lunes, 7 de octubre de 2013

¿Ahorrar dinero es malo para la economía? (Política, Economía. 2.049)

Un artículo que critica el extendido pensamiento (por medios de comunicación y políticos) e incentivado por todo tipo de trabas al ahorro, de que el ahorro es malo y lo que hay que hacer es consumir y consumir para mejorar la economía.

Artículo de Mises Hispano:
"Nuestros abuelos creían en el valor del ahorro, pero muchos de sus nietos no.
Esto pasa porque los valores culturales y económicos han cambiado radicalmente en las últimas generaciones, al haber convencido las élites políticas y de los medios de comunicación a muchos estadounidenses de que ahorrar esta demodé. Así que hoy, bajo la influencia de economistas keynesianos que defienden el gasto público y altos niveles de consumo, el ahorro se ha visto devaluado.
“El crecimiento de la riqueza, lejos de ser dependiente de la abstinencia [el ahorro] de los ricos, como se supone comúnmente, es más probable que se vea impedido por ella”, según la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, de John Maynard Keynes.
“Cuanto más virtuosos seamos, cuanto más decididamente ahorradores, cuanto más obstinadamente ortodoxos en nuestras finanzas nacionales y personales, más tendrán que bajar las rentas”, escribe. “Ahorrar”, escribía Keynes en su Tratado del dinero, “es un acto del consumidor individual y consiste en el acto negativo de dejar de gastar toda su renta actual en consumo”.
Pero ahorrar, a pesar de lo que dice Keynes, no es “negativo”. Es consumo diferido. “Los grandes países productores son los grandes países consumidores”, escribe Benjamin Anderson en Economics and the Public Welfare. Más importante es que las tasas altas de ahorro llevarían a una mayor productividad, que beneficiaría a nuestros hijos y nietos, como han explicado economistas clásicos y austriacos.
“Somos los afortunados herederos de nuestros padres y antepasados cuyo ahorro ha acumulado los bienes de capital con la ayuda de los cuales trabajamos hoy”, escribía Ludwig von Mises en La acción humana. El ahorro, en definitiva, es consumo, escribe Detley S. Schlichter en Paper Money Collapse. “Al dejar aparte algunos recursos para atender necesidades financieras de consumo, los invertimos”.
Sin embargo las ideas keynesianas dominan la administración Obama y los medios de comunicación de masas. La mayoría de los políticos, incluyendo a los republicanos, que a menudo pretenden se amigos del ahorro y la autosuperación, son keynesianos, tácitos o abiertos. Esto pasa porque los políticos hayan estudiado o no a Keynes, generalmente aman la idea del dinero barato. A la mayoría les encanta gastar dólares del contribuyente. Creen que esta es la forma de ganar las elecciones.
El dominio keynesiano ha llevado a cambios económicos y culturales radicales. Estos cambios se han estado produciendo en Estados Unidos durante más de medio siglo. Por ejemplo, Estados Unidos ha pasado de ser una nación con una de las mayores tasas de ahorro durante la década de los 20 a tener hoy una de las menores tasas entre las grandes naciones industriales.
Pero penalizar el ahorro, la vitalidad de la creación de empleo y mejores herramientas que hacen que los trabajadores actuales sean más eficientes, ha dañado la capacidad de la nación de crecer y contratar a millones de jóvenes en busca de empleo. Esto pasa porque el keynesianismo, según sus intérpretes modernos, equivale a celebrar el consumo. Se cree que el gasto público combinado con bajas tasas de ahorro lleva a auges permanentes.
Los seguidores de Keynes creen que el papel del gobierno es mantener el auge en marcha mediante el gasto. Así que es el consumo, no la oferta, lo que hace que la economía sea exitosa, dicen.
Los medios de comunicación adaptan el mensaje de que el consumidor, no el productor, es la parte más importante de la economía. Los políticos están de acuerdo.
Cuando la economía empezó a ralentizarse en 2006, el presidente Bush pidió a los estadounidenses “ir más a comprar”. Newsweek, en un titular de hace unos años, decía a los estadounidenses “Dejad de ahorrar”.
Esta filosofía anti-ahorro es más que solo mala macroeconomía. Es la doctrina que se ha apoderado del pensamiento económico, ahora dominado en los medios populares por economistas keynesianos como Paul Krugman. En su último libro, ¡Acabad ya con esta crisis!, explica por qué son bajas las tasas de crecimiento. La administración no ha sido suficientemente keynesiana. El estímulo Obama, se queja, era de una “escala completamente inadecuada”.
Keynesianos de todo tipo han pedido constantemente a los estadounidenses que gasten, especialmente el gobierno. El efecto de este cambio va más allá de las cifras. También ha cambiado cómo ven muchos estadounidenses la vía a la autosuperación. Joe Sixpack, el estadounidense medio que una vez creyó que mediante el ahorro, el trabajo duro y la disciplina podría ahorrar para conseguir una vida mejor para su familia, resulta ser la víctima. Los economistas keynesianos y comentaristas de los medios de comunicación de masas a menudo muestran a los ahorradores como gente egoísta.
Incluso la persona media que su cuenta de ahorro que vive en un apartamento en Brooklyn (estoy hablando del conductor de autobús de la mítica serie de televisión The Honeymooners) debe pagar impuestos sobre su mísera cuenta de ahorros de 75$. Esta mentalidad contra el ahorro ha asombrado a algunos en naciones donde los ahorros de veían de forma positiva.
A un antiguo Secretario de Comercio de EEUU le preguntó su homólogo japonés en la década de 1970 en el libro de Pete Peterson Facing Up: “por favor, explique por qué pone las mayores impuestos a lo que se llama renta no merecida. Siempre hemos supuesto que la renta del ahorro era la más merecida. ¿No cree que ahorrar es un trabajo duro?”
Decenas de millones de baby boomers no están haciendo el trabajo duro.  Tienen pocos o ningún ahorro. ¿Cómo proporcionarán las políticas erróneas de Keynes y sus retoños un nivel de vida decente para ellos?
La tasa personal de ahorro en Estados Unidos disminuyó un 56% durante los últimos 50 años de 1963 a 2012, según el 2013 Economic Report of the President. La tasa personal de ahorro fue de media un 3,8% en la década entre 2003 y 2012. Es una gran caída comparada con el periodo 1963-1972, cuando era del 8,7%.
Sin embargo, es peor que eso. Desde el final del año pasado, la tasa de ahorro personal ha disminuido aún más, hundiéndose hasta el 2,5% en marzo y abril, según la Oficina de Análisis Económico del Departamento de Comercio de EEUU.
Incluso el informe económico del presidente Obama, al documentar que las tasas de ahorro son bajas, reconoce que la recuperación que empezó hace unos cuatro años es débil. La recuperación, según el informe del presidente, sigue el camino de las anteriores.
“Desde 1960 a 2007, la economía de EEUU tuvo siete recesiones y la tasa anual de crecimiento del PIB real durante los 12 trimestres que siguieron a estas recesiones fue del 4,2%”, decía el informe presidencial. “por el contrario, durante los 12 trimestres que siguieron el punto mínimo del segundo trimestre de 2009, la tasa anual media de crecimiento del PIB real fue del 2,2%. Después de tres años de recuperación, el crecimiento acumulado del PIB real era 6,3 puntos porcentuales menor que el valor medio de las anteriores recesiones posteriores a 1960”.
Entretanto, los ahorradores son penalizados se ven penalizados. Las políticas de la Fed significan que no reciben casi nada en intereses.
Notablemente, el presidente Obama, en el mismo informe, en un movimiento que probablemente habría aplaudido Keynes, propone poner un tope a los balances en los planes cualificados de jubilación. Aparentemente, el presidente está de acuerdo en que ahorrar es “un acto negativo”.
Estas políticas contra el ahorro deberían cambiar, dicen algunos. Un mejor código fiscal, uno que promueva y no grave el ahorro hasta la muerte, “significaría más innovación, creación de empleo y salarios más altos”, apuntaba el presidente del Comité de Medios de la Cámara de Representantes de EEUU, Dave Camp, cuando le entrevisté para un artículo en el New York Post.
“Cuando los trabajadores vieran que sus nóminas empezaban a aumentar de nuevo”, añade Camp, “serán más capaces de tomar decisiones que atiendan mejor las necesidades financieras de su familia, incluyendo aumentar sus ahorros”.
Pero eso no significa necesariamente que Camp y otros rechacen ahora a Keynes. Muchos republicanos (consciente o inconscientemente) han resultado ser seguidores filosóficos de Keynes. Y Camp, trabajando en una revisión del código fiscal, podría considerar una media lógica: ¿Por qué no bajar todos los impuestos al ahorro y la inversión para invertir décadas de políticas económicas destructivas?
Esa podría ser la decisión más importante para una generación de gente joven sin trabajo porque no genera suficiente capital. También podría ser crítica para sus padres que se aproximan a una jubilación con una bajada en su nivel de vida.
A pesar de los sentimientos keynesianos de muchas de nuestras élites políticas y de los medios de comunicación, debemos a nuestro abuelos reaprender las lecciones del ahorro.

Publicado el 3 de octubre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí."

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