domingo, 2 de octubre de 2011

La insostenibilidad de nuestro Estado del Bienestar es culpa de nuestra sociedad. El ejemplo de Suecia. (Salud, Educación. 52)

Entrevista interesante para comprobar cómo nuestro actual Estado del Bienestar es inviable sin hacer nada al respecto, como se pretende, y cómo se han reinventado otros países como Suecia para poderlo mantener. El problema, nuevamente es de nuestra sociedad, y un sector muy amplio de los políticos, sindicatos y ciudadanos, que siguen viviendo en una situación irreal e irresponsable, y de dificil solución que nos aboca al desastre. En esta entrevista se tocan elementos que ciertamente nuestra sociedad desgraciadamente las tiene como verdades absolutas e intocables, no importando que la realidad de los hechos y el fomento de esas "verdades" demuestren el fracaso de esas ideas:

Entrevista con Mauricio Rojas, Exparlamentario sueco. Apuesta por “reinventar” el Estado de Bienestar, compartiendo también su gestión con la empresa privada.

"Los ricos también lloran. Suecia, paradigma del modelo europeo de bienestar, sufrió a principios de los noventa un terrible shock. “El gasto público llegó al 70% del PIB y el déficit alcanzó el 10%. Después de cincuenta años con pleno empleo, el paro se disparó hasta el 12%.

Y el Banco Central, tratando de salvar la corona, subió los tipos al 500%. Imagínate, un país estable, se convirtió en una república bananera sin bananas”, recuerda Mauricio Rojas (Santiago de Chile, 1950). Tras 34 años residiendo en el país escandinavo, donde fue parlamentario, Rojas destaca que la mayor virtud de “la política y el pueblo sueco es su pragmatismo”.

“Entendieron que el viejo Estado del bienestar era un problema por su tamaño, su gasto y sus monopolios. Lo reinventaron para no destruir el espíritu de solidaridad”, sentencia.

¿Cuáles fueron los pilares de la reinvención del modelo?


El primer pilar fue la moderación fiscal, restringir los compromisos del Estado, bajar los impuestos y el gasto público. Pero por más que se redujera todo eso, la mitad del PIB aún lo gestiona el Estado, por lo tanto, si no se gasta bien ese dinero y se crea un buen sector público, siguen los problemas. Pasaba lo que todavía ocurre en España, nadie sabía cuánto costaba un alumno, no se medía la eficiencia.

Entonces, ¿dónde encontraron la llave para hacer todo más eficiente?

Se dio a la gente un papel fundamental, traspasándoles la demanda con un sistema de bonos del bienestar, que comenzó con la educación primaria en 1992 y después se extendió a la secundaria y el resto de servicios. Por otro lado, se instauró la libertad de crear escuelas, consultorios médicos y competencia para romper el monopolio en los dos lados, tanto en la oferta de servicios como en la demanda.

Por lo tanto, se introdujeron mecanismos de mercado sin ser un mercado real porque no hay libertad de precios. Los servicios públicos siguen siendo universales y de acceso igualitario. Pero los centros si no pueden subsistir cierran por una cuestión de elección de las personas. Si atienden mal a los clientes, estos se van. En el sector público tradicional, como el de España, los ciudadanos no tienen libertad de elección, son súbditos.

Eso supone un terremoto en el funcionariado tal y como se entiende en España. ¿Cómo se planteó en Suecia?

En Suecia no existe el funcionariado público con esa categoría protegida. Los profesores, médicas, enfermeras y demás son como cualquier otro trabajador. Aquí en España, la transformación del sistema público pasa, sin duda, por la oposición de los que tienen el privilegio del trabajo asegurado. No se puede cambiar el modelo si existen tres millones de funcionarios.

En Suecia hay más médicos y profesores que antes, pero hay movilidad y libertad. Esa movilidad es muy difícil cuando existe un funcionariado tan grande. Va a ser una traba en España para modernizar un sistema que en el fondo es feudal: la propiedad sobre el empleo.

España, como Suecia en aquella época, vive una crisis que obliga a tomar decisiones. Pero aquí la capacidad de alcanzar grandes consensos no parece tan sencilla. Sí, el problema es que en España la gente se cree el engaño mental de que tiene derechos porque un político firma una ley. Lamentablemente, veo una resistencia ante el cambio que puede condenar a España a un largo periodo de crisis.

En España rápidamente se llega a un bloqueo ideológico automático. Por ejemplo, el copago, en el pasado se discutió pero hoy ya no hay debate, se demoniza, se crean pánicos mentales y espantos electorales. El copago ha existido siempre en Suecia en la atención primaria, incluso si estás hospitalizado pagas por la comida. Nadie se escandaliza de eso ni ningún partido hace demagogia porque entienden que defiende el Estado del Bienestar. Que vayan tres veces más al médico los españoles que los suecos es una locura.

¿Cree entonces que el problema también es cultural?

Los suecos andan mucho en bicicleta y saben que si no dejan de pedalear se caen. Eso mismo pasa con el desarrollo. En España vemos por todas partes derechos, derechos… pero no veo a nadie que pida el deber de sacrificarse para salir adelante.

Vemos un país que no tiene ese músculo vital de lucha. Y eso es un problema serio. Además, España es uno de los países más corruptos dentro del grupo de los desarrollados, según Transparencia Internacional. Es un problema a todos niveles, que comienza con estar sentado sin trabajar en el puesto de la oficina.

España es un país corrupto lamentablemente y cuesta más recuperar la confianza en una economía así. No es medible, como la producción de la industria, por eso se usa poco en los análisis comparativos, pero es esencial. En España hay una pérdida de eficiencia por la corrupción."

Fuente: Expansión

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