viernes, 11 de diciembre de 2015

Campaña electoral: una subasta anticipada de bienes robados

Ignacio Moncada analiza la campaña electoral, que no es otra cosa (como bien dijera H.L. Mencken), que "una subasta anticipada de bienes robados", en la que siempre pierde el contribuyente.


Artículo del Instituto Juan de Mariana:

En campaña electoral, resulta inevitable recordar aquella frase del periodista estadounidense H. L. Mencken en la que afirmaba que “cada elección es una suerte de subasta anticipada de bienes robados”. También es ilustrativa aquella viñeta de Roger Maynard en la que un hombre aplaude entusiasmado ante un político que lanza billetes al aire, mientras su sensata mujer le recuerda: “Esa es tu cartera”. Los políticos aprovechan los días de campaña para comprar el voto de la gente, para prometer cosas gratis pagadas con el dinero de otro. Como dice Thomas Sowell, si vota por ellos, luego no se queje cuando le quiten el dinero a usted.

De entre los cuatro principales partidos, el programa electoral más irrelevante sin duda es el del PP. Aunque sobre el papel prometan rebajas de impuestos, tras cuatro años de gobierno se han esforzado por dejar claras dos cosas. Primero, que entienden el programa electoral como un gran engaño, como un instrumento para tratar de ganar las elecciones que pueden tirar a la basura una vez logren ese objetivo. Y segundo, que pese a lo prometido, harán todo lo posible por seguir alimentando la hipertrofiada burbuja política a costa de la confiscación tributaria a los ciudadanos. Pero por si quedara alguna duda, Soraya Sáenz de Santamaría fue muy tajante en el reciente debate a cuatro: “No va a haber más recortes”.

La propuesta económica del PSOE no le va a la zaga en lo que a voracidad tributaria se refiere. De hecho, el candidato Sánchez propone “recuperar el testigo que nos dejó Zapatero”, pero no derogando la subidas impositivas de Montoro, sino eliminando cualquier tipo de reforma encaminada a reducir el paro y contener el déficit. Sánchez ha sido muy claro al reconocer que no se bajarán impuestos. Pero a la vista de sus promesas de gasto es obvio que se queda corto: para gastar más tendrá que aumentar la voracidad recaudatoria.

Podemos directamente rompe el Prometómetro, y figura como el partido que aspira a gastar una mayor cantidad de dinero público. Hay que admitir a Pablo Iglesias que no se esconde y que también promete multiplicar los impuestos a los ciudadanos con mayor intensidad que nadie. Pero para cubrir los 134.000 millones de euros de gasto adicional, los nuevos impuestos propuestos serán insuficientes. Por ello también propone poner fin a cualquier tipo de reducción del déficit público. Lo extraño, si aspira a pagar buena parte de sus promesas con cargo al déficit, es que critique con tanta insistencia el endeudamiento al que nos han llevado PP y PSOE: si pretende cumplir con sus promesas, tendrá que acelerar aún más el ritmo de endeudamiento.

Si nos limitamos a comparar los cuatro grandes aspirantes a gobernar España probablemente Ciudadanos sea la alternativa menos mala, pero no por ello dejan de estar insertos en el consenso socialdemócrata. Aunque proponen rebajas en tipos impositivos pretenden aumentar la recaudación. Pese a que prometen recortar en gasto superfluo y duplicidades administrativas, aspiran a mantener el monto total del gasto público. Como bien decía Juan Ramón Rallo, las propuestas del partido de Rivera “se dirigen a modernizar la socialdemocracia y a volverla algo menos destructora de las bases de generación de riqueza”. Pero vamos: socialdemocracia al fin y al cabo.

En conclusión, gane quien gane el próximo 20 de diciembre, el contribuyente pierde. No todos son iguales, pero sí tienen importantes parecidos. Y en todo caso parten de la misma premisa: que el dinero del contribuyente está a su entera disposición para su asalto particular del poder político. Pues como también dejó escrito H. L. Mencken: “Los gobernantes sólo tienen talento para alcanzar el poder y mantenerlo. Para ello, su principal instrumento es identificar a colectivos que desean algo que no pueden obtener y les prometen que se lo darán. Nueve de cada diez veces, esa promesa no vale nada. La décima vez se cumple saqueando a ‘A’ para satisfacer a ‘B’”.

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