Otro análisis más de las primeras medidas de Rajoy, con el que estoy totalmente de acuerdo:
"Seguramente son ustedes conocedores de la fábula de la rana y el escorpión. En esta breve historia con moraleja, un escorpión convence a una rana para que le ayude a cruzar un río con la promesa de que no le picará, pero a mitad de recorrido le clava su aguijón inyectando el veneno a la rana, que resulta letal para ambos. Mientras se hunden, ésta pregunta por qué y el escorpión responde: “No pude evitarlo, es mi naturaleza”. Pues bien, tras ver el resultado del consejo de ministros del pasado viernes, y la inesperada noticia de la subida de impuestos, más de uno nos hemos quedado con la misma cara que la rana de la fábula.
Poco ha durado el optimismo cauteloso al que me refería en mi post anterior sobre el ministro Luis de Guindos. El juicio de los hechos ha concluido con un veredicto express, pues no hay medida menos liberal -y menos apropiada para la recuperación económica- que subir impuestos. Además, ésta ha venido adornada de la retórica socialista más rancia: apelación a la solidaridad, al sacrificio y a la progresividad. De momento, pues, con el recién estrenado Gobierno de Mariano Rajoy, la socialdemocracia se ha apuntado un tanto frente al liberalismo.
Parece que no se dan cuenta de que la salida de la crisis no pasa por asfixiar más aún a las familias, que con gran esfuerzo y, este sí, genuino sacrificio están devolviendo cómo pueden los préstamos de la época de vino y rosas, a la vez que realizan los ajustes necesarios en la economía doméstica para poder volver algún día a conocer la prosperidad. Así que un mazazo como la subida de impuestos acordada este viernes, por muy extraordinaria y temporal que sea, no hará sino retrasar el esperado momento del inicio de la recuperación.
Justo hoy, cuando la economía más necesita del ahorro de las familias, el Gobierno popular le ha asestado un doble golpe: (1) reduce la renta disponible del trabajo, pegándole una tajada mayor a los frutos del esfuerzo individual, y (2) reduce los rendimientos del ahorro familiar, confiscando una mayor parte de la poca rentabilidad que las familias puedan obtener de aquella parte que ganaron y no gastaron pensando en su futuro (y por la que ya pagaron impuestos, por cierto).
Ese dinero que la sociedad, de poder actuar libremente, pondría voluntariamente allí donde es más necesario -repagar deudas, reconvertir bienes de capital, iniciar proyectos de inversión, etc- por obra y gracia de la acción coercitiva del Gobierno, será puesto allí donde los políticos más lo necesitan. Todo para salvar la cara y evitar tomar decisiones que van en contra de sus intereses particulares -todo lo que sea reducir la insoportable losa del Estado va en contra de sus intereses-.
Permítanme una breve digresión y que peque, si quieren, un poco de demagogo. Porque están sacando dinero de nuestro bolsillo, dinero que nos cuesta a la inmensa mayoría mucho esfuerzo ganar, para que sus señorías puedan, entre otros muchos, muchísimos, ejemplos, descansar en un hotel de 5 estrellas entre sesión y sesión parlamentaria, para que los señores secretarios de Estado puedan desplazarse cómodamente en coches oficiales o para que los excelentísimos ex-alcaldes -y ahora ministros de Justicia- puedan disponer de mayordomo personal y salón comedor privado. ¿Me puede explicar alguien del Gobierno en qué capítulo del manual de la democracia se explican tales privilegios y por qué hay que mantenerlos al tiempo que suben los impuestos?
Y, por favor, que no nos vendan la mercancía averiada de que se trata de un impuesto de “solidaridad” (sic). La solidaridad a punta de pistola -que es como, en última instancia, se cobran los impuestos- no es tal cosa. Nos piden un “sacrificio” sí, pero no se refieren al sacrificio honrado que hacen las familias para ajustarse el cinturón, poder pagar la hipoteca y dejar apartada una pequeña cantidad para dar un futuro mejor a sus hijos. No, nos piden, aunque de forma más sofisticada, el sacrificio de las vírgenes que hacían los pueblos bárbaros. Nos piden que “sacrifiquemos” el futuro de nuestros hijos -y nietos- ante el altar del dios Estado.
Un sacrificio inútil cuando no contraproducente, pues lo que único que conseguirá es distraer dinero de la iniciativa privada para literalmente seguir quemándolo en la maquinaria estatal -acuérdense de la Enriqueta de Phileas Fogg de algún otro post anterior-. Ahora ya se entiende por qué de Guindos ponía el parche antes de la herida y trataba de gestionar nuestras expectativas hace unos días. Quizás porque conozca el efecto negativo de los impuestos en el crecimiento y la prosperidad de un país.
Sólo se me ocurre una explicación de tamaña traición a todo lo que han predicado con anterioridad los actuales miembros del gabinete, hasta el punto de que algunos albergábamos esperanzas que se han tornado infundadas. Y es que Cristóbal Montoro se ha encontrado las arcas tan absolutamente vacías que ha tenido que recurrir al mecanismo legal más rápido posible para meter en ellas cash: los impuestos directos.
Y es que el IRPF es prácticamente el único impuesto cuya subida permitirá que entre dinero contante y sonante en los primeros días de febrero del 2012 merced al mecanismo de la retención fiscal. Dado que las grandes empresas (facturación superior a 6 millones de euros) y las administraciones públicas, que entre ambas suponen algo menos de la mitad de las nóminas, están obligadas a ingresar mensualmente en Hacienda las retenciones que practican a sus empleados, los efectos de la subida de impuestos se harán notar casi de inmediato. Al igual que se harán notar de inmediato los efectos perniciosos de la menor libertad que supone la subida de impuestos.
Puede que ésta sea la explicación o puede que sea la naturaleza del escorpión."
Fuente: El Confidencial
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