jueves, 10 de noviembre de 2011

Un testimonio brutal (y real) del funcionamiento de la banca de inversión. (Bolsa, Mercados financieros. 37)

Pues efectivamente, lo que cuenta Mike Mayo es absolutamente cierto y es lo que pasa en el mundo de la banca de Inversión:

"Mike Mayo, el analista que amenaza con incendiar Wall Street:

Aprovechando la fiesta en Madrid con motivo de la Festividad de la Almudena, patrona de la ciudad, me van a permitir que les acerque una historia que amenaza con incendiar Wall Street. No me estoy refiriendo, para decepción de algunos, al movimiento local de indignados, de los que se ha probado que apenas un 10% del total duermen en las tiendas de campaña situadas en los alrededores de la mítica calle. Les hablaré del libro recién publicado por Mike Mayo, analista del sector financiero durante veinte años, en el que cuenta las presiones de entidades, clientes y sus propios jefes para que “olvidara” hacer recomendaciones de venta sobre las acciones bancarias sujetas a su cobertura. Ahora que películas como Wall Street 2, Margin Call o Inside Job hacen un retrato casi demoníaco de aquellos que integran la industria de los mercados, con su Exiliado en Wall Street, el ex banquero añade un poquito más de sal a la herida del descrédito de una industria ya de por sí desprestigiada ante los ojos de la ciudadanía.

Un testimonio brutal sobre las miserias de la banca de inversión en general y del negocio del brokerage en particular que el propio autor extracta para la edición de ayer de Wall Street Journal con un frontispicio demoledor: (el) Porqué Wall Street no puede soportar la verdad. Me limitaré a traducir para ustedes algunas de las perlas recogidas en el texto original, al tratarse de un documento autoexplicativo, en el que importa menos la forma, el mayor o menor acierto de Mayo en sus ideas, y más el fondo de lo que denuncia. Hay tres partes: una introductoria, otra con vivencias personales del autor en bancos suizos, americanos y alemanes (en todas partes cuecen habas) y una tercera con su propuesta de solución del problema de la banca. Prescindiremos de la última, toda vez que vuelve sobre el manido debate regulación vs libertad de acción, exigencia de mayor transparencia y mejor supervisión, y abolición de una vez para siempre del riesgo moral (capitalización de ganancias, socialización de pérdidas).

Que lo disfruten… por decir algo.

“Tener una visión negativa no te granjea demasiados amigos en el sector bancario (…) Sin embargo, en la última década sus acciones han sido una inversión ruinosa, con caídas acumuladas en cinco años entre el 50% y el 70%. Se supone que los analistas somos una suerte de termómetro del sistema financiero, gente capaz de leer un balance y contarles a los inversores lo que está pasando. Hay unos 5.000 pululando por ahí (…) No obstante, la mayoría son cheerleaders que se limitan a contentar a todo el mundo. Por eso apenas el 5% de sus recomendaciones son de “venta”, cuando hasta un becario sabe que, por pura lógica, no puede haber un 95% de acciones ganadoras.


A lo largo de estos años he subrayado problemas específicos de los valores sujetos a mi supervisión. Cosas como el excesivo riesgo de balance, la desmedida remuneración de los ejecutivos o la agresividad de determinadas políticas crediticias. ¿Cuál ha sido mi premio? Ser sistemáticamente insultado, ignorado, amenazado con acciones legales o, simplemente, tomado por bobo solo con el fin de que moderara mi visión. La presión es tal que no me extraña que muchos hayan decidido transigir. El resultado de tal complacencia es conocido: el estallido sucesivo de crisis que llegan “por sorpresa” pese a las múltiples advertencias sobre su advenimiento.

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Todo comenzó en 1999, cuando era Managing Director en CSFB. Tenía la impresión de que se avecinaba una caída del sector bancario (…) Preparé un informe de 1.000 páginas, con datos detallados de 47 instituciones financieras. Ninguna se salvaba. Una visión opuesta a la del resto de mis colegas (…). Por aquel entonces, casi el 100% de las recomendaciones eran de compra, no en mi sector: ¡en todos! Merrill Lynch tenía 940 títulos en “buy” y solo 7 en venta, la relación en Salomon era de 856 a 4 y en Morgan Stanley de 670 frente a… ¡cero!

(…) Presenté el documento a la fuerza de ventas. En breve llegaría a más de 300 gestores de las principales firmas de inversión del planeta (…) Ocurrió entonces lo que no había sucedido con anterioridad: me pidieron que volviera a hacerlo, eso sí, con la sugerencia de que dejara la calificación sectorial en “mantener”. Insistí en mi postura (…) El ataque comenzó de inmediato (…), clientes, medios de comunicación… Recibí amenazas directas en mi buzón de voz: “cuidadito con lo que dices”. Muchos bancos se negaron a recibirme desde entonces e incluso un par de entidades del Medioeste y del Sudeste amenazaron con romper cualquier tipo de relación comercial con Credit Suisse (…) Ese año la banca regional estadounidense tuvo su peor comportamiento relativo frente al mercado en medio siglo, con una caída de pico a suelo superior al 20%.


Ocurrió algo parecido en 2001 cuando, recién aterrizado en Prudencial, inicié mi cobertura de la banca estadounidense con nueve recomendaciones de “venta”. Era una apuesta extraña ya que por aquel entonces la tendencia sectorial era al alza. Se repitió el guión: charlas paternalistas de gestores de fondos; acceso restringido a los ejecutivos de las compañías, elemento esencial de mi trabajo; incluso Goldman Sachs, uno de los afectados, me sugirió que, si quería seguir manteniendo contacto con ellos, sería bueno que “mantuviéramos una charla” (…) En ella se me explicó abiertamente que mi relación con el banco de inversión se tenía que asentar sobre tres pilares: visión, influencia y conocimiento. “Somos nosotros los que te evaluamos a ti y no al revés”.


En 2007 la vida me había llevado a Deutsche Bank y, en noviembre, acudí a la CNBC donde afirmé que la crisis que acababa de comenzar tendría un coste agregado de 400.000 millones de dólares, cifra que con el tiempo se ha probado conservadora pero que, por aquel entonces, se encontraba muy por encima del consenso del mercado (…) La cotización de la banca aún no se había resentido y creía firmemente que los inversores debían poner su dinero a buen recaudo (…) Tras ocho años advirtiendo lo mismo, mi discurso era el de la voz que clama en el desierto. No obstante, y tras esta intervención, DB no tardó en sugerirme que dejara de hacer comentarios tan negativos a la prensa (…) Terminó perdiendo 4.500 millones de euros (…) Y yo me vi privado de poder dirigirme a interlocutores distintos de mis clientes”.

¿Cómo se quedan? Pues eso. La pieza original merece una lectura. No se la pierdan."

Fuente: Cotizalia

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