Juan Morillo analiza el ataque totalitario de Ada Colau (En Comú, Podemo) al turismo y sus implicaciones.
Artículo del Instituto Juan de Mariana:
España es referente mundial en pocos sectores, pero si hay uno en el que destaca, ése es el turismo receptor. En 2014 recibió 107,5 millones de llegadas (WorldBank), de las cuales 65 millones fueron de turistas. Esto lo sitúa en el tercer país a nivel mundial solamente por detrás de Francia con 83,7 millones de turistas y EEUU con 75 millones de turistas. A nivel de ingresos se encuentra en segundo lugar junto con Francia con unos 66.000 millones de USD, por detrás de EEUU con 220.000 millones de USD.
Dentro de España, Barcelona es uno de los destinos principales de los turistas. En 2015 recibió casi 9 millones de turistas con 373 establecimientos hoteleros (BarcelonaTurisme). El turismo representa el 14% del PIB de Barcelona y emplea a 120.000 personas al año.
A la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, se le ha ocurrido la curiosa idea de frenar la actividad turística de la ciudad. Fue prácticamente su primera decisión importante al ser nombrada alcaldesa, y consistió en suspender la concesión de licencias turísticas en Barcelona. Esto significa que no se pueden abrir nuevos establecimientos hoteleros, apartamentos turísticos, hostales, pensiones, apartahoteles, residencias de estudiantes, albergues juveniles y otras viviendas de uso turístico.
El resultado ha sido inmediato: la política de Ada Colau hunde la inversión hotelera en Barcelona un 67%. Comprensiblemente, el volumen de operaciones en Madrid se ha multiplicado por 10 y Madrid ha pasado a Barcelona por primera vez en volumen de inversiones.
¿Motivos para tomar esta decisión? Colau ha argüido básicamente dos: la saturación de hoteles que ofrecen algunas zonas, unido a los disturbios en algunas zonas que han generado conflictos entre los vecinos. Pese a la sorpresa de muchos, esta medida ha sido apoyada por algunos sectores de la industria hotelera, que ven esta medida una forma de limitar la existencia de nuevos competidores (nuevos hoteles y especialmente pisos turísticos) y de esa forma poder incluso incrementar su ocupación con precios más elevados.
Pero ¿es el turismo en Barcelona un turismo de borrachera y gamberros extranjeros de 20 años que causan disturbios? Más que dar la respuesta en base a una posible percepción subjetiva que pueda tener alguien, lo importante será basar la contestación en números y estadísticas reales. Y los datos oficiales nos confirman que no es así.
Empecemos por los “problemáticos pisos turísticos”. Existen en Barcelona 9.606 apartamentos turísticos y sólo 400 han sido ilegales, es decir, ¡un 4% del total! Desde luego un 4% es una cantidad insignificante como para generalizar e imponer coactivamente normas y legislación a toda la industria hotelera y a la ciudad de Barcelona.
A su vez, los turistas por debajo de los 24 años (en teoría los más conflictivos) representan solamente el 19% del total de turistas en Barcelona. El número de plazas en hoteles de 1 y 2 estrellas (donde se hospedan los turistas conflictivos) representan solamente un 9% del total, 6238 plazas. Por nacionalidades, los turistas británicos representan el 8,6%, franceses 8,6% y alemanes 6,2%. Por tanto, tanto el peso de turista joven como el de nacionalidades concretas es pequeño y en ningún caso pueden dar pie a generalizaciones ni prohibiciones de ningún tipo.
Colau se ha escudado en conflictos puntuales y minoritarios para elevar una prohibición a todo el sector turístico. Pero la respuesta a comportamientos incívicos y/o delictivos es fácil: estado de derecho, leyes y justicia. La actividad turística, y los pisos turísticos en especial, no tienen nada de inmoral e ilegal per se, por lo que jamás se debería prohibir su actividad bajo ningún concepto. Y menos todavía si los supuestos “casos problemáticos” suponen un insignificante 4% del total.
Y es que frenar la actividad turística de Barcelona supone varias cosas:
- Supone crear un problema allí donde no existe ninguno.
- Supone no entender que el turismo representa una gran fuente de riqueza e ingresos (14% del PIB barcelonés).
- Supone no entender que el turismo genera infinidad de puestos de trabajos directos (hoteles, agencias de viajes, operadores, transporte) y también indirectos “efecto arrastre” (hostelera, transporte, servicios profesionales, comunicaciones, etc.).
- Supone no entender que en una sociedad moderna la economía la realizan los ciudadanos y no los burócratas.
- Supone no entender que la creciente visita de turistas es una bendición cultural e intelectual para los barceloneses.
- Supone no entender que toda restricción al turismo es una restricción a la multiculturalidad y apertura de la ciudad y sus ciudadanos.
- Supone no entender que una burócrata no puede controlar la economía como le plazca señalando qué sectores le gustan más que otros. Eso se llama totalitarismo.
- Supone, en definitiva, no entender que quizás una persona de sus características, trayectoria y formación no debería ser nunca la alcaldesa de una grandísima ciudad como Barcelona.
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