domingo, 9 de octubre de 2011

Los políticos prefieren mantener su escaparate y bienestar que el bienestar de la sociedad. (Política, Economía. 393)

Muy acertado el siguiente artículo sobre la desfachatez de los políticos, que nos toman como idiotas, y meros consumidores a los que engañar.
Como bien muestra es increible como ante la necesidad imperiosa de recortes por el continuo y creciente expolio que han llevado a cabo de nuestro dinero, empiezan a recortar en servicios mucho más importantes como la sanidad (que no quita que tenga que ser reformada en muchas cosas y mucho mejor gestionada) antes que otros gastos millonarios como el autobombo de las TV públicas.

Anteriormente ya había escrito al respecto de este pozo sin fondo que son las televisones públicas y el fin de las mismas, así como sus consecuencias en la economía y el coste que suponen por ciudadano:

"Las personas necesitamos vivir en comunidad para, entre otras razones, protegernos ante un medio hostil o ante un enemigo común, llámese éste tribu o nación agresora o crisis económica. Como sociedad, trascendemos la mera suma de individuos aislados y caminamos en pos de un bien común, que normalmente incluye la defensa de los más desprotegidos, desfavorecidos o desamparados. Con ese norte en mente, son evidentes las áreas en que lo público merece ser mantenido como tal o incluso aumentado, siempre que la comunidad confíe en la eficacia y honradez de quienes lo gestionan.



Cuando la amenaza se hace más patente para el conjunto es cuando los más capaces dan un paso al frente para proteger a esos elementos débiles que no pueden enfrentarse a ella. Un sálvese quien pueda generalizado supondría la fractura irreversible del grupo. A nadie se le ocurre que, por ejemplo, en caso de guerra, el ejército se retire y deje en el frente a niños, discapacitados y ancianos.

Sin embargo, estamos haciendo algo parecido. ¿A qué niveles de enfermedad hemos llegado como sociedad cuando cerramos asilos, colegios y hospitales antes de, por ejemplo, apagar definitivamente televisiones públicas que no dan ningún servicio prioritario? ¿Por qué nos cuestionamos qué partes de la sanidad y la educación pública hay que recortar antes de eliminar administraciones públicas redundantes y otras instituciones inútiles que son sólo parte de un costoso decorado de lujo? La respuesta está clara: quienes nos gobiernan, desde el primero al último, no necesitan esos servicios públicos prioritarios, mientras que sí necesitan de ese aparataje inútil para llenarse los bolsillos y de esas televisiones para mostrar su virtud y virtuosismo.

Nos ven como consumidores

El caso de las televisiones públicas me parece el más sangrante. Esas mal llamadas cajas tontas, que adormecen nuestras conciencias, están construidas de un modo bien inteligente para atontar a los televidentes, para echar más y más mierda sobre nosotros y que de ese modo no nos podamos levantar del sillón desde el que las contemplamos. Por esas ventanas se publicitan los políticos y sus hazañas como anuncios de colonia. Nos ven como consumidores y tratan de atrapar nuestro voto con eslóganes euforizantes como “por el cambio”, “ahora sí”, o “sí, tú puedes”. Nos venden envases, da igual lo que haya dentro, lideres carismáticos, trajeados o informales según la audiencia y el día, besa-niños o ayuda-ancianitas, etc. La telegenia es fundamental para el éxito de un político. Pasados oscuros se ocultan hasta llegar a desaparecer (al modo de “yo no soy ese que tú te creías”, “yo no he sido” o “yo nunca he estado allí”) y las virtudes y habilidades se fabrican a conveniencia por expertos en marketing.

Consumimos moda, lo de eficacia probada brilla por su ausencia y la experiencia o el curriculum, cuando existen, mejor esconderlos. A los ciudadanos no nos toman en serio. Nos toman por consumidores manipulables y utilizan los mismos sistemas que se usan para vender champú y cremas rejuvenecedoras. Las por-siempre-jamás deficitarias televisiones se tragan el presupuesto de educación y sanidad. Pero no podemos perder ese fantástico escaparate, se dicen ellos. ¿Cómo si no nos iban a vender sus bondades, su sacrificado camino de santidad? Alabados sean por ello: Unos se van a congelar el sueldo (¿pensaban subírselo?) y otros quitarse la paga de navidad (sin comentarios). Otros hacen como si el desastre actual no fuera con ellos y algunos presumen de tener la fórmula mágica para sacarnos de la crisis.

¿Responsabilidad penal para los políticos?

Las técnicas de venta son las mismas que para comprar un coche, pero falta un pequeño detalle: no hay garantía. Luego la mercancía sale averiada y ¿dónde reclamar? En las urnas dicen. Ya, pero ¿quién paga todo lo que han roto? Todos, que para eso sois muchos. La política es lo que tiene, entraña sus riesgos, ya se sabe. Vamos, que fútbol es fútbol. ¿Para cuando la posibilidad de exigir responsabilidades civiles y penales a los políticos? Repito, necesitan el espectáculo de luz y sonido que les proporcionan sus televisiones-de-todos para que eso no ocurra, para seguir impunes, para seguir contándonos sus mentiras.

Por eso hay que generar grandes déficits, gastar tremenda pasta en mantener el escaparate. Que luego ya recortaremos de aquí y de allá o subiremos los impuestos a estos y a aquellos. Hay que vender decorado, humo, farfolla, pura cosmética, especialmente a través de esos fantásticos publirreportajes, esos modernos NO-DO a todo color llamados telediarios, informativos, etc. Todo con una estética muy seria y oficial. Como en las grandes estafas, así se publicitan los políticos a los que damos todo el crédito (con carencia indefinida) y no pedimos garantía alguna. A la hora de renovar el préstamo, es decir al pedirnos el voto, nos dicen: “hasta hoy eran ustedes gilipollas y ahora van a ser superdotados por unos días”.

Mantengámonos atentos a la pantalla. No me extrañaría que pronto asistiéramos al anuncio definitivo, al spot que lo confirme todo. Será algo así como “Lleve a sus hijos a estudiar a Finlandia y a sus mayores y enfermos a Siberia. El frío les conservará mejor”"

Fuente: El Confidencial

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