viernes, 23 de agosto de 2019

Una gran mentira llamada Greta

Carmelo Jordá analiza la gran mentira llamada Greta, utilizada sin escrúpulos para obtener beneficios personales de distinta índole, y las distintas cosas que nos enseña esta última instrumentalización económica, mediática y política. 

Artículo de Libertad Digital: 
Nada alrededor de esta chica es tan improvisado ni tan inocente como parece.Greta Thunberg I OFICINA DE PRENSA DE GRETA THUNBERG
Como no podía ser de otra forma, la ya famosísima niña sueca que se ha convertido en los últimos meses en el rostro de la supuesta lucha contra el cambio climático –"crisis climática" lo llaman ahora, a ver si los titulares son aún mayores– no es lo que a primera vista parece, o no es lo que dicen que es, si lo prefieren dicho así.
Lo ha revelado una investigación de The Times de la que nos hemos hecho eco en Libertad Digitalnada alrededor de Greta es tan improvisado ni tan inocente como parece, salvo quizá la propia niña, que probablemente sí es lo que aparenta ser: una pobre adolescente con problemas, usada hasta la náusea por unos padres desaprensivos, unos periodistas sin escrúpulos y, tal y como sabemos ahora, una serie de lobistas profesionales y empresas ávidas de obtener gigantescos contratos públicos.
La aventura de Greta nos enseña varias cosas y, pese a que ninguna está de verdad relacionada con el clima en el planeta, todas ellas me parecen importantes. Por ejemplo, que no se puede dejar las cuestiones políticas, y menos aún aquellas que necesitan decisiones racionales basadas en criterios lo más objetivos posibles, en manos del espectáculo sentimentaloide e infantilizado en el que se han convertido la mayor parte de los medios y un porcentaje muy importante de la discusión pública, porque una niña de 16 años no puede decirnos nada del cambio climático, ya que ni sabe nada ese tema ni, probablemente, de ninguna otra cuestión. De hecho, los que la usan y la colocan en las portadas lo hacen, precisamente, para evitar un debate serio basado en los hechos y hacer una apelación sentimental tan inmoral como, me temo, efectiva: entendemos que no acaben de creer a este científico antipático pero, ¿no le van a hacer caso a esta pobre niña desesperada? No, mire: resulta que una niña desesperada es, precisamente, alguien al que hay que hacer muy poco caso si queremos comportarnos como seres racionales.
Por otra parte, cuando los que defienden la causa de la "crisis climática" tienen que recurrir a menores con problemas psicológicos tiendo a pensar que algo en su discurso no es tan sólido como quieren hacernos creer. No puede ser que presuman de una supuesta "abrumadora evidencia científica" pero en lugar de exponerla saquen a la palestra pública a una cría que donde debería estar es en su casa y, como muy lejos, en el instituto.
Pero lo peor de todo, como casi siempre, es la actitud de un sector amplísimo del periodismo, que va saltando de buena causa en buena causa sin hacer prisioneros: ahora usan a una menor con Asperger, luego a unos inmigrantes desesperados, más tarde a los manteros o a los desahuciados o vaya usted a saber a quién, sin preocuparse de la repercusión real de su intervención en las vidas de aquellos a los que se suponen que van a ayudar, dejando por doquier juguetes rotos pero, eso sí, sin mancharse un ápice su exquisita conciencia progresista, porque para algo son periodistas divinos, tan preocupados por la Humanidad que casi no les queda tiempo para preocuparse de los humanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Twittear