lunes, 11 de mayo de 2015

Ni de izquierda ni de derecha: libertarios

Priscila Guinovart explica brevemente y a grandes rasgos qué es un libertario, y por qué descoloca tanto a los de izquierda como a los de derechas.
 
Artículo de El Canal:
 
A lo largo y ancho de toda América, pero muy particularmente en América Latina, existe una necesidad casi física de etiquetarnos políticamente.
 
A principios del siglo XX se experimentó, a nivel mundial, un ‘boom’ socialista–comunista que tuvo muy visibles efectos en nuestro continente, y que se materializó en 1959 con la victoria de Fidel Castro y sus aliados en Cuba.
 
Galeano reconoció que "Las Venas Abiertas de América Latina" no tiene sentido ya (Flickr)
Galeano reconoció que “Las Venas Abiertas de América Latina” no tiene sentido ya (Flickr)
 
Distintos movimientos, desde el obrero, pasando por el campesino al estudiante, se expandieron por América Latina en la década de los 60. Estos ideales se vieron reforzados por el círculo
intelectual, y probablemente ninguna obra con aspiraciones anti-imperialistas tuvo tanto alcance, dentro de este espectro, como la del uruguayo Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina.
 
Si bien el mismísimo Galeano afirmó recientemente que no volvería a leer su opera magna, ya que carecía de conocimientos políticos y económicos al escribirla, fueron muchos quienes se vieron seducidos —desde, por supuesto, la más profunda de las honestidades— por lo que parecía ser la solución perfecta al abuso, pobreza y desigualdad tan tristemente comunes en las naciones latinas.+
Entre una izquierda populista y una derecha pacata hasta el absurdo (porque quiere serlo, y porque no sabe ser de otra forma), las opciones para las etiquetas solicitadas parecieran agotarse.
 
Las caras de muchos de mis amigos se desfiguran cuando digo que soy libertaria. No saben dónde colocarme dentro del mapa político. Y la situación no mejora cuando confieso haber votado a candidatos de distintos partidos políticos, pero que prefiero votar anulado. No importa cuánto explique, la pregunta que corona mi discurso es siempre, ‘¿pero sos de derecha o izquierda?’
 
Preguntarle a un libertario si es de derecha o izquierda es como preguntarle a una serpiente cascabel cuál es su mano hábil —simbolismo para nada accidental, claro está. Es simple: no somos ni lo uno ni lo otro.
 
¿Qué es entonces, y a muy grandes rasgos, un libertario?
 
Primero que nada, los libertarios, al igual que cualquier grupo humano, no siempre estamos de acuerdo. Están por un lado los minarquistas (los que abogan por un gobierno mínimo) y los anarco-capitalistas; pero todos, absolutamente todos, rechazamos el “estado niñera”, dador y paternalista, afín a los impuestos-robo, a intervenir, regular, subsidiar, prohibir y sobre-legislar.
 
Los libertarios defendemos las libertades, todas ellas por igual. Es decir, el libertario está a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, pues nadie debe meter sus narices en nuestras camas, ni decirnos a quién amar.
 
Los libertarios defendemos la despenalización de todas las drogas, teniendo aquí dos motivos principales: la libertad de consumo (yo fumo/ como/ inhalo o bebo lo que me plazca) y, no menos importante, porque la guerra contra las drogas ha costado fortunas en todos los puntos del globo y ha fallado escandalosamente.
 
Muchos libertarios creemos también en el legítimo derecho de la mujer a interrumpir un embarazo si así lo desea, ya que el cuerpo es suyo, pero este es uno de los principales puntos de conflicto de la filosofía libertaria.
 
Por todo lo anterior, se nos tilda de ser de izquierdas. Pero, reitero, los libertarios defendemos todas las libertades, y entre estas se encuentra una que es clave, puesto que creemos es el camino a la prosperidad, y es la libertad de mercado.
 
El libertario es intrínsecamente capitalista y sostiene que solo a través de un verdadero mercado libre, sin regulaciones ni lobbies político–empresariales, los individuos aumentarán sus riquezas.
 
No demonizamos al empresario, por el contrario. Hay una frase, atribuida a Winston Churchill, que dice lo siguiente: “creer que el libre mercado es solo para los ricos, es como creer que la libertad de expresión es solo para los elocuentes”.
 
Defendemos la propiedad privada (que es básicamente un derecho humano) y la innovación. ¿Qué respalda nuestros ideales? El avance tecnológico y económico del que hemos sido testigos desde el siglo XIX.
 
En la Revolución Industrial comenzó una era de progreso nunca antes vista en la historia humana. (Priscila Guinovart)
Producto Interno Bruto per cápita: la Revolución Industrial dio inicio una era de progreso nunca antes vista en la historia humana. (Priscila Guinovart)
 
 
Nunca fuimos tan ricos. Sí, aún hay pobreza en el mundo y nos indigna, pero el ser humano jamás tuvo acceso a tanto como en la época actual. A pesar del vilipendio del que ha sido víctima, ningún sistema económico nos enriqueció tanto como el capitalismo.
 
Por lo anteriormente expuesto, se nos acusa de ser de derechas.
 
Los libertarios no creemos que ni el Estado ni tercero alguno sepa qué es mejor para nosotros. Creemos en la inteligencia del individuo, en sus habilidades y sentido común. Nadie decide sobre nosotros de la misma manera que nosotros no decidimos sobre la voluntad de nadie. Nadie nos puede prohibir tener armas (derecho a la propiedad) ni tampoco vigilarnos (derecho a la privacidad, también un derecho humano). Un libertario frunce el ceño al ver cámaras en las calles o al enterarse de programas de vigilancia masiva tales como El Guardián, en el caso de Uruguay, y tantos otros a nivel mundial.
 
Tenemos un principio que es nuestro guía, y es el Principio de No Agresión (NAP), por sus siglas en inglés. No agredimos a quienes no nos agreden y estamos dispuestos a defendernos en caso de que sí se nos violente. El Principio de No Agresión es de inmensa importancia para nuestra filosofía: nos hace, en consecuencia, pacifistas innatos.
 
Un libertario cree en el individuo y que este es dueño de sí mismo. Un libertario entiende que no hay principio más noble que la libertad, dado que esta se justifica a sí misma.

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