Michael Malin expone varios ejemplos del rotundo fracaso por parte de los gobiernos de proteger a las especies en peligro de extinción y cómo la propiedad privada y el incentivo del beneficio ha permitido protegerlas e incrementar su número.
Como en todo en lo que respecta al ser humano, se trata de una cuestión de incentivos.
Como en todo en lo que respecta al ser humano, se trata de una cuestión de incentivos.
Artículo del Instituto Mises:
La protección de las especies en peligro de extinción es un área en la que la mayoría de los economistas afirman que hay un fallo del mercado. Debido a esto, la mayoría de la gente cree que esta tarea solo puede llevarse a cabo a través de acciones del gobierno. En todo el mundo, los gobiernos han intentado diversos métodos para hacerlo. Entre los métodos más populares está la creación de parques nacionales o las reservas de animales y, a través de la ley, la protección de los animales frente a su caza o control. En 1966, Estados Unidos aprobó la Ley de Conservación de Especies en Peligro de Extinción, que incluía se 78 especies diferentes que había que proteger. Desde entonces, solo dos de esas 78 especies originales se han recuperado y tres se han extinguido.
Ahora hay más de 9.000 especies la lista de especies en peligro de extinción. A pesar del encargo de “detener e invertir la tendencia hacia la extinción de especies, a toda costa” (Tennessee Valley Authority v. Hill) y de que la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) tiene un presupuesto anual de casi 2.000 millones de dólares, la tasa de éxito de las especies en peligro de extinción es menor del 1%. Sin embargo, el intento de salvar las especies en peligro extinción no es imposible de lograr. A continuación indico tres casos diferentes en los que se invirtieron estas tendencias con muy poco coste (e incluso con beneficios).
El elefante africano
En 1989, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés) prohibió el comercio internacional de marfil tratando de proteger a los elefantes del exceso de actividades de caza. Esta prohibición en realidad creó un mercado negro del marfil muy lucrativo, que llevó a cantidades aún mayores de caza furtiva de elefantes. Según los profesores Stuart Chapin III, Gary Kofinas y Carl Folke, en Principles of Ecosystem Stewardship: Resilience-Based Natural Resource Management in a Changing World: “tratando de ocuparse del problema de la conservación del elefante durante las décadas de 1970 y 1980, muchos países africanos crearon parques nacionales y otras formas de áreas protegidas que restringían todos los usos locales de los elefantes”. Estos cambios bienintencionados también generaron consecuencias graves, incluyendo cosechas destruidas, miedo entre los residentes y en algunos casos muertes por aplastamiento. Además, no había excepciones ni disposiciones sobre el uso de recursos por parte de pueblos indígenas o personas a nivel de subsistencia.”A pesar de la designación de la CITES y la existencia de áreas protegidas con guardias, creció un comercio ilegal organizado de productos del elefante, dirigido a los compradores del mercado negro”.
Las regulaciones públicas no bastaron para detener este problema. Para algunos, quedaba claro que era necesaria una fuerte implicación de la comunidad. “Zimbabue fue el primer país en África en reconocer la conservación por utilización, que aceptaba que los propietarios de tierras deberían beneficiarse de la vida silvestre”. Para este propósito, se creó un programa llamado Communal Areas Management Program for Indigenous Resources (CAMPFIRE). ”En el momento en que empezó, CAMPFIRE era único en África, al dar poder a las comunidades locales para distribuir los beneficios de la caza con trofeo a los pueblos cercanos a las reservas, estimulando así la conservación”. Los beneficios de estas cazas iban directamente al pueblo o se usaban para infraestructura local. Estos cambios generaron un aumento drástico en la implicación de la comunidad y permitieron a las tribus indígenas utilizar completamente sus siglos de conocimientos tradicionales de conservación. Los resultados finales de estos dos años de experimentación fueron prometedores. Según los informes, hubo un “aumento drástico en las denuncias de incumplimientos de las regulaciones de caza, porque los residentes de la comunidad estaban empezando a ayudar a aplicar dichas regulaciones para salvaguardar sus recursos” (cursivas añadidas).
Aunque CAMPFIRE fue el sistema con más éxito intentado hasta entonces, seguía sin ser perfecto. Acabó fracasando debido a problemas de administración top-down, distribución desigual y corrupción política. Acabó disolviéndose debido a levantamientos políticos en países africanos. Aunque este programa implicación de la comunidad fue un paso en la dirección correcta, evidentemente no fue lo suficientemente lejos.
El rinoceronte sudafricano
En una situación muy similar a la del elefante, el gobierno sudafricano está teniendo dificultades a la hora de proteger al rinoceronte frente la caza furtiva. Su respuesta para combatir este problema: hacer que los gobiernos se retiren completamente. Según Mike Cohen y Paul Burkhardt en Bloomberg, el “gobierno sudafricano está pidiendo la comunidad internacional legalizar el comercio de cuerno de rinoceronte como medio para salvar al animal y luchar contra la caza furtiva”. Su argumentación es que el comercio ilegal de marfil ha creado un mercado negro muy lucrativo que da enormes incentivos para la caza furtiva. Al mismo tiempo, la ilegalización de marfil también elimina cualquier incentivo de beneficio para proteger a estas especies por parte de los dueños de los terrenos. Sudáfrica espera que legalizando la venta de marfil se reduzca enormemente el mercado negro y que los dueños privados de tierras (que pueden gestionar el recurso más eficaz y eficientemente) tengan un incentivo para protegerlos e incluso hacer aumentar su cantidad.
El bisonte americano
Una de las pocas historias de tragedia convertida en éxito de especies en peligro de extinción se refiere al bisonte americano. La tragedia se produjo cuando las poblaciones de bisontes pasaron de estimaciones en decenas de millones antes de 1800 a solo unos pocos cientos solo 80 años después. Este rápido declive y casi extinción se atribuye a por lo general a una “tragedia de los comunes” (es decir, a una falta de derechos de propiedad privada). Al ir aumentando la demanda de los productos del bisonte, empezaron a cazarse desmesuradamente, ya que estaban ubicados en tierras que no eran propiedad de blancos y por tanto se consideraba justo que cualquiera los pudiera cazar. Los ferrocarriles a menudo pagaban para que se mataran bisontes indiscriminadamente para evitar retrasos, y como los retrasos costaban dinero a las empresas ferroviarias, no había ningún incentivo financiero para proteger al bisonte. Según Benjamin Wiegold en su artículo “Especies en peligro de extinción, propiedad privada y el bisonte americano”, el ejército de EEUU bajo el general William Sherman incluso “adoptó una política de tierra quemada, que incluía intentos de erradicar el bisonte de las praderas”.
Los intentos del gobierno de proteger a estos bisontes no tuvieron éxito. En “1872 se creó el Parque Nacional de Yellowstone como refugio seguro, pero la caza furtiva siguió siendo un problema importante. Henry Yount, recordado por su tiempo en Yellowstone como primer rallyes de un parque nacional, dimitió después de sólo 14 meses en el trabajo, porque sabía que sus esfuerzos por sí solos eran inútiles.
Por suerte, una solución de libre mercado proporcionó un futuro mucho mejor para el bisonte. Viendo el declive como una oportunidad, varios rancheros empezaron a crear bisontes salvajes en sus ranchos y tuvieron mucho más éxito a la hora de protegerlos. Mientras que la población de Yellowstone pasó de 25 a 23 de 1884 a 1902, las poblaciones de bisontes de propiedad privada fueron capaces de crecer hasta un total estimado de 700. “Esta tendencia ha continuado durante más de un siglo, ya que en la década de 1990 la relación era de 25 mil bisontes de propiedad pública por 250.000 de propiedad privada”.
En cada uno de estos casos, las aproximaciones top-down no solo eran inadecuadas, sino que muchas de ellas hicieron que los animales pasaran a estar en peligro de extinción. En los casos en los que los derechos de propiedad quedan intactos, claramente definidos y protegidos, el incentivo del beneficio es más probable que asegure que estos animales continúen prosperando.
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