lunes, 23 de diciembre de 2019

Verdades que no oso decir

 Álvaro Vargas Llosa analiza la actualidad y la intención de voto en EEUU, Chile y Brasil tras los recientes acontecimientos de gran calado. 


Fuente: ABC

Trump Piñera Bolsonaro

1 . Los demócratas le están haciendo a Donald Trump el favor que los laboristas de Jeremy Corbyn le hicieron a Boris Johnson. El «impeachment» en la Cámara de Representantes fue tan cómico que lo único que logró es que el Comité Nacional Republicano atrajera 600.000 nuevos donantes. La popularidad de Trump ha subido a 44 por ciento, la cifra que tenía Barack Obama a estas alturas de su mandato, y su base republicana, además de haberse ampliado en los últimos meses, le otorga una posición sólida donde le importa: Florida y el Medio Oeste.

2. ¿Recuerdan que Sebastián Piñera iba a caer y acabar sus días en la cárcel por asesino, el exitoso modelo chileno a sucumbir junto con la Constitución y la izquierda incendiaria a instalar el paraíso castrochavista en el país austral? Pues bien, está sucediendo lo que cualquiera con masa encefálica normalita podía prever en vista de que apenas un año y unos meses antes la mayoría de chilenos habían votado contra el regreso de la izquierda inmoderada al poder y, antes de eso, las clases medias habían frenado los arrebatos populistas de Michelle Bachelet, convertida en la cabezacaliente que no había sido en su primer Gobierno. Las últimas encuestas las lidera un economista independiente de derecha (algo populistón) y muy cerca de él hay un triple empate entre dos candidatos de derecha, uno de los cuales es pinochetista y el otro un político tradicional aunque va por la vida de alma sensible, y la candidata de la izquierda carnívora, Beatriz Sánchez. La suma de las tres derechas aplasta a la izquierda, aún si las cifras de todos son bajas. La principal víctima de todo es el centro-izquierda moderado que tanto bien le hizo a Chile dándole mayor legitimidad al modelo.
3. El mayor esfuerzo de reforma liberal en el mundo lo está haciendo un Gobierno, el de Brasil, cuyo presidente ni siquiera cree en él, pero que por alguna misteriosa razón está dejando a su ministro de Economía, Paulo Guedes, proceder (con un matiz: temeroso de que tengan un efecto electoral adverso en las elecciones locales de octubre, le ha pedido a su colaborador desacelerar temporalmente el ritmo, lo que resulta algo inquietante). Forcejean entre sí, en el Gobierno de Bolsonaro, tres facciones: una, la que sólo vive para la cruzada cultural contra la izquierda y contra el liberalismo (por distintas razones), se apoya en los evangélicos y responde a Olavo de Carvalho, residente en Estados Unidos; otra, encarnada en los militares y simbolizada por el vicepresidente Hamilton Mourao, quiere mantener el statu quo; la otra, la que puede hacer de Brasil una potencia si las reformas continúan, la encabeza Paulo Guedes. Lula da Silva creyó, al salir de la cárcel (a la que es probable que regrese), que renacería de sus cenizas. Pero los sondeos dicen que perdería (en el caso casi negado de que pudiera ser candidato en 2022) frente a Bolsonaro (qué humillante) y frente al ministro de Justicia, Sergio Moro (el juez que lo envió a prisión, doblemente humillante).

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