"En este país donde todo parece desmadrarse antes o después, le ha tocado el turno en los últimos meses a las dos caras de una misma moneda: los desahucios con las tragedias personales asociados a los mismos, por una parte (V.A., "Desahucios, la muerte como exageración", 12-11-2012), y las refinanciaciones hipotecarias y su impacto sobre el balance de los bancos, por otra (EC, "Linde pone el punto de mira en las refinanciaciones de segunda vuelta con empresas", 08-05-2013). No se trata de un problema exclusivo de nuestro país. Ni mucho menos. Sin embargo, en otros estados de la Unión Europea han decidido coger el toro por los cuernos a través de un doble proceso: simplificación del mecanismo ejecutivo y limpieza de cualquier atisbo de ‘fraude’, en la medida en que este exista. Es el caso de una Irlanda que comparte con España la responsabilidad ‘con todos los bienes presentes y futuros’ por lo adeudado al banco o a un acreedor no financiero.
Así, de acuerdo con el desarrollo recién publicado de la Ley de Insolvencias aprobada por su Parlamento en enero del año pasado, cualquier titular de una hipoteca que solicite a su entidad financiera una condonación parcial de la deuda que con ella tiene contraídadeberá haber renunciado antes a cualquier bien considerado como suntuario y/o prescindible, caso de la televisión por satélite o cable, la educación de los hijos en centros privados, las vacaciones en el extranjero o, incluso, el coche si tiene fácil acceso a los medios de transporte públicos. De acuerdo con las declaraciones del nuevo Servicio de Insolvencias establecido en la isla, recogidas por Financial Times, "no se trata de que vivan con lo imprescindible, sino de que no se permitan lujos que no pueden pagar".
Para fijar la frontera entre una vida corriente dentro de las posibilidades y otra excesiva, el regulador irlandés ha tenido a bien fijar las referencias de gasto mensuales para los ciudadanos que se encuentren en esta tesitura. Así, por poner algún ejemplo, el límite individual de compras alimenticias se fija en 247,04 euros al mes y el de calefacción en 57,31. Podrá destinar a desembolsos ligados a su "participación e inclusión social"–entradas de cine, pintas de cerveza y similares- 125,7 euros cada treinta días. Se trata de una guía para bancos y Administración a la hora de abordar cualquier reestructuración propuesta por un cliente moroso y/o insolvente, condición que afecta a una cuarta parte de las hipotecas concedidas en su intervenida economía.
Todo aquello que supere ese nivel de renta de ‘subsistencia’ será utilizado como argumento en contra del deseo de quien demanda recortes en su financiación ajena. El establecimiento de este techo (en el Reino Unido existe algo similar por partidas de gasto, pero sin individualización de cuantías) suena más a desiderátum que a referencia realista por varios motivos: la dificultad de monitorizar los flujos financieros de quien solicita el ajuste; la imposibilidad de controlar su actividad sumergida (que paradójicamente se ve incentivada por esta medida con el correspondiente impacto recaudatorio para las arcas públicas); o su capacidad de utilizar sociedades para camuflar parte de los 'caprichos' ahora considerados como no admisibles, entre otros.
No obstante, la medida responde al más puro sentido común. Y son varias las razones. Está en primer lugar el llamado ‘riesgo moral’, premiar a quien incumple frente al que paga. No se podría considerar su uso como legítimo si el ‘sacrificio’ social no va acompañado del personal del que se beneficia de la renegociación. En segundo término, obliga a la gente a vivir de acuerdo con sus posibles, cosa a la que no siempre está dispuesta. Me contaba el director de un colegio privado hace bien poco que tuvo que cancelar la beca a una familia después de que se pasaran una semana, en pleno curso, esquiando en los Alpes franceses. En esta nación de ‘vecinas’, en el sentido más peyorativo del término, cuesta un mundo aceptar lo inevitable. Por último, en un sistema bancario nacionalizado como el irlandés, cualquier merma en su beneficio, como el derivado de una quita, va al bolsillo de los contribuyentes. Establecer normas taxativas para su ejercicio parece no conveniente, sino imprescindible.
No creo que la medida sea replicable a España pero, por si acaso, tomen nota de cómo está el patio. Bromitas, las justas. Buen fin de semana a todos."
Fuente: Cotizalia
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