sábado, 7 de septiembre de 2013

El español es como el cerdo, se aprovecha de él hasta los andares. (Política, Economía. 1.946)

Un muy descriptivo artículo de David de Bedoya sobre la absoluta explotación a la que es sometida el ciudadano por parte del Estado (curiosamente de esto nadie parece quejarse), en todas y cada una de las cosas que hacemos.
Más que interesante para mostrar a todos los que piensan y defienden que pagamos pocos impuestos...

Artículo de Liberal Spain:
"Me despierto a las 6:30 de la mañana. Según salgo de la cama, me percato de que el inmueble en el que resido – mi vivienda – está sujeta al impuesto sobre el patrimonio y al impuesto sobre el catastro, así como al impuesto de bienes inmuebles de carácter municipal. Camino hacia el lavabo, el agua corriente está sujeta a una tasa así como la energía que se me suministra – junto con el IVA que pago en la factura y el impuesto medioambiental – mientras llego a la cocina, enciendo el reproductor de música donde tengo mi viejo disco de Extremoduro, por el cual pagué un impuesto de canon por copia privada.
Al terminar el desayuno, habiendo ya realizado en tan sólo 30 minutos actividades por las que he tenido que pagar ocho impuestos y dos tasas, me dirijo hacia mi precioso coche de segunda mano. Este vehículo, al comprarlo, tuve que abonar el IVA, así como también el impuesto sobre transmisiones patrimoniales onerosas. Por no olvidar que el coche paga el Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica así como, al repostar, paga el IVA y paga el impuesto especial de hidrocarburos. Para los afortunados que poseemos un coche eléctrico, cambiamos el IVA e hidrocarburos por más IVA y más tasas e impuestos verdes en la factura de la luz del hogar. Ah, se me olvidaba, el coche también se incluye en el pago del impuesto sobre el patrimonio.
Llego a mi pequeña empresa. Esta empresa, simplemente por estar operativa, paga el impuesto sobre actividades empresariales. Si tiene beneficio, paga el impuesto de sociedades y, además, paga la diferencia entre el IVA repercutido y el IVA soportado junto con un sinfín de innumerables impuestos, como podría ser las cotizaciones a la seguridad social de mis trabajadores. La empresa la estamos remodelando, obra por la cual tuvimos que pagar el impuesto sobre construcciones, instalaciones y obras.
La actividad prioritaria de la empresa es la gestión de reclamaciones judiciales, motivo por el cual a diario pagamos el impuesto sobre actos jurídicos documentados. Como estaba en pérdidas, debido a la alta presión fiscal, tuvimos mi socio y yo que inyectarle más capital social, por lo cual tuvimos que tributar tanto por impuesto del patrimonio, por impuesto de actos jurídicos documentados y por impuesto de operaciones societarias. El edificio está a nombre de la empresa, teniendo que pagar (nuevamente) impuesto sobre bienes inmuebles e impuesto de catastro. Además del impuesto sobre el incremento del valor de los terrenos, pues el suelo está a nombre de la empresa. No he encendido aún el ordenador de mi oficina cuando ya, echando la cuenta y tan sólo 90 minutos después de despertarme, ya he realizado suficientes actos como para haber pagado 28 impuestos y 4 tasas a las administraciones públicas.
Desarrollo mi trabajo a diario. Cada cliente que entra paga un IVA, a cada suministrador le pagamos el IVA. A la hora de comer, tengo que pagar el IVA nuevamente y así sucesivamente el día se va desarrollando con normalidad, entre pago de impuesto sobre el valor añadido, pago de actos jurídicos documentados y varios impuestos más que he de satisfacer. Además, fui a comer, donde pagué IVA. Pedí una copa de vino. El impuesto especial sobre el vino es del 0% (ya saben, por el lobby vitícola) pero aún así el impuesto existe para que el dueño del bar tenga que perder su tiempo precioso en rellenar declaraciones a Hacienda, liquidando el impuesto de 0€, sólo para que Montoro sepa cuánto vino se ha vendido en ese local.
Llega la tarde, la cuenta de cuántos tipos de impuestos he tenido que abonar ya se hace imposible, pero probablemente habrán superado los 50, en tan sólo un día. Y no piensen que esta situación se debe a tener una empresa, cualquiera de mis compatriotas sufraga un número de impuestos muy similar a diario.
Continuando, vuelvo a meterme en mi coche y pienso en mi declaración de la renta. En ella tributa toda mi renta obtenida, por el IRPF, con modalidades especiales para cada acto donde se manifiesta mi riqueza: parte por patrimonio, por familia, por tipo de consumo, gravamen específico para las rentas del ahorro (sí, esos dividendos de mi empresa que ya pagaron Impuesto de Sociedades y ahora vuelven a pagar el IRPF). Voy, en el coche, de camino a un sepelio. Pienso en la masa yacente (la herencia aún sin repartir) que está tributando. El muerto se ha librado de Hacienda por fin (sólo los muertos no pagan impuestos) pero no sus propiedades que siguen tributando. Además, tributan por valor que tienen a día de reconocimiento, no a día de aceptación. Esto es curioso porque si el fallecido (como es el caso) tenía acciones con valor a precio de mercado de 100 y cuando reciban la herencia esas acciones sólo valen 20, los herederos tributarán por su valor de 100 (tendrán que pagar más a Hacienda de lo que han heredado). Este impuesto, de sucesiones, es además más alto según la relación familiar con el difunto. El pobre sobrino del fallecido, que sabía que tendría que tributar en exceso, pidió al difunto que le donara en vida, por lo cual tuvo que pagar impuesto sobre donaciones.
Al terminar el sepelio (pagando IVA nuevamente en el parking) dejo el coche en casa y cojo el transporte público (tasa) para ir a un bar a tomar una cerveza. Antes, he de quedar con mi asesor fiscal. Toda esta maraña impositiva sería imposible de cumplimentar por mi parte. El salario que le pago es bastante elevado, y aún así no me asegura que esquivará posibles sanciones. Si no vean lo que le ocurrió a Messi. Esto debe ser lo que llaman presión fiscal indirecta: unas 10 horas mensuales con el asesor, la minuta que le pago y el papeleo a rellenar, además de papeleo complementario como las distintas liquidaciones de las figuras tributarias.
En fin, cuando termino de ver al asesor ya me dirijo a mi querido bar. A diferencia del vino de la mañana, la cerveza sí tributa en el impuesto especial de bebidas alcohólicas. Me la sirven en un botellín, que tuvo que tributar impuestos medioambientales en su fabricación. Pago, nuevamente, el IVA por el consumo de la cerveza junto al impuesto especial.
Es en este momento del día en el que pienso que no he realizado tantas actividades distintas (he utilizado la carretera, he consumido, he emprendido, he percibido renta y he ahorrado) y por cada una de ellas he pagado más de cinco impuestos. Supongo, en mis pensamientos, que la no confiscatoriedad será pagar unos 10 impuestos por cada manifestación de la riqueza. Termino varias cervezas, me fumo un cigarro (impuesto sobre las labores del tabaco e IVA) mientras camino hasta casa. Voy pensando cuánto tardarán en inventar un impuesto para la suela de los zapatos. Al cabo, desgastan también la acera como los coches la calzada y que caminar esté relativamente exento de tributación se me hace muy extraño.
Llego a casa, con todo el pago de impuestos que ello conlleva. Me meto en la cama, soñar no está fiscalizado de momento. Antes de cerrar los ojos, programo el despertador para el día siguiente. Mientras lo hago, observo que el despertador se alimenta a través de la energía solar, pagando en ese último momento el último impuesto del día, el impuesto al sol.
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Querido lector, espero que esta pequeña historia le haya agradado. No es precisamente exhaustiva, todo lo contrario, recoge sólo algunas figuras de nuestro sistema fiscal que pagamos todos casi a diario (a excepción de las empresariales) y si hacen la cuenta verán que pagan, al día, más de 60 impuestos (muchos de ellos varias veces, sí) y, probablemente, más de 10 tasas. Por no hablar de los que tengan que pagar alguna contribución especial. Cuando oigan a alguien decir que se pagan pocos impuestos, envíenle esta pequeña historia y que reflexionen sobre ella. Que reflexionen si es lógico que el mero hecho de conducir esté gravado por más de 10 impuestos y unas cuantas tasas. Que piensen si es lógico que la vivienda tribute en concepto de 4 ó 5 impuestos distintos.
Y sobre todo, piensen en los economistas observadores que andan por ahí sueltos, los más peligrosos sin lugar a dudas que aspiran, por encima de todo, a hacer realidad esos impuestos al calzado o impuestos al sueño que perfilaba en la historia o un sinfín más de impuestos que no soy capaz de imaginar. Pues, tras el impuesto al sol de Montoro, cualquier cosa es posible.
Los españoles no nos movemos sin tributar, igual que el charcutero todo aprovecha del cerdo, Hacienda todo aprovecha de nosotros. Tal vez sea mejor dejarlo todo y afiliarse a los grupos que todos conocemos para vivir del resto."

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