"Las catástrofes por suceder proyectan sus sombras por anticipado”. Goethe
Artículo de Rogelio Alaniz:
Leo en los diarios sobre un nuevo atentado de la ETA. Las condenas son unánimes. La clase dirigente española cierra filas contra el terrorismo vasco. El muy moderado rey Juan Carlos declara, palabras más palabras menos, que se terminaron las conversaciones y que ha llegado la hora de matarlos a todos, a los terroristas se entiende.
En todas partes, las condenas a la ETA son unánimes. O casi unánimes. En la Argentina, Hebe de Bonafini los apoya. Es probable que Quebracho piense más o menos lo mismo; no conozco la posición de D’Elía, pero la imagino. A nadie se le ocurriría -por ejemplo- organizar manifestaciones frente a la embajada de España para repudiar las declaraciones del rey, como a nadie se le ocurrió en su momento manifestarse en la calle cuando al bueno de Felipe González se le dio por organizar comandos parapoliciales con el objetivo de liquidar a los terroristas.
Recuerdo que a Felipe se le criticó en voz baja y nada más. El juez Baltasar Garzón les abrió una causa a los responsables; no diferente a las cientos de causas que la Justicia de Israel inicia contra militares o religiosos judíos que se exceden en las tareas represivas. No conozco, no tengo información, de que la ETA alguna vez haya juzgado a quienes se exceden en sus operativos, entre otras cosas porque la razón misma del terrorismo es el exceso.
Tampoco tengo noticias de que algún militante de Hamas o Hezbolá haya sido juzgado por masacrar a niños judíos. Es más, en la mayoría de los casos han sido felicitados y se les ha anunciado la dicha eterna en las praderas de Alá.
Leo que el gobierno de Israel se solidariza con España y critica a la ETA. Bien hecho. La pregunta a hacerse a continuación es por qué el gobierno de España no se solidariza con Israel cuando es atacado por organizaciones terroristas como Hezbolá o Hamas. Imagino las respuestas. No se puede comparar a Israel con España y a la ETA con Hamas. Me parece oírlos, o leerlos: Israel es un Estado genocida y ocupante; España es democrática y dueña legítima de su territorio. ¿Están seguros? En principio, admitamos que España e Israel son Estados de derecho, con todos los beneficios y todos los límites correspondientes a un Estado de derecho. Una diferencia desde el vamos es necesario registrar: España está rodeada de naciones democráticas; Israel de regímenes despóticos y satrapías oscurantistas. Esta diferencia no es menor y en cierto punto puede ser decisiva.
La génesis histórica de los palestinos y los vascos no es la misma. ETA y Hamas son diferentes pero, ¿acaso en más de un punto no son coincidentes? Veamos. Los dos recurren a la violencia como razón fundante de su accionar político y no vacilan en usar de escudo y de blanco a la población civil; los dos practican un nacionalismo exterminador; los dos aceptan treguas que luego rompen; los dos reclaman un territorio que dicen les pertenece y los reclaman a través de la vía terrorista.
Una diferencia hay que registrar: la ETA no exige expulsar a los españoles, se conforma con que los españoles le reconozcan su independencia; Hamas y la mayoría de las organizaciones terroristas palestinas prometen arrojar a los judíos al mar, algo así como el anuncio de un Holocausto que el admirado Hitler no pudo concretar, según palabras del propio Muftí de Jerusalén.
Importa señalar, dicho sea de paso, que los españoles no han vivido la atroz experiencia de la solución final, la carnicería perpetrada por Hitler que exterminó a casi la mitad de la población judía del mundo. El dato hay que señalarlo por diversas razones, entre otras, porque los judíos por motivos obvios se han acostumbrado a tomar en serio las amenazas de quienes prometen exterminarlos.
He leído los argumentos que elabora la ETA para justificar sus reclamos. Son atendibles. Si uno se mete de lleno en la historia de estos pueblos seguramente puede llegar a entender por qué existe el nacionalismo vasco y por qué ese nacionalismo se rebela contra el poder centralizador de los españoles. Algo parecido puede decirse del nacionalismo palestino.
El terrorista de Hamas y el terrorista de ETA responden más o menos a la misma lógica. O a la misma pulsión. Es esa identidad profunda la que les permite forjar acuerdos. Acuerdos terroristas, por supuesto. Las actas de estas bandas se firman con sangre, con sangre inocente en la mayoría de los casos. Es que los terroristas suelen tener buenas razones para justificar sus actos. En más de un caso, esas razones pueden llegar a ser justas o han sido justas en determinados momentos.
El problema es la eterna relación entre medios y fines; el problema se plantea, además, cuando el medio -el terror- se transforma en un fin en sí mismo y la pulsión de muerte termina anulado el supuesto objetivo trascendente. La subjetividad de un militante de la ETA no difiere demasiado de la subjetividad de un cruzado de Hamas o Hezbolá. Unos en nombre de Alá, otros en nombre de la tierra irredenta, los dos mantienen en común esa pulsión de muerte, de sacrificio que distingue a los terroristas de todos los tiempos y de todas las banderas; esa pulsión de la cual es tan difícil regresar, porque se ha transformado en un modo de vida, en un vértigo alucinado hacia la nada.
La pregunta a hacerse a continuación es por qué los que manifiestan contra la ETA en España no hacen lo mismo contra Hamas y Hezbolá. Es más, si fueran coherentes con sus propios valores deberían ser más duros con Hamas que con la ETA, porque el tipo de sociedad que intentan imponer los fundamentalistas islámicos es mucho más reaccionaria y oscurantista que las que reclaman en los papeles los intelectuales de ETA.
Habría que preguntarle al gobierno español que con tanta ligereza ataca a Israel y financia ONG solidarias con los terroristas islámicos, qué dirían si Israel, por ejemplo, hiciera algo parecido con ETA. Se dirá -una vez más- que no es lo mismo. Por supuesto. No es lo mismo: Israel no apoya a ETA, mientras que el gobierno de Zapatero le hace guiños a los terroristas, a los primos hermanos de los mismos que pusieron la bomba en Atocha.
He leído por allí que, de todos modos, España no invade a las provincias vascas. Es cierto. Además no necesita hacerlo, por lo menos por ahora. Así y todo sería interesante preguntarle a algún funcionario español qué pasaría si las provincias vascas contaran con el respaldo político, económico y militar de toda Europa. Habría que agregar a este pequeño cuestionario de dilemas, que sería interesante preguntarse cómo reaccionarían los españoles en general si desde los territorios vascos los estuvieran bombardeando diariamente, recordándoles, a quienes quieran escucharlos, que su objetivo es arrojar a los españoles al mar.
Multitudes de “progres” salen a las calles de Europa a manifestar contra Israel. Lo hacen con banderas rojas y lenguaje libertario. Muchos fascistas los acompañan, porque cuando de judíos se trata, los fascistas, a diferencia de la izquierda, nunca se equivocan. En las manifestaciones, también participan encapuchados islámicos que, si tuvieran la oportunidad, no vacilarían en degollar a muchos de los que gritan en las calles.
Estas manifestaciones son dignas de estudiarse. Feministas militantes gritan contra Israel, pero jamás las he visto manifestarse con parecido entusiasmo para condenar a las satrapías musulmanas que lapidan a sus mujeres. Organizaciones gay han salido a las calles de Madrid y Londres contra Israel, la única nación -en más de dos millones de kilómetros cuadrados- que garantiza la libertad sexual.
Me ha llamado la atención la dureza crítica de españoles contra Israel. Más allá de los detalles, parecieran estar convencidos de que Israel es un Estado terrorista que ha prometido exterminar a pueblos oprimidos que luchan por la libertad. Al respecto, se dice que la capacidad o el talento para apreciar la realidad de manera invertida es uno de los atributos de la alienación ideológica. Insisto: el tema merece estudiarse.
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