Y es que efectivamente, la política monetaria, esto es, la manipulación y creación artificial del dinero no es ni será nunca la solución a los problemas económicos, sino todo lo contrario...
Artículo de El Economista:
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El BCE no debería ceder a las presiones y seguir forzando el desapalancamiento.
El BCE viene mostrando, en las últimas semanas, su preocupación básicamente por dos temas: la deflación que impera en la eurozona y el fuerte riesgo geopolítico, que se deriva de los acontecimientos en la frontera ruso-ucraniana y en el Oriente Medio. De momento parece que la capacidad del mismo para influir sobre los dos últimos conflictos es muy limitada y que pretende, de algún modo, corregir la primera.
Las presiones son muchas porque a la excusa que brinda la caída de precios para introducir liquidez en el sistema, se le une las declaraciones de algunos responsables de Economía de los países miembros, por ejemplo el hasta fechas recientes ministro de Economía de Francia, el señor Montebourg, en favor de la adquisición directa de deuda pública. Luego están las presiones para que el crédito a las empresas crezca o, incluso, propuestas peregrinas como la del crédito directo a las familias por parte de los bancos centrales, que propone el Council on Foreign Relations y de la que se hacía eco este periódico el pasado día 26. Además, tenemos el sector exportador de la UE quejándose de la alta cotización del euro. En definitiva, todo parece confluir para que la liquidez siga aumentando.
Nos debería bastar la experiencia de estos últimos años en los que, a pesar de las fuertes inyecciones de liquidez por parte del BCE, los problemas no se han solucionado, para entender que los efectos de la política monetaria son más limitados de lo que parece. Determinados analgésicos pueden aliviarnos el dolor de cabeza pero en exceso provocarán serios problemas estomacales, cuyo dolor podemos paliar con nuevas dosis de los mismos pero no curar.
Lo primero que hay que entender del crédito es que compromete la aplicación que de sus ingresos futuros puede hacer el beneficiario del mismo. Dicho de otro modo: le resta libertad de actuación. El crédito a las familias obliga a las mismas a reducir el consumo futuro, a costa del mayor consumo que han realizado en el presente. En el caso de las empresas y de los Estados, ocurre lo mismo. Esto parece olvidárseles a los defensores del crédito y el consumo presente como solución a todos los problemas económicos actuales.
Tanto que hablamos ahora de sostenibilidad, el consumo también tiene que serlo en el tiempo. La devaluación como arma competitiva tiene las patas muy cortas y esto no debería olvidársele a los exportadores. El periodo de entreguerras del siglo pasado ya nos lo demostró. La competencia exportadora se basa en principios que no por sencillos deben ser despreciados, la competitividad y la especialización, es decir: la ventaja competitiva.
Tanto que hablamos ahora de sostenibilidad, el consumo también tiene que serlo en el tiempo. La devaluación como arma competitiva tiene las patas muy cortas y esto no debería olvidársele a los exportadores. El periodo de entreguerras del siglo pasado ya nos lo demostró. La competencia exportadora se basa en principios que no por sencillos deben ser despreciados, la competitividad y la especialización, es decir: la ventaja competitiva.
La política monetaria puede ser muy dañina para el buen desarrollo de la economía, en tanto en cuanto la alteración del valor de la moneda y de la elección intertemporal del consumo por mor de tipos anormalmente bajos pueden inducir al error a los agentes económicos. Las actuaciones individuales de los agentes en las últimas décadas han estado muy influenciadas por las decisiones previas de las autoridades monetarias y han sido, como vemos con frecuencia, muy equivocadas ¿No nos quejamos del exceso de la inversión en ladrillo como consecuencia de la facilidad crediticia? ¿O del fuerte gasto público, no siempre razonable, como consecuencia del espejismo de elevados ingresos que generó la actividad constructora? El agua no puede hacer un buen guiso, pero su bajísima calidad, y su contaminación, pueden arruinarlo. La política monetaria, el crédito y la moneda no es el aceite lubricante de la maquinaria económica, como suele decirse, tanto como el agua en la que se cuecen los ingredientes del cocido diario. Necesitamos agua de calidad y no por barata debemos aplicarla a la cocina sin medida, porque al final el resultado no sabrá a nada. El BCE no debería ceder a las presiones y continuar forzando el desapalancamiento de los agentes económicos, especialmente de los Estados. Debería, además, decirlo con claridad. Al fin y al cabo otras de las actuaciones de la UE va en esa dirección. La nueva regulación de requerimientos de capital a las entidades bancarias van en esa dirección: reducir el endeudamiento bancario para reducir el endeudamiento de todos los agentes. Si lo hiciera, dejaríamos de estar pendientes todo el día de las declaraciones de Draghi para su bien y para el nuestro. Tenemos que centrarnos en nuestros quehaceres para sacar esto adelante y no podemos estar todo el día pendiente de las palabras, siempre ambiguas y, por ende, acertadas y erradas a la vez, del Oráculo de Delfos acerca del futuro que nadie conoce.
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