Artículo muy interesante del blog PLATAFORMA CONSTITUCIONAL:
Hoy en día, el recuerdo de la permisividad de las democracias occidentales con respecto a la Alemania nazi, sigue estando de actualidad ante las actitudes tibias, irresponsables e hipócritas que presentan muchos dirigentes democráticos frente a las dictaduras de los tiranos de Irán, Cuba o Corea del Norte.
Pero también, es significativo recordar, cómo alcanzó el poder Adolf Hitler y cómo planificó la expansión de la ideología nacionalsocialista por Europa, ya que su metodología subversiva está siendo empleada por el populista Hugo Chávez en Venezuela para perpetuarse en el poder y para extender el socialismo en los países bajo su influencia totalitaria.
La involución en la Alemania nazi
Quizás la Alemania nazi sea el ejemplo más claro de cómo una ideología totalitaria logra alcanzar el poder utilizando las fisuras legales que le proporciona una democracia parlamentaria con un Estado de Derecho deficientemente desarrollado.
Adolf Hitler fue elegido Führer del Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (NSDAP) en el año 1921 y el radicalismo de la ideología nazi se reflejaba en sus discursos demagógicos, en su estrategia de desacreditación de la moral judeocristiana para imponer su escala de valores nihilista y contraria al arraigo de la sociedad civilizada, en el adoctrinamiento de la juventud y, en una organización paramilitar (camisas pardas) que aterrorizaba a sus enemigos políticos y a la población contraria al movimiento nacional-socialista. Ante la inacción del sistema judicial y del Gobierno democrático, tan sólo dos años más tarde, Hitler lideró un intento de golpe de Estado fallido denominado el Putsch de la Cervecería. Fue sentenciado a cuatro años de cárcel pero, sin embargo, estuvo sólo ocho meses en su celda ya que fue indultado por la falta de perspectiva y la debilidad de los políticos demócratas de la época que no afrontaron con coraje, inteligencia y firmeza el desafío de un movimiento totalitario.
A pesar del constante amedrentamiento de las instituciones y de su intentona golpista, pudieron seguir erosionando el sistema y se presentaron a las sucesivas elecciones democráticas. Con la profunda crisis económica de 1929, la demagogia y la propaganda del partido nazi prendieron en una mayoría del pueblo alemán, con promesas de pleno empleo, riqueza y poder para Alemania que remontaron sus resultados electorales e incrementaron su presencia en el Reichstag. En el año 1933, ganaron las elecciones y, con Adolf Hitler ya instalado en el poder, se impusieron continuos cambios legislativos que permitieron transferir el control del poder judicial al partido nazi, reemplazar los sindicatos por el Frente de Trabajo nazi, cerrar los medios de comunicación opuestos al régimen y, finalmente, prohibir otras formaciones políticas.
Se comenzó a planificar centralmente la economía y se orientó la producción hacia la industria militar para constituir un poderoso ejército. El inicio de la Segunda Guerra Mundial en el año 1939, fue el desenlace previsible a la falta de respuesta de las democracias parlamentarias ante la involución socio cultural que se producía en Alemania.
Sin duda, las democracias occidentales debieron haber estado más vigilantes ante esa ideología totalitaria y debieron actuar antes en cuanto tuvieron noticia de las serias amenazas sobre las instituciones morales que permiten la sociedad civilizada como el respeto por la vida, la libertad, la igualdad ante la ley y las propiedades de los judíos, de los gitanos, de los opositores políticos o de los ciudadanos de las naciones que fueron invadidas por el ejército nazi.
Este breve resumen sobre la involución totalitaria en Alemania, pretende poner de manifiesto cómo las fisuras democráticas, cómo la debilidad de los sistemas judiciales y cómo la ineficiente dispersión pluralista del poder permiten que los demagogos populistas se aprovechen de los resquicios legales para subvertir el orden constitucional e imponer una dictadura por medio de legislación liberticida.
La involución en la Venezuela bolivariana
Debemos recordar que Hugo Chávez también protagonizó un golpe de Estado fallido en el año 1992, por el que fue procesado y permaneció encarcelado durante dos años pero, inexplicablemente, fue indultado por el Presidente Rafael Caldera. Sin duda, se actuó de modo irresponsable, de espaldas a la historia, e ignorando la dimensión del desafío totalitario que se debía combatir.
Sin quedar incapacitado para el ejercicio de cargos públicos y sin cumplir una condena ejemplar, el golpista Chávez pudo presentarse a las elecciones democráticas y en el año 1999 llegó al poder. Desde entonces, Venezuela asiste a la paulatina destrucción de su democracia. El barril de crudo por encima de 40 dólares permite apuntalar a los dirigentes socialistas bolivarianos en Venezuela y a las compañías y grupos sociales que medran del Estado y, desgraciadamente, también extiende la financiación del narcoterrorismo y de la revolución bolivariana por Centroamérica y Sudamérica
Los petrodólares y el discurso bolivariano están incendiando el continente con subvenciones a partidos políticos que promueven el odio de clases y la demagogia populista para alcanzar el poder. Su objetivo final es formar una unión socialista panamericana denominada Alternativa Bolivariana (ALBA) desarrollada entorno a la República Bolivariana de Venezuela como centro neurálgico.
Sin embargo, la imposibilidad de cálculo económico con el socialismo está empobreciendo a marchas forzadas a la población venezolana por la mala asignación de recursos que provoca la planificación central, por la desprotección de la propiedad privada que desincentiva cualquier iniciativa empresarial, por la falta de seguridad jurídica que ahuyenta las inversiones y, en general, por el incumplimiento generalizado de los contratos privados lo que está trayendo hambre, pobreza y destrucción a la antaño rica Venezuela.
Casualmente, al modo paramilitar nazi, existen organizaciones de base denominadas círculos bolivarianos que se dedican a la propaganda, que controlan a los ciudadanos en la empresa, el pueblo, el barrio o la ciudad, que ayudan a amañar los procesos electorales y que, desde luego, contribuyen al amedrentamiento de los opositores al régimen dictatorial en Venezuela.
Ya vimos el camino de servidumbre por el que transitan las democracias parlamentarias con fisuras normativas y con dirigentes que no permiten afrontan decididamente los desafíos que plantean las organizaciones terroristas y los partidos políticos totalitarios.
De hecho, en Venezuela, primero se cerró la cadena de televisión RCTV, para después revocar licencias de 240 emisoras de radio y de 44 televisiones. De modo sistemático, se amedrenta a los editores de los periódicos pero, ahora, incluso se legisla para penalizar la libertad de expresión de modo que: "toda persona que divulgue a través de un medio de comunicación social noticias falsas que ocasionen grave alteración a la tranquilidad pública (...) será castigada con una pena de prisión de dos a cuatro años". (y Moratinos esta misma semana dice que en Venezuela hay libertad de expresión).
Caracas ahora ya no es ni la sombra de lo que era hace unos años. Coches muy antiguos. Negocios medio arruinados y sin mantenimiento. Hoteles de cuatro estrellas que no llegan a dos. Pobreza y más pobreza, debido al grave intervencionismo revolucionario que aleja el desarrollo al destrozar las libertades, la propiedad privada, el tejido productivo y, en general, la libre interacción entre personas.
Los resultados del movimiento revolucionario bolivariano son desastrosos. Y lo más triste, es observar como Venezuela se está convirtiendo, paso a paso, en lo más parecido a la gran cárcel que es Cuba con la dictadura familiar de los hermanos Castro dirigiendo con mano de hierro la isla desde hace más de 50 años. Los opositores no logran parar los constantes cambios legislativos que transforman la Constitución democrática en papel mojado frente a los dirigentes bolivarianos. Los empresarios huyen ante la colectivización de los medios de producción. Los trabajadores ven mermada su calidad de vida, pero callan y agachan la cabeza ante los dirigentes bolivarianos que controlan el barrio donde viven. La población decente y no sectaria aprieta los dientes y aguanta. Algunos intentan sacar dinero de debajo de las piedras para huir a un país en donde todavía esté arraigada la sociedad civilizada. Mientras tanto, las hipócritas democracias occidentales siguen sin actuar con contundencia ante el secuestro de las libertades civiles, especialmente cuando el tirano está sentado sobre millones de barriles de crudo.
Sin embargo, la ideología que logra imponerse en un territorio, ya sea de modo pacífico ya sea de modo violento, acaba definiendo su estructura institucional y, por tanto, acaba definiendo la calidad de la democracia y el tamaño del Estado considerado como institución (minimizado, limitado, expandido, intervencionista o, incluso, totalitario) y su grado de protección (o de desprotección intervencionista) mayor o menor (o, incluso, nulo) de las instituciones morales.
Instituciones morales entendidas como patrones de comportamiento adquiridos por la población en su lenta evolución socio-cultural, es decir, como derechos naturales (a la vida, libertad, familia, propiedad, igualdad ante la ley, cumplimiento de los contratos) que permiten el mucho mayor desarrollo socioeconómico de una sociedad civilizada frente a las sociedades tribales o colectivistas.
Mayor o menor grado de protección de esas instituciones morales, entendida como la garantía de la libertad de elección individual por medio de la seguridad institucional con: dispersión pluralista del poder, democracia parlamentaria, elección directa de representantes, independencia judicial, referéndum en decisiones políticas trascendentales,...
Cuando las 3 seguridades mínimas (exterior, interior y jurídica) quedan protegidas por la estructura institucional se produce una expansión de la libertad y del progreso socioeconómico.
El problema surge cuando la ideología, con el control de los medios de comunicación y con la propaganda, posibilita que accedan al Estado los políticos intervencionistas (y sus redes clientelares); que medran y deterioran la estructura institucional para quedar secuestrada a su servicio en vez de para servir a la población.
De ahí la importancia de que exista una sociedad civil vital, independiente y activa, siempre presionando para que se mejore la estructura institucional, trasladando poder de decisión desde la casta política hacia los individuos.
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