miércoles, 24 de marzo de 2021

El mito del reciclaje

Per Bylund analiza el mito del reciclaje, exponiendo el caso de Suecia, supuestamente un sistema fantástico. 


Artículo de Mises.org: 



Como sueco he tenido que escuchar un montón de mitos acerca del maravilloso país que supuestamente es Suecia —el «socialismo próspero» que representa, un papel modelo para el resto del mundo. Por ejemplo, bastantes amigos alrededor del mundo me han elogiado las políticas de reciclaje suecas y la adopción del gobierno sueco del ecologismo coactivo.

En la forma en que me lo han presentado, Suecia ha tenido éxito en algo con lo que sueñan la mayoría de los demás gobiernos: crear un sistema nacional eficiente y rentable para salvar el medio ambiente mediante el reciclado a gran escala. ¡Y todo el mundo participa! Todos están reciclando.

Esto último es realmente cierto. Pero esa es la consecuencia de la fuerza del gobierno, no una elección voluntaria. El «servicio» de recogida de basura monopolista del Estado ya no acepta basura: sólo recoge sobras de comida y otros biodegradables. Cualquier otro tipo de basura que accidentalmente llegue a tu basura genera una estupenda pequeña multa (realmente no es tan pequeña) y todo el barrio podría afrontar mayores tasas por recogida de basura (es decir, incluso mayores de lo habitual —éstas tienden a aumentar de todas formas cada año o dos años).

Entonces, ¿qué haces con tu basura? La mayoría de las casas tiene una serie de contenedores para diferentes clases de basura: pilas en uno, biodegradables en otro; madera en otro; cristal de color en otro, cristal blanco en otro; aluminio en otro, otros metales en otro; papeles en otro, cartón en otro y papel que no encaja en estas dos categorías en un tercero y plástico de todos los tipos en una serie de contendores. Los materiales generalmente han de limpiarse antes de tirarlos —así que los bricks de leche con leche dentro no pueden reciclarse, igual que las latas de metal no pueden tener demasiadas etiquetas de papel.

La gente de Suecia se ve así obligada a limpiar su basura antes de separar cuidadosamente los distintos tipos de materiales. Esto es el futuro y se supone que es bueno para el medio ambiente. (¿Qué pasa con la economía?).

Pero esto no termina con el trabajo extra en casa y el espacio extra en todas y cada una de las cocinas ocupadas por una variedad de contendores. ¿Qué haces con la basura que no se recoge? El servicio de recogida de basuras (que actualmente no ofrece recogidas muy a menudo, normalmente dos veces a la semana o al mes, a pesar de que las tasas misteriosamente parecen ser muchas más altas que antes) sólo acepta ciertos tipos de basura, generalmente sólo restos de comida. Pero no se preocupen: están en todo.

Las autoridades han establecido centros de recogida de basuras en la mayoría de vecindarios donde tienes que tirar tu basura. Estos «centros» ofrecen numerosos contenedores donde puedes tirar tus basuras—hay un contendor dedicado a todos y cada uno de los tipos de basura y están todos perfectamente coloreados para que encuentres el apropiado. Pero esto significa que mejor que hayas separado tu aluminio de tus otros metales y tus periódicos del resto de papeles y cartón antes de llegar allí. No querrás tirar bricks de leche sucios o papel sin ordenar, ¿verdad? Pero parece que la gente hace justamente eso: hacen trampas si creen que les va a ir mejor haciéndolas. Así que las autoridades han respondido haciendo las trampas más difíciles. Su primera medida fue rediseñar todos los contenedores para que sea más difícil tirar en ellos la basura «incorrecta». Por ejemplo, los contendores de cristal sólo tienen agujeros pequeños y redondos para poner las botellas y los contendores de cartón sólo tienen agujeros en forma de boca de buzón (tienes que aplanar todas las cajas antes de reciclar—es la ley).

Bueno, pues eso no funcionó. La gente siguió haciendo trampas. Y cuanto más difícil hacía la autoridad hacer trampas, más difícil se hacía librarse de la basura incluso aunque intentaras ponerla en el lugar adecuado. Así que la gente iba a los centros y simplemente ponía todo cerca de los contenedores—¿para qué preocuparse? Las autoridades respondieron nombrando a «espías de centros de recogida de basura» (!) con un sueldo para averiguar quién hacía trampas para poder ponerlos a disposición de la justicia. (Ha habido en realidad unos pocos casos en los tribunales en que se ha encausado a gente por no cumplir con las leyes de reciclaje). ¿Tengo que decir que el intento de nombrar espías tampoco funcionó? Después de un debate acalorado en los medios de comunicación, se abolieron los espías en los centros de recogida de basura.

Pero la cuestión real aquí no es hasta qué punto las autoridades ignoran lo que anima a la acción humana. Ya hemos tenido numerosos ejemplos de que esta ignorancia es bastante enorme. La pregunta es: ¿funciona esta estructura de reciclaje? La respuesta es que, desde el punto de vista del gobierno, aunque probablemente se pueda considerar que funciona, desde un punto de vista medioambiental, la respuesta es definitivamente «no».

La estructura funciona de la forma en que funcionan todas las estructuras planificadas centralmente: aumenta y centraliza el poder mientras que los resultados intentados (esperados) no se materializan. En este caso, la estructura funciona: la gente sí separa su basura en diferentes contenedores—pues no tienen otra alternativa. Asimismo, las empresas públicas de recogida de basura no tienen que trabajar mucho para ganar más que nunca. La gente está molesta, pero realmente no reacciona. Los suecos por lo general se quejan mucho (de todo), pero no se resisten: están habituados a verse presionados por un gobierno poderoso y han tolerado este sino ya desde 1523.

La estructura coercitiva del reciclaje está establecida en capas, en la que el consumidor (el «productor» de basura) tiene que hacer la mayor parte del trabajo de separar, limpiar y transportar la basura a los centros de recogida. Las empresas designadas por el gobierno vacían entonces los contenedores y transportan los materiales a os centros regionales, donde se prepara la basura para reciclarla. Y luego todo se transporta a plantas centralizadas de reciclaje donde los materiales se preparan para su reutilización o quemado. Finalmente, lo que queda de los materiales se vende a empresas e individuos a precios subvencionados de forma que puedan tomar decisiones «buenas para el medio ambiente».

Lo interesante de acerca de este reciclaje planificado al estilo soviético es que es oficialmente rentable. Se supone que es eficiente en recursos, ya que el reciclado de materiales consume menos energía que, por ejemplo, la excavación de minas o la producción de papel a partir de la madera. También es económicamente rentable, porque el gobierno realmente genera beneficios de vender materiales reciclados y productos fabricados en el proceso de reciclado. El proceso de reciclado final cuesta menos que lo que se gana al vender los productos reciclados.

Sin embargo, ésta es la lógica común del gobierno: «ahorra energía» simplemente porque el gobierno no cuenta el tiempo y energía empleada por nueve millones de personas limpiando y separando su basura. Las autoridades públicas e investigadores han llegado a la conclusión de que el coste de (a) el agua y la electricidad usado para limpiar la basura doméstica, (b) el transporte a los centros de recogida de basuras y (c) el proceso de reciclado final, es realmente inferior al que sería necesario para producir estos materiales desde el principio. Por supuesto, no cuentan las literalmente millones de veces que la gente conduce a los centros de reciclaje para vaciar sus contenedores. Tampoco cuentan, por ejemplo, la energía y los costes del espacio de vivienda extra que requiere una docena extra de contenedores en cada casa.

Económicamente, el reciclaje sueco es un desastre. ¡Imaginen a toda una población gastando tiempo y dinero limpiando su basura y transportándola por todo el barrio en lugar de trabajando o invirtiendo en un mercado productivo! De acuerdo con las cuentas del gobierno, entra más dinero del que sale, por lo que el reciclaje es rentable. Pero esto ignora los costes de coerción.

Los contables del gobierno también se aprovechan del recorte de costes que han podido realizar mediante la centralización del sistema de recogida de basuras. Sin embargo, estos «recortes», son en su mayor parte recortes en el servicio, mientras que las tasas a los consumidores han aumentado. Un problema reciente de los centros de recogida de basura es que los contenedores no se vacían muy a menudo (un ejemplo típico de los «ahorros» del gobierno) y por tanto permanecen llenos, lo que significa que la basura de la gente se acumula junto a los contendores abarrotados mientras que las subcontratas del gobierno permanecen ociosas: sólo se les paga para vaciar los contenedores según lo planeado, no a recoger la basura que haya junto a estos contenedores. ¿Los resultados? Enfermedades y ratas. Los periódicos han venido informando acerca de una «invasión de ratas» en Estocolmo y otras ciudades suecas en años recientes.

Si consideramos los costes en términos monetarios, en términos de tiempo desperdiciado y en términos de aumento de emisiones de automóviles, esto difícilmente resulta ser bueno para el medio ambiente. Añadiendo la incomodidad y el creciente riesgo de enfermedades, el reciclaje sueco es al menos tan desastroso como cualquier otro plan público.

Debería esperarse esto, por ser el sistema tan autoritario en estilo, estructura y gestión. Puede que sea más «high-tech» y avanzado de lo que nunca fueron los sistemas soviéticos, pero sigue siendo un sistema más basado en las órdenes que en la elección voluntaria basada en el interés o el incentivo. Es curioso que el sistema sea demasiado socialista incluso para el periódico más socialista de Suecia, Aftonbladet. En un editorial del 4 de enero de 2002, Lena Askling escribía sobre el sistema público de recogida de basura:

Se supone que [los consumidores] ordenamos, trituramos, empaquetamos, almacenamos y transportamos la basura. Se supone que tenemos que seguir con esta estupidez de almacenar basura triturada en pequeños contenedores en apartamentos y chalets y luego transportar este apestoso y goteante producto a contenedores dedicados o centros de recogida que siempre parecen estar siempre llenos hasta los topes.

¿Por Dios, por qué no puede el gobierno introducir «incentivos de mercado» para estimular a la industria y los productores para que desarrollen sistemas racionales de empaquetado y eliminación de basuras que permitan el reciclaje, la producción de energía y beneficios futuros? ¿Y tal vez un sistema amigable para el consumidor e higiénicamente aceptable en lugar del actual caos de basura y mugre?

Mientras espero, los ratones corretean en mi espacio de basuras.

Incluso Askling, que escribe propaganda socialista para vivir, sabe que el programa sueco de reciclaje no funciona y concluye que se necesita más mercado.

Por favor, ilústrenme, ¿dónde está el tan a menudo aclamado éxito de este sistema?

Note: The views expressed on Mises.org are not necessarily those of the Mises Institute.

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