domingo, 27 de noviembre de 2011

Los economistas de la escuela austriaca tenían razón, otra vez. (Economía, Política. 440)

Nuevamente las advertencias de los economistas austriacos se cumplen, como ya ocurriera antes de la crisis, aunque siga prevaleciendo el keynesianismo pase lo que pase:

"Después de más de tres años de confusión, se ha llegado finalmente al consenso de que estamos de nuevo en recesión. No se está creciendo. El exiguo crecimiento estadístico de los pasados años (nadie se atrevió a afirmar que produjera una recuperación total) era probablemente una ilusión.

Hay crecimiento real y hay estadísticas del gobierno. Las estadísticas han equivocado a los ingenuos, pero ahora la verdad es evidente para todos. No sólo eso: afrontamos una calamidad de deuda imposible, el sector bancario es un zombi, los mercados laborales están parados, el sistema está inundado de recursos mal valorados, la vivienda sigue siendo un lío y no hay otro sitio a donde ir que no sea abajo, abajo, abajo.

La QE1 y la QE2, más los increíbles esfuerzos de estímulo regulatorio, más los océanos de dinero falso creados por Ben Bernanke, más los tipos de interés al nivel del mar no han hecho nada salvo daño. Las oportunidades económicas se han cerrado para toda una generación. La libre empresa (y por tanto, toda la prosperidad) está luchando por su propia vida.

Todo esto se debe a la única cosa en la que Bush, Obama, los republicanos, los demócratas y todos los grandes medios de comunicación existentes están de acuerdo en que era lo que era correcto hacer: corregir las tendencias del mercado, estabilizar y luego estimular la macroeconomía. Una palabra: fracaso.

¿Sorprendidos? No deberían estarlo. Los austriacos tenían razón todo el tiempo. No era un truco de magia. Los austriacos sabían que todos estos esfuerzos eran peligrosos y destructivos. Después de todo, este sinsentido keynesiano se ha probado muchas veces y ha fracasado en todas ellas. Y hay razones concretas: el gasto público drena el capital de reserva, las nacionalizaciones impulsan las ineficiencias y la creación de dinero distorsiona la realidad y dificulta la recuperación.

No hace falta ser adivino para entender que todos estos efectos no servirán para alcanzar sus objetivos declarados. Todo lo que hacen es potenciar al estado y sus amigos a nuestra costa. Quiero decir, quiero simpatizar con quienes fueron engañados (y conceder la mejor de las intenciones a quienes favorecieron una política estúpida), pero es realmente duro.

Tal vez fuera posible equivocarse en 1932, pero, realmente, los observadores más atentos deberían haber aprendido ya en 1936. ¿Pero desde entonces ir ronda tras ronda de estímulo fallido y aún no entenderlo? Increíble. Como ha demostrado Bob Higgs, no salimos de la Gran Depresión hasta que el gobierno no dejó de tratar de estimular la economía.

Tenemos ahora otra oportunidad más de decirlo. Escuchen y aprendan: los austriacos fueron los únicos que parecen haber anticipado no solo el declive sino asimismo el fracaso del estímulo. Puedo dar solo una pequeña muestra de los primeros cinco meses de la crisis de 2008.

Está “Is Deleveraging Bad for the Economy?”, de Frank Shostak, el 20 de agosto de 2008:
Es (…) inútil reclamar a los bancos que presten más si no hay ahorro real. Igualmente, no tiene mucho sentido sugerir que la Fed pueda reemplazar de algún modo ahorros reales inexistentes (…) imprimiendo más dinero. (También es un ejercicio de inutilidad aumentar el gasto público para arreglar el problema. Después de todo, si un gobierno gasta más, significa que a otro le quedarán menos recursos). Todo lo que conseguirá añadir más dinero a la economía es debilitar a los generadores de riqueza y por tanto reducir la oferta futura de ahorro real y debilitar el futuro crecimiento económico real”.
Está “Henry Hazlitt on the Bailout”, de Scott Kjar, el 15 de octubre de 2008:

El argumento de que el gobierno está de alguna forma inyectando nuevo capital en el mercado es absurdo. El gobierno está realmente tomando dinero de los mercados de capitales que posteriormente se inyecta en los mercados de capitales. No hay una fuente adicional de financiación, sólo hay un desvío de fondos de actividad más productivas a actividades menos productivas, con el gobierno actuando como intermediario.


Así que cuando Henry Paulson argumenta que es necesario inyectar dinero en los mercados del crédito para impedir que se paralicen, no se preocupa por entender que el dinero que inyecta en los mercados del crédito viene directamente de los mismísimos mercados del crédito. Está haciendo poco más que reordenar las sillas de cubierta en el Titanic.
Kevin Duffy daba en el blanco con su “Looting the Responsible” del 8 de octubre de 2008:


El gobierno no tiene recursos propios, ni elfos trabajando horas extras para producir algo de valor, solo promotores que adoptan la economía de Papá Noel. Solo puede transferir riqueza de un grupo a otro (quedándose con una tasa de transacción nominal en el proceso). El actual (…) paquete de rescate de 700.000 800.000 millones de dólares no es nada más que un saqueo a los responsables y productivos por parte de los pródigos y derrochadores. Llámenlo darwinismo invertido: la supervivencia de los menos dotados. (…) Hacer una transfusión de más sangre del productivo parasitado al parásito no hace a largo plazo más sano a ninguno de los dos.


Para que la economía y el país empiecen a curarse, necesitamos capital, credibilidad y autoridad para ir de los derrochadores a los productivos. Como es previsible, la élite en el poder intenta conseguir exactamente lo contrario.
Consideremos “Bailout Blame Game”, de Christopher Westley, el 7 de octubre de 2008:


Como estudioso de la Depresión, sé que el Congreso y el ejecutivo pueden hacer mucho daño antes de que llegue el largo plazo y realmente pueden retrasar su llegada indefinidamente. ¿Atacarán al Presidente Obama los conservadores que apoyaron esta legislación dentro de dos o tres años, en el caso de que la economía evolucione hacia una repetición de la década de 1970, gracias en buena parte al intento del gobierno de anticiparse a las fuerzas del mercado en las últimas dos semanas? Parece probable. Nuestros problemas actuales derivan de la inyección de crédito en el pasado. Pensar que esa inyección hoy no tendría el mismo efecto en el futuro es desafiar cosas molestas como las leyes naturales y económicas.
Comentarios dolorosos de “The Rescue Package Will Delay Recovery”, de Frank Shostak, el 29 de septiembre de 2008:


Es verdad que el sistema financiero debe ser rescatado; debe ser rescatado de las instituciones que tienen malas deudas que están drenando actualmente el capital mientras esperan un rescate y añaden poca cosa a cambio. Son ellas las que impiden que las actividades generadoras de riqueza extiendan la riqueza real en el sector financiero y las demás partes de la economía. (…) El paquete del gobierno no va a rescatar la economía, sino que rescatará actividades que la economía no puede permitirse y que los consumidores no quieren. Sostendrá el despilfarro y promoverá la ineficiencia, drenando recursos al crecimiento y la eficiencia
De Doug French, tenemos “History Is Clear”, publicado el 13 de noviembre de 2008:



¿Sorprende que el plan del Secretario del Tesoro Henry Paulson se haya transformado en uno donde el gobierno federal toma participaciones en bancos, compañías hipotecarias y al menos una empresa aseguradora? (…) Pero la historia es clara: más dinero no resolverá esta crisis, un retorno a una moneda más fuerte lo haría.
“Consumers Don’t Cause Recessions”, de Robert Murphy, abría en canal la teoría de Krugman el 11 de noviembre de 2008:
Cuando la recesión es el resultado de un auge artificial inducido por el banco central (como el reciente auge inmobiliario), el declive es un periodo de reajuste, cuando los recursos mal asignados se redirigen a líneas más apropiadas, coherentes con las preferencias del consumidor y las realidades tecnológicas. Cuando el gobierno se entromete y trata de impedir este reajuste, simplemente mantiene un despliegue insostenible de recursos escasos.
Y de nuevo Murphy en “Markets Need Time, Not More Poison”, el 6 de noviembre de 2008:


La crisis actual da miedo, pero solo porque nadie sabe qué nuevo plan descabellado presentará el gobierno al día siguiente. Los recursos se invirtieron inapropiadamente durante el auge inmobiliario y la economía necesita tiempo para curarse. No hay manera de evitar este hecho.
Thorstein Polleit ha sido implacable a lo largo de esta crisis, como demuestra el ejemplo de “Confidence Is Leaving the Fiat Money System”, publicado el 10 de octubre de 2008.

Al rebajar artificialmente el tipo de interés a través de la expansión del crédito, los bancos centrales inducen los ciclos de auge y caída inducidos por la inflación, que llevan a niveles insostenibles de deuda.
Siempre que los mercados financieros intenten acabar con el desastroso proceso mediante, por ejemplo, un declive en la actividad económica, los gobiernos y los bancos centrales harán todo lo que haga falta para mantener en marcha el sistema de dinero fiduciario: rebajar los tipos de interés aumentando la expansión del crédito y aumentando la oferta monetaria.


En la situación actual, sin embargo, la capacidad de los bancos de seguir expandiendo el crédito y la oferta monetaria se ha visto enormemente disminuida: las pérdidas contables y (debido a la menguante confianza en el sistema) las pérdidas en pagos probablemente erosionen más el capital patrimonial de los bancos en el futuro.
“Don’t Bail Them Out”, de Llewellyn Rockwell, el 10 de septiembre de 2008:

El gobierno debería eliminarse completamente del trayecto de la acción y dejar que el mercado reevalúe los valores de los recursos. Eso significa quiebras, sí. Eso significa cierres de bancos, sí. Pero éstas son parte del sistema capitalista. Son parte de la economía de libre mercado. Lo que es lamentable no es el proceso de reajuste, sino que el proceso tenga que ser necesario por las intervenciones precedentes. (…) Necesitamos que el mercado maneje todo el proceso, pase lo que pase. Garantizo que esta solución es mejor que crear otro billón o así para rescatar a empresas en quiebra.
“Should the Crisis Shake Our Faith in the Market?”, de Art Carden, el 29 de diciembre de 2008:
El aclamado ministro Adrian Rogers dijo una vez que no puedes multiplicar la riqueza dividiéndola. Tratar de extender la riqueza a través de un plan de impuestos y redistribución no producirá prosperidad. Sólo hará compartir miseria (aunque tal vez más equitativamente). La solución es seguir reformas más orientadas al mercado que eliminen obstáculos a los emprendedores. Como sugieren la teoría y las evidencias, las reformas orientadas al mercado no son iniciativas basadas en la fe. Son nuestra única esperanza a largo plazo.
Hay cientos, incluso miles, de estos artículos y declaraciones desde 2008 hasta el presente. Aparecen cada pocos días y el mensaje es el mismo: esto no va a funcionar. Sus brotes verdes son una ilusión. No habrá estímulo. Dejemos que se liquide el mercado. El gobierno debería dejar de saquear la economía privada.

La Fed debería detener la creación de dinero. No más rescates. Dejemos que suban los tipos de interés. Dejemos que quiebren los bancos. Sobre todo: ¡dejemos de luchar contra el mercado! Solo entonces podremos tener una recuperación sólida.

Y así estamos en este momento posterior, más pobres que antes, sin ninguna esperanza a la vista para la economía real (el mundo digital parece silbar alegremente).

¿Por qué hay quien continúa tomando en serio a Krugman y compañía? En realidad, ¿alguien toma en serio a quienes nos advirtieron que salvo que se siguiera el plan keynesiano, el mundo se acabaría y perderíamos una oportunidad de una gloriosa recuperación? No es solo el New York Times, son también el Wall Street Journal y toda la prensa financiera los que continúan embelesados con los absurdos de la teoría keynesiana.

Reprochémoselo un poco más: Los austriacos también teníamos razón en que el auge antes de 2008 era insostenible. Ver “The Bailout Reader”. No nos divierte tener razón en esto. Es realmente triste que cualquier observador informado de los acontecimientos no se dé cuenta, a la vista de la observación de la experiencia y el sentido común, de que el gobierno no puede hacer aparecer la prosperidad por muchas danzas kabuki que hagan los funcionarios del Tesoro.

En el equipo ganador están quienes comprenden la economía sensata. En el perdedor están quienes siguen pensando que el veneno puede curar al paciente. Así que, repetimos: la parálisis y la depresión continuarán hasta que se deje al sistema corregirse a sí mismo.

Jeffrey Tucker es editor de Mises.org y autor de It’s a Jetsons World: Private Miracles and Public Crimes y Bourbon for Breakfast: Living Outside the Statist Quo

Fuente: Instituto Mises Hispano

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