Daniel Lacalle analiza por qué China nos debe preocupar más, y que está lejos de estabilizarse.
Artículo de El Español:
“Souvenirs of perfect doom, in the back of Louis Dakine's back room” Donald Fagen
Una de las frases más repetidas en estas últimas semanas es que “la economía china se está estabilizando”. Y no es cierto. Es más, aunque pensemos que es un problema exterior, tiene consecuencias muy importantes para todos.
Por un lado, el cambio de modelo económico no se está dando como se anunciaba a bombo y platillo. Transición de modelo industrial endeudado a uno de consumo, con desapalancamiento y mejora de productividad. No solo no se ha reducido el endeudamiento total, sino que se ha acelerado de manera preocupante, hasta casi un 260% del PIB desde un 155% en 2008.
Solo en marzo, la deuda concedida aumentó en $211.000 millones, el doble de la cifra de febrero. Se estima que China creará el equivalente a más de “una España” de deuda este año. China ahora necesita 6,5 unidades de deuda para crear una de PIB –según Morgan Stanley-, es decir, necesita cuatro veces más deuda que hace seis años para crecer mucho menos de lo estimado.
Los préstamos de difícil cobro se han disparado a 706.000 millones de dólares en marzo. No solo una cifra enorme, la más alta en 11 años, sino que está muy cuestionada. Según las autoridades chinas, dicha cifra supone una tasa de morosidad inferior al 1,7%, y muchos análisis económicos, desde Capital Economics a HSBC, estiman que la cifra es al menos el doble.
La productividad de los factores, según The Economist, ha caído de un crecimiento del 5,9% del PIB entre 1991 y 2000, a un 3,6% anual medio entre 2011 y 2015.
Para el resto del mundo, las consecuencias son importantes:
1. China exporta desinflación al resto del mundo. Si China busca reducir sus desequilibrios incrementando las exportaciones, lo hará reduciendo precios de manera generalizada, para compensar la caída de volúmenes en sectores de bajo valor añadido.
2. Un desequilibrio entre crecimiento de la masa monetaria y el PIB real tan brutal como el que ha vivido China, en particular desde el desastroso plan de estímulo de 2008, que ha creado una enorme sobrecapacidad. Solucionarlo llevaría a cierres, una enorme crisis, aumento de desempleo creado con la burbuja, y una reforma financiera que secaría el crédito. La tentación de esconder los desequilibrios devaluando de manera agresiva vuelve a aparecer, y ello profundizaría la desinflación exportada al resto del mundo.
3. El proteccionismo y medidas intervencionistas que se quieren imponer en algunos países, incluido el nuestro, hundiría nuestras exportaciones a Asia. No es una casualidad que ante el riesgo de los dos elementos mencionados antes, Japón haya firmado el Tratado Transpacífico que reduce su exposición a los desequilibrios chinos y aumenta su comercio con el resto del mundo. Aquí, seguimos silbando subiéndonos a la Torre KIO pensando que vamos a exportar más introduciendo más trabas a las importaciones.
El mayor riesgo que corremos ante los desequilibrios chinos es pensar que el ajuste ya ha terminado y que lo peor ha pasado. Ninguno de los factores antes mencionados, ni siquiera los positivos –aumento del consumo, crecimiento de la clase media- va a poder evitar tomar medidas duras para atajar la bomba de deuda que se puede crear.
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