lunes, 9 de diciembre de 2019

La 'hipocresía verde' de la Eurocámara: dos sedes y 19.000 toneladas de CO2

Nacho Alarcón se hace eco de otra muestra de hipocresía verde de los políticos europeos. Otro ejemplo de que no existe ninguna emergencia, pues los mismos promotores hacen oídos sordos al mismo. 
Pero claro. Ellos no quieren perder un ápice de sus privilegios (sufragados por tí), pero el resto es otra cosa. La justificación de más poder (control económico, regulaciones, leyes) y dinero (impuestos) en sus manos es esencial. 
El tema climático implica todo esto, en una situación en la que cualquier excusa keynesiana de gasto público es esencial para que no haya resistencia a la misma. Mientras tanto, seguirán lanzando discursos y moralinas desde sus altares (sin consecuencia alguna para ellos, en todo caso para bien), mientras el que sufre las mismas y hace los sacrificios es la población de a pie...

Artículo de El Confidencial:
Foto: Edificio del Parlamento Europeo en Estrasburgo, Francia. (Reuters)Edificio del Parlamento Europeo en Estrasburgo, Francia. (Reuters)
La sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo es bastante espectacular. Un edificio moderno, situado cerca de la frontera entre Francia y Alemania, rodeado por un afluente del Rin. Dentro del edificio, lleno de pasarelas y plantas que cuelgan desde el techo, la luz del día pasa sin dificultad a través de las muchas cristaleras con las que cuenta. Se agradece, teniendo en cuenta que las instituciones europeas suelen ser sombrías y no dejan aprovechar el poco sol de Europa central. El único problema de este edificio es que está vacío unos 317 días al año.
El miércoles pasado, el pleno de Estrasburgo votó una resolución con una enorme carga simbólica en la que declara la emergencia climática en la Unión Europea solo unos pocos días antes de que comenzara en Madrid la cumbre del clima, y de que los jefes de Estado y de Gobierno de la UE tengan que abordar el objetivo de la neutralidad climática para 2050 en el Consejo Europeo que se celebra en Bruselas el próximo 12 y 13 de diciembre.
Pero muchos eurodiputados han señalado que en la lucha para paliar la "emergencia climática" debería empezar por casa y acabar con una anomalía que convierte al Parlamento Europeo en un increíble contaminador.

Dos sedes para contentarlos a todos

La Eurocámara cuenta con dos sedes: una en Bruselas, de uso intensivo, y otra en Estrasburgo, donde se celebra cada tres o cuatro semanas (más o menos, una vez al mes) el pleno, el momento más importante para la institución. Entre las dos ciudades hay más de 400 kilómetros, lo que significa que cada poco tiempo el eje de rotación de la UE se moviliza desde la capital comunitaria a la de la región francesa de Alsacia.
Miles de coches, unos cuantos trenes y cientos de vuelos para movilizar a toda una legión de eurodiputados, asesores, asistentes, equipos, funcionarios o corresponsales. Por no hablar del Colegio de Comisarios al completo, que también viaja desde Bruselas a Estrasburgo.
Las semanas en las que hay pleno de Estrasburgo, la mayoría de eurodiputados viaja el lunes desde sus ciudades a la capital de Alsacia en avión. Y una pista: no muchas ciudades tienen conexión directa con la ciudad francesa. De las 28 capitales de la UE, solo Madrid, Lisboa, Bruselas, Copenhague, París y Praga tienen vuelos directos a Estrasburgo.
La presidenta de la Comisión Europea, en la sede del Parlamento de Estrasburgo. (Reuters)
La presidenta de la Comisión Europea, en la sede del Parlamento de Estrasburgo. (Reuters)
La cosa no se queda ahí. Cualquier persona que haya estado en el Parlamento Europeo sabe una cosa que se encuentra en cualquier esquina de la institución: papeles. Por todos lados hay documentos subrayados, trabajados, anotados, que van de un lado a otro, del despacho de un eurodiputado al de otro, de una mesa de la cafetería a la mesa de un asistente para que vuelva a redactar una frase. Y cuando la actividad se traslada a Estrasburgo, esos papeles no desaparecen, tampoco se imprimen de nuevo en la capital de Alsacia: van, literalmente, en un convoy de camiones desde Bruselas a la sede del Parlamento Europeo en Francia. Ida y vuelta. Los documentos se hacen unos 800 kilómetros.

¡Basta ya!

Un grupo de eurodiputados llevan años diciendo basta. Porque para ellos es un problema y les impide desarrollar su trabajo como querrían, y porque además es una enorme fuente de contaminación. Según estos parlamentarios, que se organizan en el grupo One Seat, las dos sedes generan unas 19.000 toneladas de CO2 al año. O lo que es lo mismo: lo que emitirían 11.300 coches de familia al año recorriendo 12.000 kilómetros, o 4.900 vuelos entre Berlín y Nueva York.
Los cálculos de los eurodiputados favorables a eliminar una de las sedes apuntan a que se podría recortar casi en un 40% la contaminación que genera la Eurocámara, que, en cualquier caso, es la única institución europea que ha obtenido el certificado de esquema de gestión ambiental (EMAS).
El Tribunal de Cuentas Europeo considera que a los Estados miembros les cuesta unos 114 millones de euros el mantenimiento de la sede en Estrasburgo. Y hay propuestas para su uso en el futuro, como, por ejemplo, convertirla en una universidad europea.

Francia vs. Alemania

El problema es que ni Francia ni los eurodiputados franceses muestran ningún interés por la eliminación de la sede de Estrasburgo. Porque el reparto de instituciones entre París y Berlín es un tema delicado, y el Gobierno galo considera que si Alemania tiene el Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort, Francia tiene que tener una sede de una de las principales instituciones.
El Grupo de Investigación del Parlamento Europeo ha estado siguiendo durante los últimos años la opinión de los eurodiputados al respecto. Dos de las nacionalidades más reacias a unificar las sedes de la Eurocámara son la alemana y la francesa. Los eurodiputados germanos estaban muy divididos la primera vez que se les preguntó en 2000: el 52% estaba a favor de unificar en Bruselas, el 40,7% a favor de mantener la sede de Estrasburgo. Diez años después, la misma pregunta dejó ver un cambio de opinión muy importante: ahora el 66% está a favor de una sola sede, y solo el 16% a favor de mantener ambas.
También hay un cambio en los miembros franceses. En el año 2000, solo el 13,6% estaba a favor de una sede única en Bruselas. Una década después, la cifra sigue siendo baja (27,3%), pero muestra una nueva tendencia.

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