Elentir se hace eco de un tuit de Pablo Iglesias citando a Roosvelt y al fascismo (dando una definición más que errada), y mostrando las loas y afinidades que tenían fascistas y nazis con Roosvelt y sus políticas antes de estallar la Guerra.
Artículo de Contando Estrelas:
Hoy Pablo Iglesias ha publicado una traducción, subrayada por él, de tres párrafos pronunciados por Franklin D. Roosevelt en un discurso al Congreso de EEUU el 29 de abril de 1938.
Artículo de Contando Estrelas:
Hoy Pablo Iglesias ha publicado una traducción, subrayada por él, de tres párrafos pronunciados por Franklin D. Roosevelt en un discurso al Congreso de EEUU el 29 de abril de 1938.
¿Un Estado débil es lo contrario del fascismo?
Éste es el tuiteo de Pablo Iglesias con la cita de Roosevelt:
Mensaje de Franklin D. Roosevelt al Congreso de EEUU en 1938: pic.twitter.com/VowuU7K9cN— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) 31 de mayo de 2016
Como vemos, en ese discurso Roosevelt definía el fascismo como “el dominio del Gobierno por un individuo, grupo u otro poder privado controlante.” De esta forma Roosevelt pretendía alertar de la supuesta amenaza del “crecimiento del poder privado hasta un punto en que sea más fuerte que el estado democrático mismo”. Antes bien, lo característico del fascismo no es un sector privado -es decir, una sociedad- fuerte, sino un Estado onmipresente, algo que coincide con los planteamientos de Podemos, ya manifestados -con desastrosos resultados- por el régimen chavista venezolano, asesorado por Pablo Iglesias y otros personajes que hoy son dirigentes del partido morado. En ese expansionismo estatal también coincidía Roosevelt, y recibió elogios por ello tanto de fascistas como de nazis, antes de que la Segunda Guerra Mundial les convirtiese en enemigos.
Los desastrosos efectos del sueño populista y autoritario de Roosevelt
En noviembre de 2008 publiqué aquí un artículo titulado “El mito Roosevelt” en el que exponía algunos de los elementos que caracterizaron el mandato de Roosevelt antes de la Segunda Guerra Mundial. Recordemos que Roosevelt, candidato del Partido Demócrata, fue elegido presidente en 1933, en plena crisis tras el Crack de 1929. Roosevelt sacó al dólar del patrón oro, para a continuación devaluarlo. Además, siguiendo los consejos de John Maynard Keynes, disparó el gasto público, especialmente en un intento de proporcionar puestos de trabajo pagados por el Estado, muchos de ellos sin ninguna utilidad pública, a los parados. Subió los impuestos -el tope llegó al 94%, puramente confiscatorio, para los que ingresaban más de 25.000 dólares al año- y estableció todo tipo de trabas burocráticas (había que justificar de algún modo los inútiles empleos públicos creados) que lastraron la economía. Además, Roosevelt dio un enorme poder a los sindicatos, convirtiéndolos de facto en mafias. El resultado, como cabía esperar, fue un desastre y en 1937 el país entró en una segunda recesión: de 6 millones de parados en 1937, se pasó a 10 millones en 1938. Entre agosto de 1937 y marzo de 1938 el mercado estadounidense se desplomó un 50%.
Keynes: unas tesis más apropiadas para un régimen totalitario
Roosevelt no se limitó a cercenar libertades en materia económica. También lo hizo en el ámbito político. Fueron especialmente escandalosos sus enfrentamientos con el Tribunal Supremo para lograr que éste se plegase a sus políticas de expansionismo del poder del Estado, concretamente a algunas disposiciones adoptadas bajo su “New Deal”. El extremo de esta política llegó tras su reelección en 1936, cuando intentó neutralizar al Tribunal Supremo, si bien tuvo que desistir de ese empeño ante el temor generado entre la opinión pública a que se destruyese uno de los pilares de la democracia en EEUU: la separación de poderes. Estaba claro que un proyecto estatista como el de Roosevelt no encajaba en un país democrático, y él lo sabía. Keynes, en su“Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” de 1936 -obra que influyó notablemente en el “New Deal” de Roosevelt-, ya había advertido lo siguiente:
“La teoría de la producción global, que es la meta del presente libro, puede aplicarse mucho más fácilmente a las condiciones de un Estado totalitario que la producción y distribución de un determinado volumen de bienes obtenido en condiciones de libre concurrencia y un grado considerable de laissez-faire.”
Los elogios mutuos entre Mussolini y Roosevelt
Como ya he señalado, los fascistas se vieron pronto identificados con esa deconstrucción del liberalismo que estaba llevando a cabo el presidente de EEUU. En 1933 Roosevelt ya había comentado lo siguiente sobre Mussolini al Embajador de EEUU en Italia, Breckinridge Long:
“No parece haber ninguna duda de que [Mussolini] está realmente interesado en lo que estamos haciendo y yo estoy muy interesado y profundamente impresionado por lo que ha logrado y por su evidenciado honesto propósito de restaurar Italia.“
Wolfgang Schivelbusch señala en “Three New Deals : Reflections on Roosevelt’s America, Mussolini’s Italy, and Hitler’s Germany, 1933-19392″ que Roosevelt llegó a reconocer que confiaba en ese “admirable caballero italiano”, refiriéndose al dictador fascista. La admiración parecía ser mutua. Mussolini escribió el siguiente comentario a uno de los libros del presidente de EEUU: “La apelación a la decisión y a la sobriedad masculina de la juventud de la nación, con la que Roosevelt aquí llama a sus lectores a la batalla”, señalaba el dictador, “es una reminiscencia de las formas y medios por los que el fascismo ha despertado al pueblo italiano”.
La izquierda americana reconoció su afinidad con el fascismo
En sectores próximos ideológicamente a Roosevelt se reconocía sin rodeos esa afinidad. En la revista de izquierdas New Republic, su editor George Soule llegó a escribir: “Estamos probando la economía del fascismo sin haber sufrido todas sus estragos sociales y políticos.” Otro periodista afín al presidente, Oswald Garrison Villard, escribió esto en su periódico, The Nation, en 1934: “Nadie puede negar que toda la legislación Roosevelt ha incrementado enormemente la autoridad del presidente”, y sin dar el menor rodeo ni recurrir a eufemismos, añadía: “le ha dado algunos poderes dictatoriales, y ha establecido precendentes que harían más fácil para cualquier sucesor del Sr. Roosevelt, o para el propio caballero, llevarnos ahora por camino hacia el fascismo o socialismo de estado”.
Los nazis también elogiaron la política antiliberal de Roosevelt
En enero de 1934 el periódico oficial del Partido Nazi, el Völkischer Beobachter, aplaudió las medidas “dictatoriales” de Roosevelt:
“Nosotros, también, como alemanes nacional-socialistas estamos mirando hacia América… Roosevelt está llevando a cabo experimentos y son audaces. Nosotros, también, sólo tememos la posibilidad de que pudiesen fallar.”
Medios nazis dedicaron elogios a los libros de Roosevelt, “Looking Forward” (1933) y “On Our Way” (1934), pues veían el “New Deal” como una iniciativa similar al Nacional-Socialismo alemán. En 1934 el alemán Helmut Magers publicó una biografía del presidente estadounidense, titulada “Un revolucionario con sentido común”, alabando el “New Deal” como “una revolución autoritaria” con “sorprendentes similitudes” con el estatismo nazi. Del primer libro citado, el Völkischer Beobachter señaló: “Muchos pasajes en este libro Looking Forward podrían haber sido escritos por un Nacional-Socialista. En cualquier caso, uno puede asumir que él siente una considerable afinidad con la filosofía Nacional-Socialista”, y consideraba que bajo "la apariencia ficticia de democracia”, los Estados Unidos estaban protagonizando “el desarrollo hacia un Estado autoritario”. Adolf Hitler llegó a decir al Embajador de EEUU en Alemania, William Dodd, que estaba “de acuerdo con el presidente en la visión de que la virtud del deber, la disposición al sacrificio y la disciplina deben dominar al pueblo entero. Esa moral demanda que el presidente sitúa antes de cada ciudadano individual de los Estados Unidos es también la quintaesencia de la filosofía del Estado alemán, que encuentra su expresión en el lema ‘La salud pública trasciende el interés de lo individual’.” Aún en 1940 el periódico Das Reich, editado por el Ministerio de Propaganda de Goebbels, llegó a titular un artículo de esta forma: “Hitler y Roosevelt: un éxito alemán – un intento americano”.
Los extremos populistas suelen tocarse
No es extraño que entre distintas corrientes populistas, aparentemente opuestas, se den estas afinidades. Como ya señalé aquí, también se dieron coincidencias entre los comunistas alemanes y los nacional-socialistas: de 241 cuestiones votadas en el Reichstag y en el parlamento estatal de Prusia en 1929 y 1930, ambos partidos votaron juntos en el 70% de las ocasiones. Podéis ver una larga muestra de más coincidencias entre ambos aquí. Conviene tenerla en cuenta cada vez que un charlatán populista como Pablo Iglesias apela al antifascismo para, al final, defender un Estado metomentodo muy parecido al que sostenían los fascistas.
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