lunes, 19 de agosto de 2019

Errejón, fascista light

Santiago Navajas analiza la intención de apropiación y en qué consiste (o mantenimiento de la misma pues hace tiempo que se la apropió) de la educación pública por parte de la izquierda analizando las declaraciones de Gabilondo, Errejón e Isabel Serra en la investidura de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, y la perspectiva de un liberalismo conservador (no libertario) de la educación pública. 

Artículo de Libertad Digital: 
Iñigo Errejón e Isabel Serra han protagonizado la oposición de extrema izquierda en la sesión de investidura del gobierno liberal-conservador de Isabel Díaz Ayuso. Si triste ha sido ver a todo un catedrático de Metafísica, el socialista Gabilondo, reducirse a un patético propagador de fake news al defender que en Madrid hay "197.000 niños y niñas que están en situación de pobreza extrema", peligroso es comprobar cómo los comunistas light plantean, en caso de llegar al poder, continuar con la planificación para el adoctrinamiento en el sistema educativo.
Errejón ha planteado cuál es su noción de libertad, contradictoria con la autonomía individual:
"Creemos que la libertad se ejerce en común y es más fuerte cuando pactamos y nos dotamos de instituciones que nos protejan del despotismo de los poderes salvajes. No es aislándonos, es reconstruyendo la comunidad".
Recordemos que hay distintos conceptos de libertad. En la libertad del liberalismo eres tú quién decides qué es lo que te conviene. En la libertad de los colectivismos de derecha o, como en el caso de Errejón, de izquierdas, son otros los que saben mejor que tú lo que te beneficia. El republicanismo de Errejón es una versión soft del comunismo y una reformulación del comunitarismo, que antepone un colectivo cultural y étnico al individuo. En la práctica, consiste en una dictadura de una vanguardia (o "núcleo irradiante") sobre todos y cada uno de los ciudadanos. Mientras que el liberalismo crea la separación de poderes para que la competencia se ejerza libremente, manteniendo una esfera inviolable de derechos humanos, el comunitarismo, el republicanismo y el comunismo son variantes del poder despótico de una élite presuntamente virtuosa. La izquierda al estilo de Errejón tiene unas ideas de democracia, libertad, igualdad, feminismo y justicia que están en las antípodas de los conceptos liberales sobre los mismos.
Por su parte, la populista Isabel Serra dejó claro que su proyecto de sistema educativo público deja fuera a la mitad de la población, representada en Rocío Monasterio:
"La educación pública tiene como objetivo proteger a los niños de personas como usted, señora Monasterio"
En ambos caso, Errejón y Serra no son más que la encarnación de la estrategia de Antonio Gramsci para controlar a la sociedad:
"La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados "orgánicos" infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios".
La educación pública no debe usarse para satanizar a nadie sino que debe ser abierta y plural bajo los principios del razonamiento y la experimentación. Los políticos de izquierda tratan de apropiársela para convertirla en centros de adoctrinamiento y reeducación socialista. En este sentido, la idea del pin parental planteada por Vox es una buena iniciativa. La educación pública actualmente está parasitada por cursos, charlas y talleres de feminismo de género, ecologismo radical y políticas socialdemócratas. Los padres y alumnos que no pueden o quieren la privada deben poder defenderse del sistemático adoctrinamiento gramsciano en la escuela pública.
El liberalismo por definición no está a favor de un laissez faire amorfo y acrítico. No confundir con la ley de la selva anarcocapitalista. Se incentiva la libertad pedagógica, como el home schooling y el cheque escolar, pero dentro de unos patrones generales de racionalidad. Los enemigos de la educación pública según este principio liberal son los conservadores, que quieren eliminarla, y los socialistas, que pretenden manipularla. El Estado debe estar al servicio de los ciudadanos, no los ciudadanos ser siervos del Estado como pretendía Hegel, el filósofo que tanto admira Gabilondo y al que los izquierdistas interpretan del modo más totalitario posible:
"En cuanto que una forma de la familia universal, la sociedad civil tiene el derecho y el deber de supervisar la educación e influir en ella, pues la educación moldea la capacidad del niño de llegar a ser un miembro de la sociedad. En este respecto, el derecho de la sociedad es mucho más importante que los deseos arbitrarios y contingentes de los padres, especialmente cuando la educación es hecha por otros, no por los padres. (...) Sólo dentro de los confines del Estado tiene el hombre existencia racional. El objetivo de toda educación es asegurar que el individuo cese de ser puramente subjetivo para alcanzar una existencia objetiva dentro del Estado... Debe su existencia toda al Estado... Todo valor y toda realidad espiritual los tiene sólo como resultado del Estado."
Con Errejón, Serra y Gabilondo tendríamos un rebaño de fanáticos ignorantes, al estilo de Greta Thunberg, que se lanzarían a la guerra cultural y a la satanización del disidente. Bertrand Russell advirtió contra esta deriva hegeliano-gramsciana de la enseñanza pública y recomendó eliminar la educación estatal, si este fuera el caso, ya que sería el más grande peligro contra las libertades. Pero cabe una educación pública liberal. El liberalismo está a favor de una educación pública de corte científico y constitucional, no ideológica y partidista. La educación pública debe existir según un paradigma liberal. El Estado debe articular una opción educativa que garantice la libertad de oportunidades y la objetividad educativa, de manera que la libertad individual y el pluralismo social se multipliquen con más competencia.
Los coordinadores deben ser entidades plurales sometidas al debate público y que deban dar cuenta de sus decisiones ante el público ciudadano. El liberalismo ha sido desde sus orígenes radicalmente individualista pero también radicalmente democrático.

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