viernes, 4 de octubre de 2013

El ser humano más duro de la historia. (Anécdotas históricas, Curiosidades. 269)

Sin duda alguna, la persona más "dura" del mundo se encuentra en México y es una mujer. Una historia impresionante, que duele con solo pensarlo. 


Artículo de RTVE (Vía):

"Por más que los hombres jóvenes estén algo obsesionados con ello, lo cierto es que no es fácil determinar qué es ser un tipo duro. Para empezar es complicado definir el término, porque ¿qué es ser duro? Cualidades como el valor, la resistencia, la capacidad de superar obstáculos horrorososo y la generosidad en la adversidad forman parte de la idea, pero no son por completo la idea. En una especie tan peculiar y con una historia tan retorcida como la nuestra resulta difícil evaluar quién merece ese título de entre todas las personas que han vivido; de quién es la gloria de ser la persona con más agallas, mayor denuedo, más valor, mejor espíritu. En Quora, por ejemplo, no se ponen de acuerdo. Y es que conocemos casos de soldados con historias de valor increíble en combate, de filántropos que se han enfrentado a riesgos terribles para ayudar a sus semejantes, de exploradores que han ido a donde nadie jamás pudo imaginar. Al título de la persona 'Mas Dura' del planeta aspira con justicia gente como Malala Yousafzai, la niña afgana a la que los Taliban pegaron un tiro en la cabeza por reivindicar el derecho a la educación y que ha sobrevivido para proseguir su tarea. Muchos de esos nombres sin duda merecen respeto y admiración infinitos, y superan con mucho las cualidades de cualquier persona normal. Pero cuando se trata de valorar la capacidad de autosacrificio de un ser humano hasta más allá de lo concebible, sólo hay un nombre posible. El título del humano más duro que jamás haya existido está ocupado por una mujer mexicana de origen zapoteco que se llama Inés Ramírez Pérez, y que el 5 de marzo del año 2000 tuvo a su octavo hijo por medio de una césarea que se practicó ella misma. Sí, guiñe los ojos; sólo leerlo duele.
Es el único caso conocido por la ciencia médica de una auto-cesárea en la que ambos, la madre y el hijo, sobrevivieron. Las circunstancias son tan sobrecogedoras como la mera idea: Inés había tenido ya 7 hijos y había perdido un octavo por problemas en el parto. Vivía en la localidad serrana de Río Talea, en el estado de Oaxaca, a varias horas de camino de tierra del hospital más cercano. Cuando comenzó el parto del que iba a ser su octavo hijo vivo estaba sola en su choza; tras 12 horas de dolores comprendió que la historia se iba a repetir, y que iba a perder a su hijo. Así que envió a otro de sus hijos a comprar un cuchillo de cocina, porque en la casa no tenía nada lo bastante afilado, y mientras se sirvió unas copas de mezcal: cuando el niño regresó con un cuchillo de 15 centímetros Inés procedió a operarse a sí misma. Sentada en la postura tradicional del parto que usan las mujeres indígenas se abrió el abdomen y realizó una incisión en la pared muscular del útero hasta que pudo liberar a su hijo, que comenzó inmediatamente a llorar; la mujer tuvo aún suficientes arrestos como para cortar el cordón umbilical y colocarse las entrañas en el interior de la cavidad abdominal. Se calcula que la operación debió durar al menos una hora. Cuando llegaron unos vecinos, horas después, el niño mamaba de su pecho y ella estaba inconsciente. La cosieron como pudieron con aguja e hilo, la echaron a un coche y la trasladaron durante horas por pistas sin asfaltar hasta el hospital más cercano, donde los médicos no daban crédito. Tuvieron que operarla para cerrar adecuadamente la herida y para intentar cortar lo que esperaban fuese una rápida y brutal infección, que no se produjo. Apenas diez días después Inés estaba de vuelta en su casa.
El caso, publicado en el International Journal of Gynecology & Obstetrics en 2004, catapultó a la fama a la mujer. El artículo muestra las fotos que tomaron los médicos durante la operación original (a evitar si le da grimilla la sangre) y narra, en los acostumbrados términos neutros de la medicina científica, cómo repararon la pared del útero, limpiaron cuidadosamente la cavidad abdominal, ligaron las trompas de la mujer y después suturaron por capas la herida; un costurón vertical de casi 20 cm. El texto explica las complicaciones que esperaban los cirujanos, desde infección hasta obstrucciones intestinales, y que apenas se produjeron; tan sólo hubo que practicarle un par de laparoscopias y administrarle antibióticos. También expresa la opinión de los médicos de que el factor clave fue la postura tradicional de parto, que coloca el útero directamente bajo la pared abdominal; en otra posición el intento hubiese acabado en desastre. Inés habló con los periodistas en 2004, cuando su caso fue conocido en la comunidad médica mundial, y explicó con sencillez su dilema: o hacía aquello, o su hijo y probablemente ella morirían. Inés no recomendaba a nadie repetir la experiencia, por ser demasiado dolorosa y arriesgada. Si es capaz de imaginarse la situación, de visualizar el cuchillo y su vientre, de proyectar la sensación que debe sentirse al acercar el filo y comenzar a trabajar, es fácil compartir esta idea. Como también es seguro afirmar que el ser humano más duro que haya existido es una mujer indígena mexicana, y se llama Inés Ramírez. Al fin y al cabo los antiguos japoneses sólo se rebanaban el abdomen para morir, cuando lo verdaderamente difícil es vivir."

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