Daniel Lacalle habla desde su propia experiencia sobre el reciente caso del fallecimiento de un becario en Londres.
Artículo de El Mundo:
"Seguramente habrán leído ustedes que un becario de la City de Londres se murió hace una semana, supuestamente por haber trabajado 72 horas seguidas. Pues bien, si han leído la crónica de parte de la prensa estarán horrorizados ante la descripción de «horarios inhumanos», muerte y suicidios. Nada más lejos de la realidad.
En la City trabajamos más de 450.000 personas en un entorno muy competitivo, pero libre. Nadie está aquí por obligación. De hecho, la enorme mayoría de los que quisieran entrar en este sector nunca lo consigue. Se reciben más de 50 peticiones por cada puesto libre, y en algunos casos, como son los grandes fondos o la banca de inversión, la cifra supera las 500 solicitudes por vacante.
El trabajo en la City es duro, y se recompensa –muy bien– por resultados, como no puede ser de otra forma. Imagínense ustedes que el gestor de sus ahorros o su fondo de pensiones fuera remunerado por otro baremo que no fuera la rentabilidad. ¿Invertiría en dicho fondo?. Pero los horarios extenuantes son una ficción. Sí, se empieza la jornada muy pronto, a las seis o las siete. Pero cualquiera que tome el tren en Waterloo Station o suba al metro en Bank o Liverpool Street sabe que a las cinco o seis de la tarde la enorme mayoría está de camino a su casa. Lo que se exigen son resultados y objetivos, el tiempo y horas que se usen para conseguirlos depende de la gestión del tiempo individual.
Todos hemos tenido que trabajar muchas horas y varios fines de semana, pero también lo hacen los empresarios, los escritores, los músicos o los periodistas. Me temo que tras la polémica sobre la City hay más demagogia que preocupación por trabajar mucho. Como si eso fuera algo malo.
De la misma manera que nadie le cuestiona a un deportista de élite que entrene de manera agresiva o a un cantante que haga giras de 250 conciertos, es normal que los profesionales de un sector competitivo, en el que se involucran por decisión propia, trabajen lo que sea necesario. Son personas que pasan un proceso de selección de meses que muy pocos superan, y toman libremente esa responsabilidad. Porque además es su pasión. Aquí no solamente se trabaja. Se incentiva la meritocracia y la competencia. Lo que muchos llaman sacrificio es, para la inmensa mayoría en la City, un placer. Por supuesto, si a alguien no le gusta, presenta su dimisión libremente, y sus compañeros estarán encantados de desearle suerte en otro sector.
Al otro lado del canal, Francia es el país modelo de los defensores del intervencionismo y el control gubernamental. De ese país, France Telecom, ahora Orange, es un ejemplo mundial de lo que muchos considerarían un trabajo tranquilo. Empresa estatal, horarios de 35 horas semanales, lo que se llama seguro y a largo plazo. Tan seguro y a largo plazo que es simplemente imposible escapar de él. En France Telecom se suicidaron 35 personas entre 2008 y 2009. No hay nada más inhumano que la frustración y desesperación de vivir la pesadilla kafkiana de un trabajo burocrático, tedioso y sin sentido. Pero eso, por supuesto, no genera polémica, porque es lo que nos quieren vender como un buen puesto.
Yo llegué a la City de Londres con 36 años, no era ningún chaval. Tomar la decisión no era fácil. Pasaba de ser director en una buena empresa, en un entorno estable, un puesto seguro y de poco riesgo, a un sector extremadamente competitivo y con gran parte del sueldo dependiente de la consecución de objetivos.
Todo mi entorno comentó que era un error, que tomaba una decisión arriesgada, que no tenía que dejar lo conocido por lo desconocido, toda la serie de frases típicas.
Hoy, casi diez años después, me dicen que hemos tenido mucha suerte y que fue una buena decisión. Tengo una vida completa, una familia maravillosa y mi trabajo no es una carga porque me apasiona. El día que lo sea, renuncio, y estoy seguro de que habrá decenas de candidatos encantados de ocupar mi puesto. Libremente.
En la City se trabaja mucho, pero se hace por una decisión consciente y libre. El que no quiera ese sistema, que no se preocupe, porque probablemente jamás le contratarían. Eso sí, entre un entorno laboral competitivo y libre y uno seguro pero frustrante, hay algo que tengo muy claro: No cambiaría libertad por seguridad jamás."
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