Ignacio M. García Medina analiza el éxito inmediato de la nueva (y original) versión de La Liga de la Justicia, de Zack Snyder, frente al fracaso de la versión de Joss Whedon, y el nuevo aviso a la politizada Hollywood.
Artículo de El American:
El 18 de marzo se estrenó mundialmente —en HBO Max— La Liga de la Justicia de Zack Snyder, e instantáneamente se ha convertido en una de las películas más importantes de la cultura popular. No solo por ser una de las mejores de su género, sino por todo lo que ha rodeado a su producción y estreno. Algo sin precedentes que puede marcar un antes y un después en la relación entre la industria cinematográfica y sus espectadores.
Si aún no ha visto La Liga de la Justicia de Zack Snyder, le advertimos de que este artículo contiene spoilers.
Warner Bros eligió a Zack Snyder para hacerse cargo del universo cinematográfico de los superhéroes de DC, y así poder competir con sus eternos rivales de Marvel, que estaban haciéndose de oro con Iron Man, el Capitán América y Los Vengadores. Zack Snyder comenzó con Superman, dirigiendo a Henry Cavill en la película Man of Steel de 2013; siguió con Batman v Superman en 2016, donde los icónicos personajes se enfrentan; y tenía la intención de hacer tres películas de La Liga de la Justicia, empezando por la que se estrenaría en 2017.
Las películas de Snyder eran radicalmente diferentes en tono y complejidad a las de Marvel, siendo estas últimas mucho más ligeras y luminosas, no solo visualmente, sino también en cuanto a la temática, cargadas de humor y enfocadas a un público juvenil. Las de Snyder eran mucho más oscuras y profundas, dirigidas a quienes ven a los superhéroes como la mitología griega de nuestros tiempos.
El director ha declarado en múltiples ocasiones que se toma a los superhéroes muy en serio, y no como un mero producto de entretenimiento con el que reírse y pasar el rato.
Zack Snyder había saltado a la fama en 2007 con “300”, la espectacular y taquillera película sobre Leónidas y sus espartanos en la Batalla de las Termópilas, a la que la crítica se apresuró a calificar de fascista. Al igual que le pasara a Mel Gibson con Apocalypto, los críticos progresistas la acusaron de falta de rigor histórico.
Seamos honestos, a los progresistas el rigor histórico les importa un pimiento, siempre y cuando cuenten la historia como a ellos les gusta o se la imaginan.
Todo lo que no alimente la narrativa izquierdista será calificado de fascista o de extrema derecha. Apocalypto, por ejemplo, destroza el relato progresista de que la América precolombina era un paraíso idílico de convivencia, poblada por indígenas muy espirituales —a la par que avanzadísimos en la ciencia astronómica—, y que mostraban un gran respeto por sus semejantes y por la Pachamama. Utopía que se vio truncada con la llegada de los malvados invasores europeos.
A su vez, 300 no gustó al mundo académico progresista —valga el pleonasmo— porque plantea la lucha épica de Occidente defendiéndose de las hordas orientales del Imperio Persa, que para colmo estaban lideradas por un malvado emperador Jerjes con pinta de ser de género no-binario y gender fluid. Una afrenta para el colectivo del abecedario LGTBIQ. La teocracia iraní y el colectivo queer de acuerdo en odiar la misma película por diferentes motivos. Sorprendente.
Después del éxito de su adaptación al cine de la novela gráfica “300” de Frank Miller, Snyder adaptó otra novela gráfica de superhéroes, Watchmen, de Alan Moore. Nuevamente volvió a recibir críticas por parte de la izquierda, que la acusó de violenta, oscura, con contenido sexual apologista de la cultura de la violación y con una trama compleja difícil de seguir.
Qué curioso que la misma izquierda que está encantada con la liberación sexual, o considera una obra maestra cualquier película europea ininteligible —siempre y cuando tenga un trasfondo social—, haya considerado que Watchmen de Zack Snyder es mala por esos mismos motivos.
Nuevamente sucede que, si bien la novela gráfica de Alan Moore tiene un mensaje izquierdista, y usa a los personajes de Rorschach o El Comediante para ridiculizar sus posturas conservadoras, en la película de Zack Snyder estos mismos personajes son tratados de tal manera que muchos espectadores terminaron sintiéndose identificados con ellos, especialmente en el caso de Rorschach.
Esta demostración de talento de Snyder a la hora de adaptar cómics a la gran pantalla, con un enfoque tan innovador y provocador, fue lo que llevó a Warner Bros a confiarle su franquicia de los superhéroes de DC. Snyder no pretendía competir con Marvel emulando sus películas entretenidas a modo de fast-food para todos los paladares. Él quería hacer algo distinto, solemne y cocinado a fuego lento para sibaritas.
Los ejecutivos de Warner Bros empezaron a ponerse nerviosos por la ventaja en taquilla de Marvel, y perdieron confianza en el trabajo y la visión creativa de Snyder. En pleno rodaje de La Liga de la Justicia contrataron a Joss Whedon —director y guionista de las películas de Los Vengadores de Marvel— para que ayudara a Snyder a que se pareciera más a las películas de la competencia, incluyendo más humor y sensiblería.
A pesar de la afrenta y las discrepancias con Whedon, Snyder continuó al frente de La Liga de la Justicia con tal de sacar su proyecto adelante, pero en medio de todo esto sufrió una desgracia familiar terrible. Su hija Autumn se suicidó. Aunque Snyder siguió trabajando unos meses más en la película, no quiso que los problemas en el plató afectasen negativamente a su ya delicada situación familiar, y se retiró elegantemente.
Joss Whedon quedó al mando de la película, conservando solo el 10 % de lo rodado por Snyder, por lo que la versión que se estrenó en 2017 nada tenía que ver con la original. Repudiada por el público en general y por los fanáticos en particular, recibió merecidas críticas por ser un mediocre sucedáneo de las películas de Marvel.
La desilusión de los fans fue tornando en ira cuando salieron a la luz algunas declaraciones de los actores, en las que se mostraron muy molestos con la mutilación que habían sufrido sus personajes y la historia, especialmente por parte de Ray Fisher, quien da vida a Cyborg, que incluso llegó a acusar a Whedon de supuesto maltrato en el set de rodaje.
La ira de los seguidores se fue transformando en esperanza, a medida que miembros del equipo y el propio Snyder dejaban caer que su versión en realidad estaba casi terminada, por lo que se inició una movilización en redes sociales con el hashtag #releasethesnydeercut. Ante la perseverancia de los fans y el éxito de la iniciativa, Warner Bros, en un movimiento histórico en la industria, decidió darle a Zack Snyder un presupuesto adicional de 70 millones de dólares para terminarla. Finalmente se estrenó en streaming el pasado 18 de marzo, con un metraje de casi 4 horas y sin una sola escena de las grabadas por Whedon.
La Liga de la Justicia de Zack Snyder se ha convertido en un clásico instantáneo y en un hito histórico en la relación entre la industria del cine y sus seguidores. Aunque ambas cuentan la misma historia, son dos películas completamente diferentes, siendo esta nueva versión —aunque realmente sea la original— infinitamente superior a la estrenada en 2017.
Si bien es cierto que con 2 horas más de metraje La Liga de la Justicia de Zack Snyder tiene la oportunidad de desarrollar adecuadamente la trama y los personajes, las mejoras no vienen tanto de lo mucho y bueno que se incluye, sino de todo lo que excluye de la versión de Whedon.
Al comparar ambas versiones podemos comprobar que lo que hizo Joss Whedon fue inyectar grandes dosis de progresismo y narrativa izquierdista, sazonada con ligereza y humor fácil.
Whedon ha dicho públicamente que socialismo y capitalismo son igual de malos; que es la falsa equivalencia que suelen hacer los socialistas para no reconocer que lo son. Porque lo cierto es que apoyó públicamente a Barack Obama y a Elizabeth Warren en sus carreras presidenciales. También declaró que de haber sido elegido presidente el republicano Romney, hubiera sido como un «apocalipsis zombie».
Joss Wheddon es un autoproclamado feminista, aunque cuando Nicole Kidman declaró en 2017 que América debería aceptar que Donald Trump es el presidente, Whedon publicó un tweet con una foto de ella junto a otra de Lady Penelope Creighton-Ward, una marioneta de plástico de la serie de los años 60, Thunderbirds.
A diferencia de en La Liga de la Justicia de Zack Snyder, el trasero de Wonder Woman, que es el de Gal Gadot, ocupa un lugar destacado en los primeros planos y planos picados en la versión de Whedon. Curiosamente la izquierda feminista no se ha lanzado a pedir su cancelación, como han hecho con Gina Carano u otras celebridades no tan progresistas y feministas como Whedon.
También comparó a Ivanka Trump con un perro, y deseó que el republicano Paul Ryan fuera violado por un rinoceronte. ¡Pues menos mal que Joss Whedon dice no ser socialista! De haber estado unos centímetros más a la izquierda, en vez de con una cámara al hombro en Hollywood, podría estar con un AK-47 en alguna jungla con la guerrilla comunista de turno.
Alguien malpensado podría creer que Joss Whedon es un protegido de Hollywood y de los medios de izquierda por su público y notorio posicionamiento político.
Por su lado, Zack Snyder siempre se ha declarado como un gran admirador de Ayn Rand, y uno de sus sueños es adaptar al cine su novela El Manantial, aunque piensa que América no está preparada para esa película debido a la polarización política. La influencia de la filosofía de Ayn Rand, muchas veces considerada una especie de musa de la alt-right, es patente en toda su obra, pero es especialmente notoria en La Liga de la Justicia de Zack Snyder, máxime si la comparamos con la versión de Joss Whedon, que más bien parece la Liga de la Justicia Social.
De hecho, todo lo que le ha pasado a Snyder durante la producción de esta película resulta inquietantemente similar a lo que le sucedía a Howard Roark, el protagonista de El Manantial.
Ver las dos versiones de forma consecutiva es un interesante ejercicio de observación para darse cuenta de cómo una misma historia puede ser contada de forma progresista, o desde una perspectiva más conservadora o liberal clásica.
Por ejemplo, en la versión de Whedon hay una escena en la que Bruce Wayne, interpretado por Ben Affleck, trata de convencer a Aquaman de que se una al equipo, apela a que «la humanidad está derritiendo los casquetes polares, destruyendo el ecosistema». Nada de esto aparece en La Liga de la Justicia de Zack Snyder, en la que Aquaman, encarnado por Jason Momoa, se termina uniendo por responsabilidad y honor, asumiendo el rol de legítimo rey de los mares que se empeñaba en evitar.
Joss Whedon muestra a Steppenwolf —el malvado conquistador de mundos interpretado por Ciarán Hinds— como un machista opresor, que rezuma masculinidad tóxica y promueve la cultura de la violación cuando amenaza a la reina de las amazonas diciéndole que, tras su victoria, «tú y todas me amarán». En La Liga de la Justicia de Snyder es un simple alienígena conquistador de mundos, no de amazonas empoderadas.
Lois Lane, para Whedon, es una intrépida periodista que hace reportajes sobre injusticias cometidas contra activistas políticos universitarios, de izquierda, se sobreentiende. Ni rastro de esta faceta política en la Lois Lane de La Liga de la Justicia de Zack Snyder, interpretada por Amy Adams.
Pueden parecer detalles insignificantes, pero no parece casualidad que toda la versión de Whedon esté trufada con estos guiños a los temas fetiche de los progresistas; como en otra gratuita escena musical en la que se puede apreciar a un blanco con pinta de skinhead que apedrea la tienda de una desvalida inmigrante musulmana.
Para Whedon, el personaje de Barry Allen —Flash— es un joven antisistema que practica la ocupación de viviendas y se dedica a robar. En La Liga de la Justicia de Snyder, Flash es un joven que busca trabajo honradamente, y si bien son empleos precarios, los acepta para costearse sus estudios de derecho penal. Esto lo hace para sacar a su padre de la cárcel, que está condenado por violencia de género, al haber sido acusado de matar a su mujer, siendo en realidad inocente.
Flash, interpretado por Ezra Miller, es uno de los personajes que más gana en La Liga de la Justicia de Zack Snyder. Whedon lo había reducido a un soy boy adolescente que ejercía de mero alivio cómico, con chistes y bromas ridículas y sin gracia. Snyder lo trata como a un joven entrañable y valiente, con la carga de intentar redimir a su padre y, en última instancia, es quien salva el día cuando todo parecía perdido para la humanidad.
El personaje que sin duda gana más en La Liga de la Justicia de Zack Snyder es Victor Stone, Cyborg, quien es el verdadero corazón de la película, y que había sido ninguneado por Whedon. Viendo esta versión se puede entender el enfado del actor Ray Fisher, y por qué está tan agradecido a Zack Snyder.
Incluso el creador del personaje de Cyborg en los cómics felicitó a Snyder por cómo representó al personaje. Un joven negro, inteligente, fuerte y talentoso, que se cría con un padre ausente al que al principio odia. Cuando su padre se redime y sacrifica su vida por él, Cyborg deja atrás el victimismo y el resentimiento, asumiendo la gran responsabilidad que su poder conlleva.
Como su padre le enseñó, aunque tiene el poder para manipular el mundo digital, todas las comunicaciones y hasta el sistema monetario mundial, pudiendo controlarlo todo, también tiene la responsabilidad de no hacerlo, de no caer en la tentación de controlar el mundo.
Fisher declaró que en La Liga de la Justicia de Zack Snyder el arco del personaje de Cyborg es emocional y alegórico del «viaje que han hecho los negros en Estados Unidos», cosa que el progresista Whedon eliminó de su versión.
«El mundo está roto. Pero no se arregla en el pasado. Se arregla en el futuro. En el ahora», son las palabras que deja grabadas el padre de Victor y que resuenan en el epílogo de La Liga de la Justicia de Zack Snyder, mientras todos los personajes arreglan sus conflictos familiares y Bruce Wayne desea «que Dios nos ayude» ante los retos que están por venir.
En la versión de Whedon, que es ateo, no hay mención alguna a Dios, y el epílogo lo narra la pizpireta Lois Lane, quien parece estar escribiendo el blog de una quinceañera que ha leído demasiados libros de autoayuda, hablando vacuamente de oscuridad, luz y esperanza.
Las alegorías y simbolismos en La Liga de la Justicia de Zack Snyder son múltiples y potentes, con muchas posibles interpretaciones a diferentes niveles. Aquí hemos mencionado solo algunas del plano político, pero no podemos dejar de mencionar que la vida imita al arte.
Es imposible ver los temas que trata La Liga de la Justicia de Zack Snyder y no darse cuenta de que ha debido ser especialmente emocionante y significativa para el propio Snyder, quien debe haberla vivido como una auténtica catarsis. No en vano, está dedicada a su difunta hija.
Que se haya estrenado La Liga de la Justicia de Zack Snyder ha hecho justicia con la Liga de la Justicia, y ha reivindicado a Zack Snyder como cineasta. Confiamos en que pueda seguir demostrando su talento único para contar historias con total libertad creativa y no sea víctima de la cultura de la cancelación.
El éxito de esta película y de los fans al conseguir que se estrenase ha enviado un poderoso mensaje a los ejecutivos de Hollywood empeñados en embutir mensajes progresistas en sus producciones: go woke, go broke.
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