viernes, 16 de abril de 2021

¿Más escaso que el oro? La oferta de bitcóin es mayor de lo que parece


El siguiente artículo analiza una de las típicas críticas al bitcoin, referentes a su oferta limitada para convertirse en moneda digital alternativa. 

Artículo de El Confidencial:

E.C.


Veintiún millones. Cualquier persona mínimamente conocedora de las bases sobre las que se estructura el bitcóin sabrá la importancia de esta cifra. Se trata del número máximo de tokens que el sistema está programado para generar cuando alcance su límite, algo que no se espera que ocurra hasta dentro de unos 120 años, lo que hace de este un activo finito y, en cierta medida, escaso.

Es en torno a esa característica que se yergue una de las principales fortalezas del bitcóin, que vendría a justificar en gran medida el auge de más del 850% que ha experimentado su cotización en los últimos 12 meses. En un sistema económico caracterizado por la ingente emisión de moneda que han efectuado los bancos centrales globales para combatir la crisis del coronavirus –se estima que hasta un 20% de los dólares actualmente en circulación fueron emitidos el año pasado– el suministro ya prefijado del bitcóin representa una protección frente a la devaluación del dinero tradicional (el dinero fiat) de características semejantes a las que representa el oro. De hecho, no faltan quienes defienden que, en este sentido, es incluso superior al oro, cuya oferta sigue incrementándose año tras año mediante la extracción de nuevas vetas del metal precioso.

"Aquí es donde las visiones emergentes de bitcóin como una fuente potencial de 'oro digital', debido a su suministro finito de 21 millones de monedas, se vuelven tan importantes. Así como los metales preciosos como el oro son vistos como escasos en el mundo físico, la escasez digital de bitcóin es vista como una propuesta de valor potencialmente equivalente. Muchos entrevistados plantean la hipótesis de que la disponibilidad finita de bitcóin contrasta radicalmente con los elásticos suministros de dinero soberano y los incentivos gubernamentales para imprimir dinero para cubrir las crecientes deudas públicas", subrayan los analistas de Citi en un informe reciente.

Sin embargo, esa aparente limitación de la oferta de bitcóin ha sido durante años objeto de controversia, dada la elevada divisibilidad que también caracteriza a la moneda. Al fin y al cabo, si el bitcóin, con un valor próximo a los 50.000 dólares (y pronósticos de que podría llegar hasta multiplicar esa valoración por ocho), aspira a ser, y ya actúa como tal, una suerte de moneda digital alternativa a las de uso común es de suponer que una proporción muy elevada de las transacciones se ejecute por fracciones de bitcóin cada vez menores.

Para hacer frente a esto, el protocolo del bitcóin establece la capacidad para su fragmentación hasta el octavo decimal –lo que significa que cada uno de ellos puede dividirse en 100 millones de fragmentos–, denominándose su unidad más pequeña como satoshi (nombre dado en homenaje a su misterioso creador). Entre los expertos en criptoactivos existe la convicción de que más pronto que tarde será el satoshi la unidad tomada como referencia en lugar del bitcóin, dado que, de lo contrario, la mayor parte de los activos que podrían adquirirse mediante bitcóin arrojarían valoraciones plagadas de decimales.

Pero precisamente esa relevancia del satoshi en la usabilidad del bitcóin como moneda obliga a replantear su supuesta escasez, dado que lo que hoy se concibe como un máximo de 21 millones de bitcóin puede plantearse con la misma lógica como 2.100 billones de satoshis, unas cantidades mucho más significativas que hacen más difícil concebirlo como finito, ya que cada una de ellas tiene la misma capacidad de actuar como medida de intercambio.

Más allá de algunas réplicas sin sentido que tratan de equiparar esa fragmentación extrema del bitcóin a, por ejemplo, una pizza dividida en porciones 'ad infinitum' (obviando que esta, a partir de cierto nivel de fragmentación, deja de satisfacer las necesidades para las que es concebida), sí es justo reconocer que en el sistema monetario tradicional también es posible la fragmentación de las unidades principales de medida (ahí están los céntimos de euro) o que también el oro es divisible en extremo (aunque se trate de un complejo más caro y por ello ineficiente a partir de ciertas medidas).

En cualquier caso sí se puede argüír que, se mida en bitcóin o en satoshis, el suministro de moneda sigue estando igualmente prefijado y resulta por ello finito. Pero lo cierto es que el propio protocolo del bitcóin deja abierta la posibilidad de que, si se considerara necesario, se amplíe la fragmentación de la moneda digital. Salvador Casquero, profesor del IEB y fundador de 2gether, una plataforma 'fintech' estructurada en torno a 'blockchain' y los criptoactivos, admite que llegado ese caso podría llegar a ponerse en cuestión ese carácter finito diferencial con las monedas fiat.

No obstante, subraya, "para que eso ocurriera tendría que ser respaldado por el consenso, una mayoría de los varios millones de nodos en torno a los que se estructura el sistema de 'blockchain', que son parte interesada en que el sistema funcione bien, por propio egoísmo. Así, es de esperar que si se decidiera ampliar la oferta de bitcóin o facilitar una mayor fragmentación sería por causas justificables, como una fuerte demanda o porque una parte importante del suministro actual hubiera desaparecido o quedado inutilizado". En su opinión, la opción de un 'Quantitative Easing' de bitcóins no resulta ni mucho menos factible.

Pero la mayor amenaza a la finitud del bitcóin podría venir de fuera del propio sistema. Un informe reciente de UBS advierte que, ante el argumento de la limitación de la oferta de bitcóin, se puede replicar que "si bien el suministro de un token individual puede ser limitado, el suministro de criptomonedas como clase de activo es infinito". Sobre este argumento abunda Alberto Matellán, economista jefe de Mapfre Inversión: "Nada impide que surjan otras criptomonedas que puedan disputarle su atractivo. Por tanto, esa supuesta ventaja, para ser cierta, debería aplicarse a todas las criptomonedas en su conjunto y no solo a una", señala.

Es posible aún encontrar a quienes defiendan con vehemencia el carácter limitado del bitcóin y a buen seguro con parte de razón. Pero conviene a la hora de acercarse a este mundo comprender el alcance y los límites de esa presunta escasez, que podría no ser tal como parece. En cualquier caso, como advierte Matellán, "la escasez por sí misma no sirve de nada. Un bien puede tener mucho valor por escasez si ese bien es demandado por alguna razón". Generar de forma persistente la demanda suficiente para su oferta es el gran reto en adelante para la mayor criptodivisa del mercado, con independencia de que se la mire desde sus 21 millones de bitcóin o sus 2.100 billones de satoshis.


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