"En su primer año de legislatura Mariano Rajoy ha conseguido cerrar todo un ciclo, iniciado en 1993, en la última legislatura de Felipe González. En aquel ejercicio de profunda recesión, alto paro y subidas de impuestos, el gasto total de las Administraciones Públicas alcanzó una cima, del 46,7% del PIB, que ningún Gobierno, ya fuera socialista o conservador, había conseguido volver a igualar. Las diferencias entre austericidio y austeridad: así confunde el Gobierno a los ciudadanos.
Así fue hasta 2012, cuando paradójicamente las riendas de esa gran empresa llamada España estaban en manos de un político que hizo bandera de la reducción del sector público y que se precia de representar un ideario muy alejado del propio de González.
El año pasado el desembolso del conjunto de las Administraciones llegó al 47% del PIB, de acuerdo con el balance más reciente elaborado por la Intervención General de la Administración del Estado, un organismo dependiente del Ministerio de Hacienda.
La mencionada estadística muestra cómo 2012 fue un ejercicio en el que en absoluto se corrigió la tendencia iniciada en 2007, durante la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando el flujo de dinero liberado desde las instituciones volvió a coger ritmo, al compás que le marcaba la todavía incipiente crisis económica.
Muy al contrario, el gasto público en 2012 estuvo completamente a merced de esa inercia y se elevó casi dos puntos porcentuales con respecto al elevado nivel que ya había alcanzado en 2011.
Rajoy, por tanto, se muestra desde este punto de vista mucho más cercano a la escuela de Zapatero que a la establecida por su, durante años, teórico jefe de filas, José María Aznar, quien desde que llegó a La Moncloa en 1996 hasta que la abandonó, en 2004, consiguió reducir la envergadura del gasto público un 5,5%.
Superando a Aznar
Curiosamente, Rajoy tomó nota de ese resultado y, sobre el papel, abrazó el compromiso, no ya de igualarlo, sino de incluso superarlo. Para hallar la prueba, basta con releer el Programa de Estabilidad que el presidente del Gobierno envió a Bruselas hace casi exactamente un año. En aquellos momentos, a principios de mayo de 2012, el político popular aseguraba a la Comisión que se encontraba en condiciones de situar el gasto público en el 37,7% ya en 2015.
Ese porcentaje, por sí solo, representa toda una proeza en la medida en que no existe otra opción más que bucear muy profundamente en el histórico de estadísticas para dar con un año en el que las Administraciones españolas mostraran un grado tan elevado de austeridad. De hecho, hay que remontarse a mediados de la década de los 80 para topar con registros inferiores al 38% del PIB.
Por otro lado, aquello a lo que Rajoy se comprometió ante Bruselas equivalía a someter al gasto público a un recorte de 7,4 puntos en cuatro años, cuando la reducción que logró Aznar fue inferior (5,5 unidades) en un periodo de casi diez años.
Más humildes
El equipo de Mariano Rajoy no ha sacado tanto pecho este año. Si en el penúltimo Programa de Estabilidad hablaba de un gasto público atado al 37,7% en 2015, en la edición más reciente del mencionado informe (dada a conocer la semana pasada), esa meta queda postergada a 2018.
Un año antes es cuando el baremo quedaría situado en una cota, 38,8%, comparable a los mínimos que pudo alcanzar Aznar, a principios de la década pasada, cuando España era el alumno más avanzado de toda la zona del euro en lo que a cumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento concierne.
Con todo, estos augurios se hallan muy lejos de representar un verdadero compromiso, como mucho son una declaración de buenas intenciones. No en vano, el documento explica que todas las previsiones que vayan más allá de 2016 no son pronósticos en sentido estricto, sino meras extrapolaciones de lo supuesto con respecto a ese año, bajo la improbable hipótesis de que no habrá cambios de mucho calado en las condiciones macroeconómicas tanto internas como externas.
Ateniéndose a los pronósticos más serios, el último Programa de Estabilidad del Ministerio de Economía da por asumido que el gasto público seguirá moviéndose en el entorno del 43% del PIB en los próximo tres años, una cota muy similar a la que heredó José María Aznar en 1996, del último Gobierno de Felipe González.
El elevado gasto público no es el único vínculo que relaciona al primer año de la última legislatura de González con el primero del mandato de Mariano Rajoy.
Hoy como entonces, el conjunto de las Administraciones registraba unos números rojos que rondaban el 7% del PIB y en ambos casos se buscó su corrección por la vía más rápida y expeditiva, esto es, mediante la subida de impuestos.
Así, el ministro de Economía, Pedro Solbes, se decantó por un alza, con carácter retroactivo, del impuesto sobre la renta, mientras que también hubo incrementos para el IVA, cuyo tipo ordinario pasó del 12 al 15%. Dos décadas después, ese gravamen, tras su última elevación ordenada por el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro, se encuentra en el 21%, mientras que el IRPF experimentó en 2011 una elevación que no dejará de estar vigente hasta 2015."
Fuente: El Economista
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