Hace muchos siglos los árabes conocían un compuesto que se conocía como altutiyá y que se utilizaba para enfermedades de los ojos.
Con el paso del tiempo y ante la falta de remedios de la época, la ‘altutiyá’ empezó a ser utilizada para otras cosas y al final se convirtió en el típico remedio universal que posiblemente no sirviera para nada. En épocas posteriores el vocablo árabe se transformo en el castellano atutía.
Tan famoso fue este remedio que cuando algo no se podía curar con nada, por mucho que se intentara, se empezó a decir ‘no hay atutía’ que cure esto o lo otro. Al final bastaba decir ‘no hay atutía’, para dejar claro que el asunto no tenía remedio, y finalmente la frase empezó a pronunciarse por deformación como ‘no hay tu tía’.
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