sábado, 14 de abril de 2012

Del “gratis total”, al copago galopante. (Política, Economía. 628)

En este artículo se pone en evidencia la falsa creencia muy asumida en la sociedad de que los derechos sociales y los servicios públicos se pagan solos:


Artículo de YosoyHayek:

"Suben las tarifas del metro y la EMT madrileños, y algunos lo interpretan como si el incremento fuera a parar a los bolsillos de Aguirre, o algo peor.

La generación del “gratis total” se ha creído eso de los derechos sociales, y que los servicios públicos se pagan solos. Pero la realidad es otra bien distinta. Los servicios públicos cuestan dinero, de hecho cuestan bastante dinero. La cuestión es que el Estado se dedica a redistribuir la riqueza de sus súbditos, redirigiendo recursos desde los bolsillos de unos hasta las ventajas que otros disfrutan. Existe el perceptor neto, es decir, aquel que con los impuestos que paga no es capaz de cubrir el coste de los servicios que disfruta.

Los usuarios del metro de Madrid copagan el servicio hasta en un 40% de su coste real. A partir del uno de mayo, lo harán en un 50%. Esta medida tan impopular, más si cabe cuando los gobiernos del PP llevan años sirviéndose del metro como baza electoral, llega después de que hayan tratado por todos los medios de reducir el presupuesto sin que disminuyera a la par la calidad del servicio. Estos ajustes no han sido suficientes como para absorber tres fuerzas determinantes: menos ingresos procedentes de la venta de títulos de viaje, costes de producción crecientes y drástica reducción de las aportaciones satisfechas por otras administraciones.

El metro de Madrid se hizo, tal y como ahora lo disfrutamos, al albur de la burbuja crediticia. Creció y mejoró en calidad guiado por unas expectativas que han devenido imposibles, pero lo que es mucho peor, desde que el PP llegó al gobierno en 1995, la planificación del metro también se ha visto influenciada por las necesidades políticas y electorales de quienes lo controlaban. La combinación de estas circunstancias nos han dejado una red sobredimensionada, financieramente insostenible, y que los ciudadanos han interiorizado como una condición general, y no como el bien económico que es.

Esto último es quizá lo más relevante para entender el malestar que muchos sienten. Era tan barato y tan estupendo, que el metro se asimiló a otras infraestructuras “libres”. Sin un precio de mercado, es dificil que un agente incorpore un bien en su escala valorativa. Nadie al actuar se plantea lo que pagaría por el aire que respira, y si viniera alguien y quisiera cobrarle por consumirlo, seguramente se alzaría indignado frente a tamaño explotador.

La alternativa al ya conocido como “tarifazo” es mantener e incrementar la subvención, es decir, esa parte del coste que no copagan los usuarios. Pero cuando la recaudación cae y las partidas presupuestarias pugnan por recursos que no existen y deben pedirse prestados a terceros a unos elevados tipos de interés, difícilmente logrará la generación del gratis total que sus peticiones sean atendidas. Además sucede otra cosa. No pueden apelar a su supuesto derecho a ir al trabajo a un coste “moderado”, cuando otros tantos trabajadores lo hacen utilizando un vehículo privado, cuyo depósito es cada vez más caro de llenar. Sobre todo si tenemos en cuenta que el 50% del precio del carburante son impuestos. ¿Pretenden acaso los acomodados e ingenuos usuarios indignados del metro que los conductores paguen aún más cara la gasolina para que ellos sigan yendo a trabajar soportando un precio irreal en tanto que subvencionado?"

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