (o en el culo de Cintora). Pero lo mínimo es, desde este humilde lugar, intentar informar al que no quiere ser engañado por los futuros informes sobre la pobreza que sin duda veremos publicados a lo largo de los próximos años.

Nadie puede negar que en España hay (y siempre ha habido) familias con todos sus miembros en paro y personas sin techo propio bajo el que pasar la noche o sin posibilidades para mantener una dieta normal. Pero es ridículo pensar que son el 21% de los españoles los que están en esa situación de mendicidad, como es absurdo pensar que los niños españoles viven peor que los niños rumanos o búlgaros, tal como patéticamente nos han vendido los medios de comunicación.

Como decía al principio, la pobreza no merece ni que miremos para otro lado ni que la desdramaticemos. Pero los ciudadanos tampoco merecen que los medios de comunicación les vendan una situación distorsionada y, en definitiva, ficticia del país en el que viven. Aprovecharse, primero de la ignorancia, y luego de la rabia de unos ciudadanos desanimados por la crisis, para intentar conseguir un cierto rédito electoral, resulta realmente repugnante. Ojalá algún día algunos paguen por toda la mierda que siembran en el ejercicio de su profesión. Profesión a la que deshonran cada vez que entran en la sede de la ONG o ponen un pie en la redacción.

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