miércoles, 11 de diciembre de 2019

El periodismo en la batalla climática

Luís I. Gómez analiza el papel del periodismo en la batalla climática. 

Artículo de Disidentia: 
Leyendo prácticamente todo lo que hoy en día se publica sobre Cambio Climático, ya sea en la prensa, la radio o la televisión, no es difícil obtener un par de conclusiones nada benévolas para muchas redacciones: parece no ser habitual hacerse muchas preguntas tras recibir un teletipo si tono y contenidos coinciden en las directrices del mainstream y el titular puede ser emocionalmente llamativo. Interesarse por los resultados de la investigación del clima es infrecuente, lanzarse de lleno a la interpretación más catastrófica de los mismos si lo es. El resultado es que no son los resultados del trabajo científico los que dictan las noticias, sino su interpretación política y social.
Si el medio es más bien conservador, se resaltará todo aquello que facilite la crítica al dirigismo estatal en asuntos de protección del clima. Si el medio es progresista, se tiende a dramatizar el cambio climático para reforzar su credo político. Los resultados de la investigación que no encajan en la cosmovisión particular son ignorados y frecuentemente combatidos por ambas partes.
Y así es cómo, a lomos de la ciencia, ha surgido una cruda lucha cultural y política cuyas primeras víctimas son los hechos probados y los datos obtenidos por aquella. Todos olvidamos que la ciencia de la climatología, debido a su objeto de estudio, está plagada de incertidumbres.
En la mayoría de los casos, no es posible determinar qué tan probables son los riesgos futuros asociados al Cambio Climático. Las incertidumbres impregnan casi todos los resultados de la investigación climática. Hasta ahora no ha sido posible realizar modelos climáticos sólidos para regiones individuales, por ejemplo, por lo que las consecuencias específicas del calentamiento solo pueden determinarse de manera inexacta. El hecho de que los fenómenos climáticos extremos a menudo no muestran una tendencia clara es algo que, o no se menciona, o si se hace es tras un titular que exprese todo el dramatismo posible del escenario más alarmante posible.
El cambio climático demuestra lo que sucede cuando una ciencia altamente compleja, con su multitud de interacciones multicausales, contradicciones y vacíos en lo que conocemos, entra en el debate público: se convierte en una víctima del dualismo político. Aparecen frentes en litigio y quien no se asigna a sí mismo a uno de ellos, es asignado sin miramientos.
La búsqueda de la verdad se pervierte: los hechos ya no determinan la posición, es la posición la que se convierte en un hecho. O se es un “negacionista”, alguien que ignora los riesgos, o un “alarmista”, alguien que ignora la incertidumbre. ¿Peligroso aumento del nivel del mar? Quien lo afirma tajantemente debe ser alarmista, porque oculta las incertidumbres. ¿Menos incendios forestales? Quien lo afirma debe ser negacionista, porque no tiene en cuenta los riesgos. Ambas partes se retroalimentan. Se desarrolla una lucha emocional, hasta que casi nadie se atreve a expresarse, por miedo a ser desterrado del grupo.
Como patrón de justificación de las hostilidades sirve la narrativa del “bien contra el mal”: ambas partes están moralmente en lucha contra el mal. Esto crea experiencias grupales positivas y profundiza la polarización.
La moralización de las disputas científicas tiene la ventaja de que evita el argumento: no se habla del mal, se demoniza; no se puede negociar sobre el bien, se abraza. Los sociólogos hablan de la “corrupción de la causa noble” cuando las cosas que pueden debilitar el propio razonamiento se ocultan por la convicción en objetivos superiores. Ya sea para preservar la patria en tiempos de guerra o proteger el medio ambiente en tiempos de cambio climático, la mayoría de los periodistas creen que pueden corromper su información si es por una causa noble. Pero entonces la información ciertamente no es un reflejo de la realidad.
Cuando se trata del clima, los periodistas a menudo solo buscan consecuencias catastróficas del calentamiento, porque la experiencia ha demostrado que tales informaciones no generan apenas necesidad de justificación. Las incertidumbres y los límites del conocimiento generalmente no se solicitan para la cobertura mediática porque las historias centradas en los riesgos climáticos parecen lo suficientemente verosímiles en vista de lo dramático del tema. La indexación de los llamados “negacionistas” también ha limitado severamente el número de investigadores climáticos que hablan en público: los medios generalmente preguntan a los mismos investigadores y divulgadores, una y otra vez. El resto queda alejado del debate público.
El hecho de que las informaciones especulativas no sean cuestionadas también se debe al “síndrome del insider”: los medios se basan principalmente en otros medios. Los errores omnipresentes casi nunca se problematizan porque ello supondría un gran esfuerzo de los editores para justificarlos. Incluso los errores graves sobre el cambio climático rara vez se abordan, porque mientras otros medios informen exactamente lo mismo, no hay presión para actuar.
Por ejemplo, cuando muchos medios informaron falsamente y al mismo tiempo en el verano de 2018, relacionando los incendios con el cambio climático, y ello a pesar de que los informes y documentación sobre este fenómeno indican claramente que los incendios forestales en las últimas décadas están disminuyendo. [Stefan Doerr/Cristina Santín, Global Trends in Wildfire and Its Impacts: Perceptions versus Realities in a Changing World, in: Philosophical Transactions of the Royal Society B, 1696/2016]
El resultado es una homogeneización de la información periodística sobre los asuntos climáticos, que carece de autocrítica y se convierte en monolítica desinformación. Casi todos los escenarios de catástrofe inhabitual llegan a los medios de comunicación, incluidas numerosas afirmaciones falsas. Sin embargo, sólo una información veraz y precisa del asunto permitiría a la población a prepararse adecuadamente a las posibles consecuencias del Cambio Climático.
Los resultados de varias investigaciones sobre impacto de los medios de comunicación sugieren que la gran preocupación sobre los temas climáticos disminuirá nuevamente, tal y como ya ocurriera en 2007, 2009 y 2015: la dramatización y el alarmismo no conciencian a las personas a largo plazo, según han descubierto los sociólogos. [Toby Bolsen/Risa Palm/Justin T. Kingsland, The Impact of Message Source on the Effectiveness of Communications about Climate Change, in: Science Communication 4/2019, S. 464–487]
Cuanto más alarmantemente se presenta el cambio climático, cuanto más inevitables sus dramáticas consecuencias, antes se aleja la gente del tema. [Elizabeth Arnold, Doom and Gloom: The Role of the Media in Public Disengagement on Climate Change, 29.5.2018]
En consecuencia, la carrera de los medios por buscar nuevos escenarios de horror y alarmismo perjudican a la protección del clima.

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