Almudena Negro se hace eco de la encuesta del CIS sobre a qué partido se vota según la clase social y el nivel de estudios.
Artículo de Voz Pópuli:
Hace ya tiempo que les vengo diciendo que lo de Podemos es la gauche divine de siempre, radicalizada después de la pasada por nuestro destructivo sistema educativo. Y tamizada por la transversalidad, si Pablo y Alberto no lo remedian en junio, del populismo. Populismo que no es una ideología, sino una enfermedad de la democracia que germina cuando se juntan la desafección de la gente hacia la clase política, la crisis institucional y la crisis política con una sociedad infantilizada, producto de décadas de socialdemocracia.
Pues bien, en el estudio postelectoral llevado a cabo entre enero y marzo de 2016 por parte del CIS, se pone de manifiesto que Podemos es la formación política preferida por las clases medio-altas y altas. Por los ricos. Le siguen los asalariados de clase media, es decir, los funcionarios.
¿Sorprendidos por el voto de los ricos a Podemos, una fuerza de corte totalitario que liquidaría las libertades, la democracia y sustituiría unas oligarquías por otras? No lo hagan. Lo mismo sucedió en Venezuela. No fueron las clases populares las que auparon al poder al tirano Chávez, aunque luego se rindieran a la propaganda del populismo. Fueron las Carmen Lomana de los barrios más pudientes de Venezuela las que votaron chavismo. Un populismo, que, como los totalitarismos del siglo XX, previamente ha prendido con fuerza en las universidades. Por eso tampoco sorprende el nivel de universitarios de los votantes podemitas. Unos jóvenes que lo han tenido todo en casa de papá y mamá, como Rita, como Pablo, como Iñigo, excuso decirles que como Carolina Casoplón oRamón Black Jr., y que ahora se creen que tienen derecho a seguir teniéndolo sin esfuerzo. Un 28% de los votantes de Podemos se considera muy rico. Pero está contra el capital.
Chávez llegó al poder, por otra parte, con la complicidad de los menos inteligentes de COPEI, la democracia cristiana de centro-derecha, y los acomplejados de Acción Democrática. O sea, los más radicales de la formación de Carlos Andrés Pérez. En el partido de la socialdemocracia tradicional, el equivalente a nuestro PSOE, los hombres fuertes de toda la vida fueron sustituidos por pazguatos con ambición. Líderes de segunda o tercera, que llevaron al partido a luchas intestinas que lo liquidaron. Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional Venezolana lo sabe bien. Por su parte, en la derecha de COPEI su fundador, Rafael Caldera, entregado a la socialdemocracia y el izquierdismo cual Montoro, no permitió que se nombrasen sucesores. ¿Les suena la película? Ojo, porque no somos venezolanos, pero la naturaleza humana es la misma en todo el planeta.
Los autónomos, los machacados por la socialdemocracia rampante, no votan a Coleta Morada. No lo quieren ni ver. Saben lo que es trabajar sin horario y cobrar por tu esfuerzo, además de lo que supone el latrocinio estatalizado. Un atraco contra las clases medias iniciado por el PSOE en los ochenta, debilitado bajo los gobiernos de Aznar, pero retomado por el causante del giro hacia el totalitarismo de la izquierda, Rodríguez Zapatero, pero que ha seguido siendo perpetrado por el PP que gobierna. Ambos partidos, como entonces sucedió en Venezuela, se resisten a introducir los cambios por los que la sociedad clama. Que no son los mismos que se reclaman en una España azotada por el populismo nacionalista, que es el realmente hegemónico, como se puede ver en las proclamas proseparatistas de Pablo Iglesias. Tampoco los mayores, los que recuerdan la mitificada Transición y estudiaron bajo el nefasto sistema de Villar Palasí o el estupendo sistema anterior, quieren saber nada del populismo. Precisamente por la hegemonía nacionalista, que ellos no comparten.
Señor Rajoy, señor Sánchez, ahora que están en campaña, espero que no se empeñen en ofrecernos lo que ya fracasó en diciembre. Ofrezcan lo que se demanda. Sean reformistas, no inmovilistas. ¿Tanto cuenta que podamos elegir a nuestros representantes? Ah, claro. Que lo mismo algunos insignes a los que ustedes designan digitalmente para concurrir en listas cerradas y bloqueadas no ganarían las elecciones ni en su edificio. Señor Rajoy, señor Sánchez… ¿es tan complicado empezar a dividir los poderes? Separen ejecutivo y legislativo. Fuera el banco azul del Congreso. Metan mano en el judicial, que está hecho unos zorros y politizado hasta la náusea. Esas reformas dejarían sin discurso al populismo, cuyo voto es el voto de la ira y el resentimiento. Y contra eso, sólo cabe la ilusión. La ilusión de combatir el populismo con libertad política. Con democracia.
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