jueves, 7 de mayo de 2015

¿Por qué podemos comer sin miedo productos transgénicos?

Antonio Ruiz de Elvira sobre el miedo irracional hacia los productos transgénicos.
Artículo de El Mundo:
El miedo es una actitud irracional producida por imágenes mentales construidas en el cerebro. Ante un peligro real, hay quien tiene miedo y hay quien no lo tiene: El miedo no es algo objetivo, sino un producto de las conexiones neuronales.
Mueren muchísimas más personas por accidentes de tráfico en un año que por atentados terroristas o por infecciones como el ''ébola''.  Pero nadie se horroriza del tráfico. La histeria con el ébola la acabamos de ver, lo mismo que con el terrorismo.
Recibo con frecuencia preguntas acerca del peligro de los cables de alta tensión o de las antenas de los móviles, un peligro exactamente igual a cero. El asma y el enfisema pulmonar crecen en las grandes ciudades, por ejemplo, en Madrid, y somos muy pocos los ciudadanos que reclamamos a los ayuntamientos que acaben de una vez con la polución. Basta con prohibir el diesel dentro de las ciudades.
Pues bien, el miedo a los vegetales transgénicos es uno de estos miedos sin sentido, similar al miedo al ébola.
La vida ha avanzado en su desarrollo gracias a mutaciones constantes, a cambios constantes de los genes que la definen. El 99.9999.... de ellas generan entidades inviables.   Pero hay muchas mutaciones y ha habido mucho tiempo: Mil millones de años, una cifra de muy difícil comprensión.  Nosotros, los Homo Sapiens, somos fruto de una de esas mutaciones y claro, la nuestra fué viable.
El trigo del pan que comemos todos los días es una modificación genética de las hierbas que había en la zona de Mesopotamia hace unos 8.000 años, modificación que hacía que las semillas cayeran bajo la planta en vez de ser dispersadas por el viento. Una mutación inviable sin la acción humana que recogía las semillas para plantarlas de nuevo bien espaciadas. En este sentido el trigo actual es un transgénico hecho viable por el ser humano.
Hemos destinado, y los ciudadanos han alabado, cientos de millones de dólares o euros a la secuenciación de los genomas de un número creciente de seres vivos, desde bacterias y hongos, a nuestro propio genoma humano.
Hoy se demandan curaciones de enfermedades mediante manipulación genética.
Pero se rechaza, por una buena parte de la población, la posibilidad de comer vegetales modificados, no mediante el choque aleatorio de un rayo cósmico, sino por los mismos laboratorios a quienes se pide la curación de esas enfermedades.
De hecho estamos comiendo vegetales transgénicos desde hace 40 años, directamente o a través de los animales alimentados con esos vegetales, y no nos pasa nada, o nada peor que lo que nos hace la contaminación, por ejemplo la de Madrid que, ésta sí, nos causa problemas respiratorios muy considerables.  
He leído, desde hace muchos años, toda clase de artículos, supuestamente científicos, sobre el problema. Los artículos no describen procedimientos científicos, sino que son estudios del tipo de muchos otros publicados con una ignorancia radical sobre lo que es la validación de una hipótesis en el laboratorio.
Son, por lo general, similares a un estudio mal hecho, pero publicado hace décadas, sobre el hierro que contienen las espinacas, y que generó las historias cómicas de Popeye. Una repetición del estudio hecha recientemente no encontró más hierro en las espinacas que en otros vegetales. Pero los niños de los EEUU y Europa fueron animados a comer espinacas porque eran muy sanas.
Los argumentos en contra de los transgénicos son del siguiente tipo:
Un autor, del que no aparecen sus credenciales académicas, Jeffrey M. Smith, fundador de un Instituto para la Tecnología Responsable, y cuyas credenciales son una serie de libros, escribe cosas como:
a) A 40 ratas se les alimentó forzadamente con tomates transgénicos. Siete murieron en dos semanas. No dice si el experimento se repitió 100 veces, la única garantía científica para saber si las 7 ratas que murieron lo hicieron exclusivamente por la ingesta de transgénicos.
b) Personal de la Agencia Federal de los EEUU para las Drogas y los Alimentos avisó de que los transgénicos podrían crear alergias, enfermedades y problemas nutricionales. Evidentemente. Pero eso no es ciencia. Las cosas hay que demostrarlas, no indicar su posibilidad. Subir a los Andes puede resultar en cáncer, lo mismo que respirar el humo de escape de los camiones españoles. ¿Resulta en cáncer?
c) Un informe de la Academia de Ciencias de los EEUU indica que los análisis de transgénicos pueden no detectar cambios en la composición de los alimentos. El Consejo Indio de Investigaciones Médicas identificó una lista de efectos que pudieran derivarse de los alimentos transgénicos. ¿Se derivan?
d) Ratas y ratones alimentados con transgénicos desarrollaron una serie de problemas de salud. No se explica si una población similar de estos animales alimentados con alimentos no transgénicos  no desarrollaron los mismos o similares problemas de salud.
En fin ...
Todos los estudios que he leído hablan solamente de ''posibles problemas''. No he conseguido aún leer un estudio científico, desarrollado durante años con grupos de personas que comen habitualmente alimentos transgénicos  y grupos de control de personas de edades y comportamientos similares, pero que no los comen, que indique alguna diferencia estadísticamente significativa en la salud de las personas de ambos grupos. 
Millones de personas comen diariamente alimentos transgénicos o animales que han comido alimentos transgénicos. Miles de millones de personas utilizan hora a hora teléfonos móviles. Miles de personas viven debajo de cables de alta tensión.  A ninguna de esas personas les pasa nada distinto de lo que les pasa a otras que no comen transgénicos o sus derivados, no utilizan teléfonos móviles o no viven bajo cables de alta tensión.
Sin embargo a los que nos movemos en coche, camión, o andando por carreteras y calles nos pasan constantemente accidentes mortales o daños irreparables. En Alcalá de Henares llevamos en un año cinco peatones muertos al cruzar las calles por los semáforos en verde.  A los que vivimos bajo las mantas de polución de las ciudades nos pasa que cada vez podemos respirar peor.
No soy partidario de, ni contrario a, los alimentos transgénicos. Este Post de hoy no es una lanza rota en su favor. Es sencillamente una llamada de atención a que no hay pruebas científicas, realmente científicas, desarrolladas a lo largo de 40 años con poblaciones con alto número de personas que ingieran transgénicos y el mismo número de personas que no los consuman (grupo de control), que indiquen que los transgénicos son perjudiciales.
Podrían serlo. Evidentemente. Los seres humanos podríamos volar moviendo los brazos como hacen las aves. Pero no podemos.  Las posibilidades son innumerables, las realidades muy pocas.  
Los transgénicos acabarán, si son eficaces, no siendo diferenciados de otros tipos de alimentos. Si no lo son, desaparecerán como desaparecen todos los inventos que no funcionan.
¿Peligrosos? Por todo lo que he estudiado, no lo son más que cruzar una calle de Alcalá de Henares por un semáforo, tomar el sol en las playas (cáncer de piel) o subir en una excursión o en un globo a 6.000 metros de altura.
Por otro lado, un desarrollo del que da cuenta El Mundo parece que pudiese  impedir que las proteínas de los transgénicos contaminen a las plantas no modificadas. Pero esto es un futurible que no es ciencia, como no lo es todo lo que contaba un cierto señor también en El Mundo sobre ver materia oscura a través de un espejo. Ciencia es lo que se ha validado en laboratorios independientes por equipos radicalmente independientes. Lo demás es "wishful thinking".      
Muchos dirán que estoy pagado por las empresas de transgénicos. Deberían probarlo fuera de toda duda.  También pueden decir que estoy pagado por las empresas de telefonía móvil y las eléctricas. Si fuera así debería poder circular por Madrid con un coche eléctrico Tesla bajo mis manos (vale unos 80.000 euros), lo que es uno de mis sueños que no satisfaré. Circulo con un Prius normal y corriente, como una buena parte de los taxistas de la ciudad.
En los pasillos del Edificio de Ciencias de la Universidad de Alcalá hay decenas de cámaras frigoríficas llenas de transgénicos inocuos que han creado mis colegas científicos.
La ciencia es una cosa. La superstición, otra distinta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Twittear