Javier Benegas analiza el Día de la Liberación Fiscal en España, y las distintas trampas a las que somos sometidos por los políticos para embaucarnos.
Artículo de Voz Pópuli:
El 30 de junio es el Día de la Liberación Fiscal - Foto Ryan McGuire
El 30 de Junio se celebra en España el Día de Liberación Fiscal 2016. Sin embargo, al contrario que en otras celebraciones, no habrá carrozas, ni casetas, ni confeti, ni pachangas. Ninguna televisión dará cobertura a un acontecimiento de tamaña trascendencia. Menos aún crearán campañas propias donde exclamen “¡Ponle freno… a la recaudación!”. Tampoco ningún ayuntamiento tendrá que prever el uso de las vías públicas para que los mortales contribuyentes desfilen jubilosos, sabedores de que a partir de ese glorioso día, y hasta final de año, lo que ingresen por su trabajo será por fin para ellos y los suyos. Hasta entonces, todo lo ganado habrá ido a parar a las arcas de las diferentes administraciones, en cumplimiento de legislaciones fiscales tan insaciables como diversas y confusas.
Así es, los españoles en 2016 trabajaremos de media seis meses (exactamente 181 días) exclusivamente para pagar impuestos y cotizaciones, según se desprende del informe anual de la Fundación Para el Avance de la Libertad y la Unión de Contribuyentes. Antes de la crisis económica, en España el Día de Liberación Fiscal se “celebraba”, aproximadamente, cuatro días antes que ahora. Hoy, con una renta disponible sensiblemente menor por los efectos combinados de la recesión económica y la política fiscal de los últimos años, hemos comprobado cómo los ajustes recaen sobre nosotros, nuestras familias y, en general, el sector privado, mientras las administraciones públicas sólo aplican recortes discrecionales, apresurados y chapuceros para cubrir el expediente. Recortes que, al final, se diluyen inútilmente en el magma del irreductible gasto estructural.
Ojos que no ven…
Aunque todos los partidos prometan siempre que sus propuestas de reforma fiscal van encaminadas a que “paguen más los que más tienen”, la realidad siempre les desmiente. Son las clases medias o, mejor dicho, los españoles con rentas medias, los que al final soportan la mayor parte del esfuerzo tributario. Y así va a seguir siendo salvo que se produzcan reformas estructurales de consideración.
A día de hoy, un trabajador con un sueldo medio anual de 24.400 euros brutos dedica 102 días a pagar cotizaciones a la Seguridad Social, 37 al IRPF, 25 al IVA, 12 a impuestos especiales y 5 a otros impuestos. Lo que suma 181 días de trabajo y 15.706 euros para pagar a la Administración. Y la pregunta es la siguiente: ¿cómo es posible pagar más de 15.000 euros en impuestos con un sueldo bruto de apenas 24.000? La respuesta es sencilla: porque el coste laboral de este trabajador es en realidad de 31.696 euros. Pero la Administración esconde esa información.
Las cotizaciones que pagan los empleadores están convenientemente ocultas para hacer opaco el sistema fiscal. La Administración o, más concretamente, la clase política no quiere que las personas sean conscientes de lo que realmente pagan, porque de saberlo sería cuestión de tiempo que ataran cabos y comprendieran que los servicios y prestaciones que reciben no son regalos, sino el retorno de una parte sensiblemente menor de su propio dinero. Así se explica que los trabajadores no sepan que su empresa destina a la Seguridad Social el equivalente a 84 días de su trabajo, es decir, 7.296 euros que no aparecen por ninguna parte en su sueldo bruto. Por lo tanto, el valor real del trabajador, o el coste laboral para la empresa, no es de 24.000 sino de 31.696 euros.
Cierto es que, como dice el refrán, ojos que no ven, corazón que no siente, pero si hablamos de crear una conciencia fiscal, ha de ser completa, no sesgada. Hay que decir, por tanto, que en un sistema de reparto, las cotizaciones son un impuesto. La percepción de una remuneración por los años cotizados se extingue con el fallecimiento del cotizante independientemente de lo que haya contribuido a lo largo de su vida laboral. La Administración anota la defunción, hace tabla rasa y automáticamente queda liberada de todo compromiso. Si la cotización fuera ahorro y no impuesto, los familiares tendrían derecho a percibir la parte no amortizada. Y no es así.
La trampa: “que paguen los ricos”
Si bien es cierto que la media nacional de días trabajados para pagar impuestos se sitúa en los 181 días, hay quien está aún peor (ver gráfico adjunto). Así, este año, los contribuyentes que más días dedican a trabajar para la Administración son los catalanes, los valencianos y, como novedad, los navarros; tres comunidades gobernadas por partidos y coaliciones de izquierda.
Llama especialmente la atención la Comunidad Foral de Navarra, actualmente gobernada por el cuatripartito constituido por Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra, cuyos residentes este año tardarán dos días más en “liberarse fiscalmente”. El motivo está en la reforma fiscal aprobada por la coalición de izquierda, que ha supuesto para el trabajador medio pagar este año 3.310 euros en concepto de IRPF, 117 euros más que la media nacional.
Pese a que en Navarra el tipo máximo ha sido elevado hasta el 52%, por aquello de “que paguen los que más tienen”, al final han sido las rentas medias y medio-bajas las más perjudicadas. ¿No había tantas grandes fortunas como pregonaban? Lo de menos es que haya más o menos “ricos” a los que expoliar. La razón, tal y como explicábamos aquí, es que la recaudación siempre será insuficiente porque, ante un aumento de ingresos, los gobernantes reaccionan gastando aún más. Y los impuestos volverán a subir. Los líderes políticos necesitan que el gasto sea creciente, con él compran votos presentes con dinero de contribuyentes futuros, multiplican los órganos de la administración para colocar a los afines, extienden sus redes clientelares y, en definitiva, incrementan su influencia y su poder.
Con todo, no sólo debe llamarnos la atención el gran número de días que los españoles trabajamos forzosamente para la Administración, como si fuéramos funcionarios a media jornada, también debemos preocuparnos por un sistema fiscal pésimo que no es transparente, ni sencillo, ni neutral, ni estable y mucho menos previsible. Y por ahí vienen gran parte de los problemas. Entretanto alguien propone las reformas adecuadas, la celebración de Día de Liberación Fiscal debería servir para cambiar la mentalidad de los contribuyentes españoles. Y no precisamente para que, como predican los políticos, sean “solidarios”, ya lo son sobradamente (trabajar para la Administración más de seis meses al año no es ninguna minucia), sino para que no se dejen embaucar por los cantos de sirena y entiendan que gratis no hay nada.
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