viernes, 13 de diciembre de 2019

'Ecoansiedad': aumentan las terapias para tratar "el sufrimiento por el cambio climático"

Elena Berberana se hace eco de los graves transtornos mentales que está sufriendo los niños (también los adultos), victimas del catastrófico alarmismo climático con el que somos bombardeados día tras día, no importando la barbaridad que se diga. 
Artículo de Libre Mercado: 
Desde el Colegio de Psicólogos se alerta del crecimiento del número de pacientes que necesita tratamiento por ansiedad climática.Protestas de activistas contra el Cambio Climático en Madrid | Twitter
Decretar la emergencia climática y presagiar una inminente destrucción del planeta está causando estragos en la salud mental de buena parte de la población. Máxime si quiénes vaticinan estas profecías climáticas son altos dirigentes de la ONU, políticos europeos y activistas enfurecidos.
La histeria colectiva que desatan estos nefastos augurios de la élite político-científica se está haciendo patente en las consultas de psiquiatras y psicólogos. Y hasta hay término para definir la angustia y el sufrimiento causado por las incesantes imágenes de poblaciones desertizadas o regiones inundadas por el supuesto deshielo de los polos. Se trata del trastorno de solastalgia, un padecimiento de ansiedad climática debido al apocalipsis medioambiental que va a arrasar con las almas cándidas occidentales.

Culpa cuasi religiosa

El profesor austrialiano Glenn Albrecht publicó en la revista Australasian Psychiatry el aumento de pacientes y terapias para empezar a curar el trauma por el final de la humanidad y la naturaleza. Culpabilizar a la sociedad de los ciclones o el aumento de dos grados en la temperatura del globo está generando un nuevo tipo de estrés denominado ecoansiedad.
Como si de una religión se tratara con mártires como Greta Thunberg incluidos, la calentología o el cuento verde cuesta, tanto para las arcas estatales como para la sanidad pública que ahora hacen frente a los nuevos síndromes. Pese a que más de 700 científicos no politizados refutan y demuestran que la mano del hombre no tiene nada que ver con las oscilaciones del clima del planeta durante su historia; los dogmas gretistas han calado en la población como una nueva biblia con sus santos (los activistas) y sus demonios (la clase media trabajadora contaminante).
Y los hay que les han creído a pies juntillas. De nada vale que los países desarrollados cuenten cada vez con espacios más verdes. La posverdad y los viajes en catamarán de Greta, los discursos de Bardem o las confesiones ante el púlpito de Alejandro Sanz, se imponen a los datos empíricos.

'Ecodepresión' y miedo

Esto se aprecia en la Cumbre del Clima COP25 donde se recoge fielmente los miedos atroces que invaden a los niñosEn los dibujos, los participantes de 7 años de edad plasman el fin de los tiempos. Todo apunta a que serán carne de gabinete psiquiátrico de seguir intoxicados por la fiebre catastrofista planetaria. Los adultos tampoco ayudan, es más, se suman a la eco-psicosis mundial transmitiendo a sus hijos sus terrores. (Véase los padres de Greta).
En España, el vocal del Colegio de Psicólogos, el especialista Miguel López-Cabanas, ha resaltado en declaraciones a la agencia EFE que "esa población necesita una atención individual, de apoyo psicológico, pero también es recomendable que se aborde el problema de manera grupal, que se trabaje con las comunidades afectadas".
Según el psicólogo experto, "la solastalgia es un trastorno cada vez más común". En este sentido, parte de las atenciones a pacientes se centran en terapias con medicación para la depresión, o para sobrellevar la tristeza por la basura en los océanos o la urbanización de entornos naturales.
Y el pavor por verse repentinamente arrastrado por un tsunami o imaginar tu ciudad bajo el agua, está cada vez más presente entre las preocupaciones cotidianas del Primer Mundo. El estudio "Salud mental y nuestro clima cambiante: impactos, implicaciones y orientación", recogido en la revista científica International Journal of Mental Health Systems y elaborado por la Asociación Psicológica Americana y Ecoamérica, concluye que el sentimiento de la ciudadanía es cada vez más inquietante y hay personas que tienen insomnio por la desaparición de algunas especies de animales.

Negacionismo climático

Curiosamente, los mismos profesionales que avisan de este nuevo sentimiento depresivo-climático no recomiendan en ninguno de sus estudios que los pacientes lean otras teorías que refutan a los textos sagrados de la filosofía climato-ilógica de las Naciones Unidas. Más bien se encargan de lo contrario. Las citadas investigaciones llegan a condenar a los definidos por la eco-comunidad como "negacionistas del clima". El término desvirtuado hasta la saciedad y mal utilizado en su significado (el negacionismo solo se aplicaba a los que negaban el holocausto judío), se ha puesto de moda y el izquierdismo lo utiliza para un roto y un descosido.
Los psicólogos investigadores aseguran que negar la emergencia climática también afecta a la salud mental. Pero, además, llegan a ser hasta más duros con los "negacionistas" que con los ecoansiosos. Rechazar los postulados del calentamiento global también puede provocar caer en enfermedades respiratorias, cardiovasculares, oncológicas o infecciosas. Vamos, directos al infierno.
No en vano para salvar el alma de la purga de los ecologistas, en Suecia, por ejemplo, están intentando evitar viajar en avión. Esta conducta ya tiene nombre: flygskam que quiere decir "vergüenza de volar". En el país escandinavo el sentimiento de culpabilidad por el supuesto impacto medioambiental del transporte aéreo empieza a hacer mella en la mentalidad de los ciudadanos.
Y mientras los nórdicos se flagelan innecesariamente, otros como Pedro Sánchez son capaces de volar en el Falcón sin remordimientos y dar a su vez una lección a la ciudadanía sobre los desastres naturales. Actitudes propias de predicadores que indican el camino a seguir mientras ellos hacen lo contrario sin ningún tipo de escrúpulos. Nada nuevo bajo el sol del cambio climático.

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