jueves, 26 de abril de 2012

La sobreprotección paterna. (Educación, Salud. 86)


Tan mala es la sobreprotección de un niño como la falta absoluta de la misma, por las consecuencias negativas en su carácter y en su comportamiento emocional futuro:

"Proteger a los hijos es una de las responsabilidades más importantes en la tarea de ser padres. En las primeras etapas de la vida, los hijos son completamente dependientes. Los bebés son muy vulnerables y necesitan la protección adulta en casi todos los momentos del día.

Poco a poco, el bebé va creciendo y en un proceso muy lento, va necesitando cada vez menos esa protección. Irá aprendiendo a hacer cosas solito e incluso pedirá hacerlo de esta manera. Los adultos tendrán que ir retirando gradualmente esta protección en función de las necesidades de ese momento vital, porque es muy importante que el niño pueda enfrentarse a las dificultades propias de su edad con el apoyo de sus padres, por supuesto, pero con el nivel de sostén adecuado para ese momento.
 
En busca del equilibrio

Lo que a una edad es una protección adecuada para el niño, en otra se convierte en sobreprotección, no es fácil encontrar este equilibrio.

Como terapeuta, me sorprende el porcentaje de padres que echan la vista atrás y manifiestan haber sobreprotegido a sus hijos. La sobreprotección infantil está en la base de algunas dificultades emocionales adultas como son la inseguridad, la dificultad para hacerse cargo de uno mismo, el miedo intenso a algunas dificultades adultas, etc.

¿Qué es la sobreprotección? En definitiva, proteger de más. Es cierto que corresponde a los padres la responsabilidad de velar por el bienestar y seguridad de su hijo. Deben proteger al pequeño cuando éste lo necesita. La cosa se complica cuando uno se pasa, o se queda corto.

Aun así, algunos padres me han manifestado saber con claridad que no debían hacerlo, que de alguna manera intuían que no era “bueno” para su hijo esta sobreprotección. Pero, ¿por qué estos padres acaban haciéndolo? Puede haber varios factores que influyan.

¿Por qué sobreprotegemos a nuestros hijos?

En primer lugar, no es nada fácil como padre/madre tolerar el malestar de un hijo. Es lógico que lo primero que necesite el adulto cuando ve que su hijo tiene una dificultad sea acudir a resolverla. La motivación que puede mover a este padre es aliviar el malestar de su hijo y con este, el suyo propio.

Pero hay otros factores que influyen. Tras la primera valoración de la situación de malestar del pequeño, va una segunda en la que el padre se pregunta si su hijo será capaz de resolverlo él solito o necesita ayuda. Es en este momento en el que el padre decide el tiempo que tardará en acudir a ayudar a su hijo.

Habrá padres que tarden muy poquito tiempo y otros que dejen que el pequeño lo intente a ver qué pasa.
En este sentido, influyen mucho las figuras de apego (padres o cuidadores) que hayan tenido los padres en su infancia. A través del aprendizaje procedimental aprendemos a cuidar del otro y, en la vida adulta, los padres reproducen, muchas veces sin darse cuenta, patrones de conducta que a su vez sus padres realizaron con ellos. Esto no es ni bueno ni malo, simplemente ocurre. Así, personas que hayan sido sobreprotegidas por sus padres tendrán mayor probabilidad de sobreproteger a sus hijos.  

La herencia de la sobreprotección       

¿Pero qué efectos tiene? La sobreprotección es considerada un factor de vulnerabilidad de muchas dificultades emocionales en la vida adulta. Miedos, dificultades en las relaciones sociales con los iguales, inseguridades, trastornos de alimentación, fobias, dificultades en el proceso de independencia paterna, etc.

En primer lugar reseñar, que hay determinadas experiencias que sólo son aprendidas a través de la experiencia propia. Es común oír a los chavales, sobre todo en la adolescencia transmitir la necesitad de experimentar algo para comprobarlo o aprenderlo, aunque sus padres le dijeran que va a equivocarse: necesita hacerlo para aprender y crecer.

Forma parte del proceso vital, enfrentarse con las dificultades propias de cada edad. Tan malas son las cosas por exceso como por defecto: la protección es útil cuando se aplica en su justa medida.

Otro efecto de la sobreprotección es el auto-concepto de persona “no válida”. Si la persona, desde los primeros momentos de su vida, va acumulando experiencias en las que los demás tienen que hacer las cosas por él, es muy probable que desarrolle una imagen de sí mismo como “incapaz”. En este proceso, el adulto transmite al pequeño la imagen de que él no puede solo. Como consecuencia, el niño no es capaz de verse a sí mismo haciéndolo solo, cuando le toque intentarlo en el mundo adulto, le costará mucho, no se verá a sí mismo capaz. Imagen que puede ser cierta o no porque, de momento, el niño no lo ha hecho porque no lo ha intentado y porque no ha tenido un espacio para hacerlo y acertar o equivocarse, no porque ya haya comprobado que no es capaz.

Habrá cosas que le cuesten más que otras, pero si lo intenta alguna seguro que resolverá, y si no lo hace algo aprenderá de la experiencia. Uno no se muere si no consigue algo. Además es un buen escenario para empezar a aprender la tolerancia a la frustración.

En definitiva, cuando el papá/mamá se conecta con la dificultad de su hijo, con una emoción negativa de miedo o frustración, este malestar le genera al padre otra emoción. El primer paso sería regular la emoción del adulto, es muy importante tranquilizarse ante la dificultad del hijo. El siguiente paso es apoyar, acompañar y ayudar al hijo a resolver lo que le corresponde en ese momento. Forma parte del proceso de desarrollo enseñar al pequeño a resolver las dificultades propias de su edad, y darle un tiempo para hacerlo. Si los padres lo hacen por él, no aprenderá a hacerlo él solo, y el pequeño se verá a sí mismo como no capaz.

Si los padres consideran que el pequeño tiene una edad adecuada para enfrentarse sólo a lo que le está ocurriendo, pueden dejar que lo haga, y mantenerse atentos por si necesita algo de ellos. Si necesita ayuda, los padres pueden esperar a que la pida y entonces, le apoyan, le dan un consejo y le dicen cómo lo puede hacer, pero nunca deben hacerlo por él."

Fuente: El Confidencial

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