martes, 24 de mayo de 2016

La Troika privilegia al cine europeo

Juan Rallo analiza otra vergonzosa muestra de intromisión (intervencionismo) pública en la vida, bolsillo y libertades del ciudadano, a cuenta del cine europeo, y a favor de los lobbies o grupos de presión. 

Artículo de su página personal:
La libertad de elección de los ciudadanos molesta a los grupos de presión: dado que los lobbies se sienten incapaces de competir en un mercado libre, prefieren cabildear a los políticos para que éstos nos obliguen a escoger sus productos. Ejemplos de grupos de presión exitosos son bancos, eléctricas, telecomunicaciones, minería o agroindustria; todos ellos paradigmas de sectores altamente regulados en favor de las compañías establecidas y en contra de los intereses de los consumidores.
Otro conocido caso de lobby organizado dentro del Viejo Continente es el de la industria audiovisual europea en sus muy distintos formatos (cine, series o programas de televisión). Los gobiernos nacionales ya otorgan a los empresarios de este sector numerosos privilegios regulatorios: en especial, la imposición de cuotas de emisión de sus materiales en los canales tradicionales de distribución, como la televisión o las salas de cine. La industria audiovisual europea no se cree capacitada para competir con la estadounidense y por ello trata en de conseguir en los despachos políticos aquello que pierde en abierta y libre competencia por los espectadores. Pero la aparición de nuevos canales de distribución audiovisual —los servicios de vídeo bajo demanda, como Netflix o Amazon Prime— está alterando rápidamente los patrones de consumo de los ciudadanos: y, por ello, este próximo miércoles la Comisión Europea obligará a estos servicios de video bajo demanda a ofrecer dentro de su catálogo al menos un 20% de contenido producido en Europa.
Es decir, Netflix o Amazon estarán obligados a dejar de financiar series o películas no europeas que sus clientes sí querrían ver para subvencionar series o películas europeas que sus clientes no quieren ver. Un ruinoso proteccionismo digital que, por desgracia, dista de ser una gota en el océano: semejantes políticas parasitarias son las mismas que se aplican en el resto de la economía y, por eso, Europa se ha terminado convirtiendo en un páramo innovador. Allá donde reinan los lobbies, muere la libertad de mercado.

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