miércoles, 2 de diciembre de 2015

Todos somos transgénicos (y estamos vivos gracias a ello)

Sergio Ferrer sobre la naturalidad que tiene en las especies, empezando por el ser humano la mezcla de material genético entre las mismas, mecanismo que ha dirigido la evolución de los seres vivos durante millones de años. 
Artículo de El Confidencial:
Foto: (Thinks stock)
Llamamos transgénicos a aquellos organismos en los que parte de su material genético proviene de otro ser vivo diferente. La palabra es asociada inmediatamente a tomates, salmones, empresas malvadas y a un apocalipsis zombi desatado por irresponsables científicos que juegan a ser Dios. Pocas veces pensamos en que muchos animales son transgénicos de forma completamente natural. Nosotros los primeros.
"¿Y por qué querría yo genes de otras especies?", podríamos preguntarnos. Pues según un reciente estudio que ha pasado bastante desapercibido, para vivir. Una investigación de la Universidad de Stanford publicada la semana pasada en la revista 'Nature' asegura que existe material genético de virus ancestrales en nuestro genoma y que este es fundamental para nuestra reproducción.
Repetimos: nuestro genoma tiene 'cachos' de virus desde hace millones de años. Como suena. En realidad esto ya se sabía, pero lo que los investigadores han descubierto es que, además, este material genético extraño es útil. Su presencia es fundamental para una etapa temprana del desarrollo embrionario, concretamente en la preimplantación del embrión.
Durante la infección de un virus, no es extraño que parte de su material genético termine por accidente en el genoma del huésped, sin mayor utilidad. De hecho, se sabe desde hace años que el 8% de nuestro genoma pertenece a virus. Aun así es fascinante pensar que, en algún momento de la evolución humana, nuestros antepasados comenzaron a reciclar estas sobras virales para su propio beneficio. 
A los rastros de virus debe sumarse la presencia de entre un 1% y un 3% de genoma neandertal a nuestro genoma, un legado que mejoró la adaptación del ser humano moderno a los climas fríos, aunque quizá también lo volvió más sensible a ciertas enfermedades.


Niña junto a una reproducción de neandertal.
Niña junto a una reproducción de neandertal.

Burlar a la muerte con genes extraños

Pero el ganador indiscutible del título de mejor transgénico natural es el tardígrado. Este curioso ser, también conocido como oso de agua por su extraño aspecto, es un animal que se ríe de la muerte. Pueden resistir temperaturas extremas que van desde (casi) el cero absoluto hasta los 150ºC. También dosis de radiación 1.000 veces superiores a las que matarían a cualquier otro ser vivo. Y además es el primer y único animal conocido capaz de sobrevivir en el espacio exterior.
La explicación a esta sorprendente capacidad de supervivencia se encuentra sin duda en su genoma, pero quizá no en la forma en que los científicos lo hubieran esperado. Un estudio publicado la semana pasada asegura que el 16% del ADN de los tardígrados proviene de otros organismos como bacterias y hongos.
Introducir material genético de unas especies en otras es a menudo comparado con el trabajo de Frankenstein, el investigador de ciencia ficción que perdió su nombre cuando el moderno Prometeo le ganó en popularidad. Pero no tiene nada de artificial: la llamada transferencia horizontal es un mecanismo que ha dirigido la evolución de los seres vivos durante millones de años. El ser humano solo ha logrado acelerar el proceso y optimizarlo en su propio beneficio.

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