lunes, 1 de diciembre de 2014

Así quiere Podemos liquidar la banca

McCoy analiza la medida de Podemos de liquidar la banca privada en España y sus propuestas al respecto del crédito y en este sentido, el oxímorón del objetivo que proponen, la irresponsable fantasía que propone para atraer al voto de la utopía (y cuyas repercusiones serán como bien indica muchísimo más duras), y el preocupante impacto de su medida de reestructuración y quita de deuda (pública y privada). 


Artículo de El Confidencial: 

Podemos quiere liquidar la banca. La banca ejercida como actividad de mercado, quiero decir. Sin señalarlo expresamente, es evidente que para los autores de la ponencia económica, que no programa, del incipiente partido el sector –monopolio de “muy baja competencia” de acuerdo con lo señalado en las hojas 13 y 14 de la misma, toma ya– es uno de esos “grupos poderosos pero muy minoritarios en nuestra sociedad” que han impulsado “imposiciones antidemocráticas” en contra del doliente pueblo. Y le ha puesto la proa. Para muestra, un botón: “Solo con el 2,5% de las ayudas que se han concedido a los bancos que han provocado la crisis, se erradicaría el hambre en el mundo”, afirman sus autores en la página 8 del manifiesto. Quien tenga oídos para oír…

A lo largo del texto, hay numerosas medidas que van en dicha dirección. Junto con la propuesta de crear una banca pública incompatible con la corrupción, algo que históricamente ha quedado probado como un inevitable oxímoron, defienden el “crédito y la financiación a la economía como un servicio público esencial” (página 11). Una idea que pone de manifiesto uno de los atractivos de cualquier iniciativa de la formación liderada por Pablo Iglesias: el limitarse a recordar a los ciudadanos sus derechos, e incluso crear otros nuevos, sin hacer mención alguna a las obligaciones asociadas a los mismos. De este modo, logran llevar en volandas el subconsciente colectivo a la tierra del Pequeño Pony y demás fantasías animadas de ayer y hoy, y atraer así el voto de la utopía. Más dura será la caída.

Claro que, cómo no lo van a hacer si, para ellos, sencillamente las contraprestaciones no existen. Los términos de cualquier contrato, esos que constituyen la base de la seguridad jurídica, se los pasan por donde la espalda pierde su casto nombre si las circunstancias aconsejan que así se haga. Así, proponen, con carácter retroactivo, un detalle importante, la “disminución de la carga hipotecaria de las familias”, incluida su restructuración o quita. Parecen olvidar que nadie es obligado a contraer una deuda sobre un inmueble, que lleva su proceso –tasación, concesión, fe pública– y no es pedir dinero para salir del paso de una situación. Y que, habiendo como hay situaciones excepcionales que han de ser tratadas como corresponde, por supuesto, no se pueden generalizar las dudas sobre una forma de crédito cuya titulización no sólo es una fuente importante de financiación bancaria, sino uno de los activos sobre los que pretende actuar el BCE. Ojito con las bromas.

Es constante la cantinela de la quita y la restructuración, cuyo discurso no sólo afecta a la deuda privada, sino que pretende extender a la pública no por vocación, sino por necesidad (página 17). Sobre este planteamiento escribimos hace bien poco sin detenernos en su impacto sobre el sector financiero, que resulta, cuando menos, preocupante. De consolidarse esa idea, automáticamente la renta fija soberana del Estado afectado pasaría a consumir capital de la banca al ser reconsiderada como activo de riesgo. A igualdad de rentabilidades, el mayor comprador de este tipo de deuda preferirá títulos de otros países. No sólo eso, venderá los que ya tiene. El Estado tendría dificultades para colocar sus emisiones y el coste de financiación de España se dispararía, algo que entiendo sabido por economistas tan leídos como los que firman la ponencia. De eso no interesa hablar, claro.

La banca, por tanto, es para Podemos un estorbo que hay que quitar de en medio. Es verdad que a día de hoy no cumple de manera adecuada con su función de canalización del ahorro a la inversión. Por razones de demanda y de oferta, ausencia de solicitud solvente y restricciones por el lado de la financiación derivadas de la nueva regulación sectorial que ha reducido ya de manera sustancial su retorno. Sin embargo, se trata de un mal necesario. Porque la alternativa a su existencia son los uh-ah-eh “terroristas” mercados, la eh-ah-uh banca en la sombra, los modelos de desintermediación financiera –que mantienen las premisas de los bancos en cuanto a las relaciones plazo-riesgo-rentabilidad– y las cooperativas que tan “imponente” éxito han tenido en las referencias geográficas de Navarro y Torres. Naciones arrasadas por la pobreza.

¿A quién le importa? Demonizaciones son electores, que no buenas razones.
Pues eso.

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