viernes, 30 de diciembre de 2011

El intercambio económico y el comercio, sinónimos del bienestar de la sociedad. (Economía, Política. 477)

La lógica del mercado para ayudar a la sociedad a mejorar:

"Una sociedad de benefactores mutuos:



El otro día en la caja del supermercado, pagué mi saco de panecillos. La cajera me entregó mi bolsa.

“Gracias”, dije.

“De nada”, replicó.

Me fui con la sensación de que algo era incorrecto. ¿Normalmente los cajeros dicen “de nada” y nada más? Normalmente no. Normalmente dicen “gracias”, lo mismo que el cliente. (Recuerden que estamos hablando del sur de Estados Unidos, la tierra de la educación).

Me quedé con una incipiente sensación de: “eh, yo también he hecho algo por ti”.

¿Cuándo decimos “de nada”? Lo decimos cuando regalamos algo (un bien o un servicio) a una persona sin recibir nada a cambio. Por ejemplo, puedo sostener la puerta a una persona. Esa persona dice “gracias” y yo digo “de nada”. Otro caso puede ser en un cumpleaños cuando quien recibe un regalo da las gracias.

Cuando compré esos panecillos, eso es precisamente lo que ocurrió. Vi panecillos a la venta y decidí que éstos me merecían más la pena que los 2$ que tenía en mi bolsillo. Desde el punto de vista de la tienda, los 2$ valían más que los panecillos entregados. Ambas partes se iban con la sensación de estar mejor de lo que estaban antes de producirse el intercambio.

La cajera está ahí para facilitar ese intercambio y habla como portavoz de los intereses del supermercado. El supermercado recibe un dinero (valorado más alto que los panecillos) y yo recibo los panecillos (valorados desde mi punto de vista más alto que los 2$ que les di para obtenerlos).

Ésta es la esencia del intercambio y la magia esencial de lo que ocurre millones, billones de veces cada día en todo el mundo. Ocurre en cada intercambio económico concreto que se realiza en virtud de la elección humana. Ambas partes se benefician.

Cada parte es benefactora de la otra. Este sistema de mutua benevolencia, inexorable y universal lleva a una mejora general. Aumenta la sensación de bienestar general, o lo que es lo mismo, aumenta el bienestar social cuando todos participan en la actividad.

Es verdad que una persona puede cambiar después de opinión. Podría llegar a casa con mis panecillos y descubrir que no me queda mantequilla y que hubiera estado mejor comprando la mitad de los panecillos y usando el resto del dinero en comprar mantequilla. Podría decidir eliminar el pan de mi dieta. Podría decidir que los panecillos realmente no están tan ricos. Todo esto puede ocurrir. La naturaleza del universo es que el futuro es incierto y que los seres humanos tienden a ser veleidosos. Pero al menos en el momento del intercambio, yo creía estar mejor, o si no, no habría hecho el intercambio desde el principio. Me fui con una sensación de ganancia. Los propietarios de la tienda tenían esa misma sensación de ganancia. Ambos esperamos ganar, lo que es suficiente para recomendar el sistema de intercambio, pues ningún sistema social puede garantizar un final feliz para cada acción.

Ahora, si todo esto parece evidente y ni siquiera digno de apuntarse, consideremos que la mayoría de los filósofos de la historia no lo han entendido. Aristóteles, por ejemplo, lo refleja largo y tendido en su Ética a Nicómaco sobre el asunto del intercambio económico, pero empieza asumiendo que el intercambio se produce cuando la valoración es igual o proporcional. ¿Pero qué pasa con los casos que parecen evidentemente desproporcionados, como cuando servicios médicos altamente valorados y escasos se intercambian por algo altamente disponible como el grano? Aristóteles pensaba que la existencia del dinero servía para igualar de alguna forma el intercambio y hacer que se produzca, cuando debería ser evidente que el dinero en sí mismo sólo es un bien introducido para hacer más cómodo el intercambio.

El problema que tenía era su premisa inicial de que el intercambio económico se basa en el igual valor de los bienes en el intercambio. Es simplemente erróneo. Si dos personas valoran por igual los bines, el intercambio nunca se producirá, pues ningún individuo mejorará. Si el intercambio se basa en un valor igual, la gente simplemente está perdiendo el tiempo en realizarlo. El intercambio en el mundo real se basa en valoraciones desiguales de bienes y expectativas de mejorar. Se trata de dos personas que se entregan cosas entre sí para su propio interés.

El descubrimiento de la teoría correcta del intercambio tuvo que esperar hasta la Edad Media, cuando los seguidores de Santo Tomás de Aquino vieran por primera vez la lógica. Vieron el intercambio económico como mutuamente beneficioso, en el que cada parte del intercambio ve un aumento en su bienestar personal, percibido subjetivamente. Por tanto, la acción de intercambio por sí misma se convierte en un medio para aumentar el bienestar de todos. Incluso si no hay disponible nueva propiedad física, nuevas innovaciones, nueva productividad, la riqueza puede aumentarse por el mero hecho de las asociaciones humanas basadas en el intercambio.

Al igual que muchos postulados económicos, esto parece muy evidente una vez que se entiende, pero obviamente no es evidente en absoluto. De hecho, he observado que el mal entendimiento de mucha gente del papel del orden del mercado radica en la percepción de que comprar y vender cosas realmente no resulta nada maravilloso en absoluto. Es sólo un remolino de actividades que no implica nada de particular. La sociedad podría fácilmente prescindir de ello sin empeorar.

Me ha costado entender qué está pensando la gente que cree esto. Supongamos que propusiera abolir los regalos. ¿No sería evidente que la sociedad estaría peor si lo logro? Ya no disfrutaríamos de la manifestación material del aprecio de otros y se nos negaría la posibilidad de mostrar a otros nuestro aprecio.

Bueno, si es verdad que, como he explicado, un intercambio económico es un regalo en dos direcciones, un ejemplo de benevolencia mutua dominante en toda la sociedad, resulta evidente que la sociedad naufragaría completamente sin tantas oportunidades de posible intercambio económico. Quien defienda el bienestar de la sociedad debería celebrar especialmente los centros comerciales, las bolsas, el comercio internacional y todo sector en el que el dinero cambie de manos a cambio de activos o bienes. Esto no significa más que el que la gente encuentra formas de ayudar a otros a mantenerse y prosperar.

Como escribió el teólogo español del siglo XVI, Bartolomé de Albornoz, conocido principalmente por su oposición a la esclavitud:

Comprar y vender es el nervio de la vida humana que sostiene el universo. Por medio de la compra y la venta el mundo está unido, juntando tierras y naciones distantes, pueblos de diferentes leguajes, leyes y formas de vida. Si no fuera por estos contratos, a algunos les faltarían los bienes que otros tienen en abundancia y no serían capaces de compartir los bienes que tienen en exceso con aquellos países en los que son escasos.

Sin embargo, si no vemos bien la lógica subyacente del intercambio ni cómo funciona para ayudar a todos, es fácil no apreciar lo que el mercado comercial supone para la sociedad. Es una tendencia en los círculos que discuten asuntos de justicia social. Raramente se da al mercado el crédito que merece por ayudar a la humanidad a mejorar. De hecho, el mercado no es sino la interacción cooperativa de la humanidad para mejorar el bien común.

La falacia de la equivalencia de valor en el intercambio ha sido refutada desde hace 500 años y aún así vuelve a reaparecer. La economía es una de esas ciencias que requieren un pensamiento cuidadoso. No puede intuirse rápidamente por un puñado de postulados morales. Debe estudiarse y entenderse con herramientas deductivas y una paciente descripción de un amplio rango de conceptos. Es por esto que la economía como ciencia se desarrolló tan tarde. Pero no es demasiado tarde para que la entendamos.

La comprensión de la economía lleva a una apreciación directa de la contribución de los mercados libres al bienestar de todos. Si leemos algo que parece desacreditar a la economía de mercado, es más que probable que se base en una falacia como la anterior.

Hoy en algún momento sin duda ustedes realizarán algún intercambio económico. Usen la oportunidad para reflexionar sobre la gloriosa dinámica que le subyace. Pueden decir, “gracias”. La persona que reciba su dinero puede decir “gracias”. Esas oportunidades suman a la mayoría de la paz y la prosperidad de las que disfrutamos a este lado del cielo."

Fuente: Artículo original en Mises Traducido en MisesHispano

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