"Las empresas ganadoras poseen tanto un modelo de negocio deferenciado y difícilmente replicable como un plan estratégico (cada vez planificado a más corto plazo) que les permite posicionarse en el mercado y crecer aportando valor añadido. Del mismo modo, las naciones también deben diseñar su propio modelo de crecimiento en función de sus propias ventajas competitivas.
Los españoles hemos podido comprobar que el modelo de crecimiento basado en la construcción en el que se apoyó nuestra economía era insostenible y únicamente respondía a criterios especulativos. ¿Y cuál es el plan económico actual del Gobierno? Pedir ayuda al BCE y abrasar a impuestos a los españoles, una estrategia que hasta la fecha está sirviendo para mantener a flote la sobredimensionada Administración.
¿Qué pasaría si el BCE cambiara de postura y suspendiese el programa de compra de bonos españoles? Si el Gobierno hubiera desarrollado profundas reformas, España no dependería tanto del BCE y de Europa. Pero en lugar de eso Rajoy se ha conformado con pseudoreformas y maquillaje en forma de marketing político para venderle algunas medidas tanto a los españoles como a Bruselas.
Rajoy presume de ser reformista, pero su bagaje en este sentido es descorazonador: rescate de entidades financieras quebradas por los políticos, una reforma laboral carente de flexiseguridad, un sector energético sin liberalizar y ni rastro de una amplia reforma fiscal. ¿Y la Administración? Un simple paripé que sólo recortará el gasto público en 6.500 millones de euros, en el mejor de los casos, hasta el 2015.
Una estrategia económica perdedora
Como sigamos así, España solo podrá apoyarse en el modelo de crecimiento tradicional, es decir, el conocido como "sol y playa". Sin embargo, el sector turístico, y en concreto la hostelería, también debe luchar contra el régimen del terror fiscal instaurado por el Gobierno. Porque aunque el último Índice PMI indica que la caída de la producción de la industria manufacturera española se moderó en junio por el efecto exportaciones, el consumo interno sigue bajo mínimos. El Gobierno ve "brotes verdes" al igual que los veía Zapatero si bien la economía todavía está lejos de la ansiada recuperación.
El Gobierno insiste en continuar con la estrategia económica perdedora basada en la presión fiscal confiscatoria para reducir el déficit, pero los especialistas vaticinan una caída de la recaudación ante el sablazo fiscal de Cristobal Montoro, que se podría encuadrar en la categoría de expolio legalizado a los españoles.
Las pymes y los autónomos que todavía no están en concurso de acreedores rozan la bancarrota, puesto que las empresas están siendo saqueadas por el Gobierno para pagar las nóminas de todos los empleados públicos y los asesores enchufados por los partidos políticos en la Administración paralela. Además, a las empresas se les priva del crédito que, contradictoriamente, fluye sin problemas hacia el Estado.
¿Puede convertirse España en un país de camareros, políticos, empleados públicos y, si no destruyen definitivamete el campo, también de ganaderos y agricultores? Este es el nuevo socialismo del siglo XXI, enmarcado en un falso e irreal Estado del bienestar que penaliza a la economía productiva y a la iniciativa privada para premiar el trabajo improductivo de una Administración sobresaturada, ineficiente, controlada por los partidos políticos y despilfarradora en grado sumo."
Fuente: El Economista
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