El analista estadounidense Michael Rubin cree que el futuro de Turquía se juega precisamente ahora, aunque Europa y EEUU no parezcan interesados en exigir nada a un triunfante Erdogan.
Erdogan es un dictador, pero no podría haber cumplido su ambición sin la ingenuidad occidental. Él y sus seguidores han jugado como han querido con los funcionarios estadounidenses y europeos. Quería debilitar al Ejército turco, pero envolvió su deseo en la retórica de una reforma democrática. Pocos diplomáticos europeos o estadounidenses han servido en el Ejército, y, quizá como resultado de Vietnam e Irak, el sentimiento antimilitarista es muy fuerte en el Departamento de Estado y los Ministerios de Exteriores europeos. Aplaudieron a Erdogan cuando pugnaba por desvincular al Ejército turco de la política, (…) En ningún momento insistieron Washington o Bruselas en que Turquía estableciera (…) un sistema alternativo de contrapesos a un poder político descontrolado antes de desmantelar el único baluarte contra una dictadura monopartidista.(…)Si Obama, Kerry, Hillary Clinton y Donald Trump eligen apoyar ciegamente a Erdogan o miran para otro lado, Turquía puede ser irreconocible en un año y, si Erdogan sigue su camino, convertirse en una República Islámica en una década.
Steven A. Cook, del Council on Foreign Relations, abunda en la tesis de la falta de apoyo popular como principal motivo para el fracaso de la intentona del viernes.
La intervención de 1997, a veces denominada el golpe ‘blanco’ o ‘posmoderno’ porque de hecho el Ejército no llegó a desplegarse, fue la culminación de los esfuerzos [de las FFAA] por cooperar con organizaciones de mujeres, académicos, élites cosmopolitas, medios de comunicación y grandes empresas para desestabilizar y deslegitimar una coalición de Gobierno liderada por el partido islamista del que procede el AKP [de Erdogan].En contraste, la noche del viernes, la facción que pretendía derrocar al Gobierno tenía poco apoyo popular. Cuando el primer ministro Yildirim y el propio Erdogan llamaron a los turcos a desafiar lo que denominaron “levantamiento” y tanto sus partidarios como algunos detractores respondieron, era sólo cuestión de tiempo que el Gobierno recuperara la ventaja: la intervención de los militares en la política se ha convertido en una afrenta a lo que los turcos creen ser.Finalmente, el golpe estaba destinado al fracaso por quién es Erdogan, qué representa para sus votantes y qué ha hecho desde que llegó al poder. El presidente turco es un político de extraño talento, que ha capturado la imaginación de casi la mitad del electorado (…)
El periodista turco Murat Yetkin plantea algunas cuestiones muy pertinentes en torno a la asonada del viernes en Turquía, que se ha saldado con tres centenares de muertos y más de 6.000 detenidos. Aquí damos cuenta de dos de ellas.
1) ¿Quién lo hizo? El presidente Erdogan, el primer ministro Yildirim y muchos políticos de diferentes partidos se apresuraron a decir que Fethullah Gülen, el ideólogo islamista residente en EEUU, fue el cerebro del fracasado golpe. El Gobierno denomina a los partidarios de Gülen en el Estado “la estructura paralela dentro del Estado”. Las fuentes militares, la mayoría de las cuales se posicionaron en contra [del golpe], afirman que algunos [de los golpistas] eran conocidos simpatizantes o sospechosos de simpatizar con Gülen. Fuentes fiables dicen “no apostar por la posibilidad de que no esté implicado”, a pesar de que por el momento no se ha demostrado vínculo alguno (aunque todavía es pronto) y de que Gülen niega las acusaciones.2) ¿Por qué ahora? Hay algunos escenarios que no son muy convincentes, pero el de la reunión del Consejo Supremo Militar sobre retiros y promociones, prevista para finales de mes, podría tener un punto. Fuentes solventes (…) afirman que, al darse cuenta de que habría una purga contra los miembros del ‘Estado paralelo’ en las Fuerzas Armadas, los seguidores de Gülen decidieron hacer este movimiento como una “última oportunidad” para hacerse con el aparato del Estado.
El vicerrector de la Universidad de Tel Aviv, Eyal Zisser, desvela las carencias de la referida intentona, que fracasó, a su juicio, por la bisoñez de sus autores y la falta de apoyo popular.
Tenemos la prueba ante nosotros: el fallido golpe de Estado del viernes, obra de unos pocos oficiales noveles, fue llevado a cabo en contra del criterio de la mayoría de sus oficiales superiores. (…) sigue sin estar claro quién exactamente, o qué, fue la fuerza inspiradora (…) Quizás se inspiraron en la manera que el general egipcio, Abdel Fatah al Sisi, fue capaz de derrocar y sustituir al presidente Mohamed Morsi hace tres años. La diferencia es que el golpe de Sisi disfrutó de un extenso apoyo popular, pero éste no ha sido el caso en Turquía.(…)La intentona significa también que Turquía ha preferido esencialmente la versión erdoganita de la democracia a un régimen militar. Sin embargo, dado que los militares ya no desempeñarán un papel clave en la política de Estado, quienes recelan de los intentos de Erdogan de erosionar el legado de Ataturk y limitar la democracia tendrán que encontrar aliados más poderosos que el Ejército.
El periodista israelí Dan Margalit destaca el principal error que, a su juicio, cometieron los golpistas turcos: creer que su dominio en las redes sociales equivalía a controlar el país. Ahora bien, considera que de todo esto puede salir algo positivo para la estabilidad de Israel.
La ausencia de un mensaje claro [por parte de los golpistas] actuó en favor de Erdogan. Éste dio a sus seguidores una orden inequívoca para que inundaran las calles, lo que dejó a sus rivales atónitos (…) [Las medidas de Erdogan] probablemente incluyan la purga de todos los elementos progresistas en el Ejército y en los supuestamente independientes estamentos judicial y mediático.(…)A pesar de las tensiones en Turquía, el mundo ya sabe cómo tratar con Erdogan y, como dicen los estadounidenses, será simplemente más de lo mismo, con (…) los ataques del Estado Islámico en Siria, los enfrentamientos con los kurdos y las negociaciones con la Unión Europea a cuenta del asunto de los refugiados, mientras Erdogan trabaja para mejorar las relaciones con Israel y Rusia.Este acontecimiento (…) permitirá a Israel disfrutar de la estabilidad que Erdogan pueda dar a Turquía. Será más de lo mismo, y quizás incluso un poco más que eso.
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