Ya he mostrado en otros artículos la difícil situación que se le avecina a Francia. Este artículo muestra ese callejón sin salida en el que está inmerso, y la realidad de los hechos mostrará el error de sus políticas llevadas a cabo, que no hacen otra cosa que profundizar y agravar el problema creado:
"Hace más de un año, en medio de una crisis económica en marcha, François Hollande celebraba su victoria sobre Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales francesas. Hollande se convertía en el líder de un país en agitación económica. En el pasado año, ha tenido una relativa rienda suelta para poner en práctica su programa económico, ya que el Partido Socialista que lidera tiene la mayoría en el Parlamento de Francia.
Francia tiene un historial de grandioso gasto público, incluso entre países europeos. El gasto público supone en 57% del producto nacional y la deuda pública asciende a más del 90% del PIB. Mientras que la austeridad ha sido la palabra clave en el resto de Europa desde 2009, generando un modesto descenso en el gasto público como porcentaje del PIB, Francia no es parte de tal tendencia.
El sector público supone hoy dos tercios de toda la actividad económica directa y más si se considera la actividad indirecta. Esta dependencia grande y creciente del gobierno es desastrosa porque se financia con impuestos cada vez más altos. Estos altos impuestos drenan el sector privado (dando simultáneamente al sector público un aura de impotencia) y el gasto en déficit obliga a generaciones futuras de ciudadanos franceses a pagar la generosidad del gobierno actual.
Enraizada en la psique francesa está la idea de que recortes al pantagruélico sector público causarían un daño excesivo a todos. Esta incapacidad de ver una economía francesa donde el sector privado tome el relevo cuando se proporcionen menos servicios públicos ha reforzado la reticencia de políticos, y en particular de François Hollande, de emplear medidas de austeridad para superar la crisis. Por esta razón, la administración Hollande ha prometido aumentar el salario mínimo para todos los empleados, públicos y privados y crear 60.000 nuevos empleos en la enseñanza pública.
Además de los actuales aumentos en desembolsos públicos, Hollande ha prometido para el futuro aumentos en el gasto público. Su decisión de retirar la iniciativa de Sarkozy de aumentar la edad de jubilación de 60 a 62 años obliga a los contribuyentes no solo a soportar las florecientes filas de empleados públicos que “trabajan” hoy, sino también el creciente número de jubilados públicos con pagos generosos de la seguridad social.
Tratando de combatir los crecientes tipos de interés en sus bonos, el gobierno francés ha comenzado recientemente una campaña para aumentar los impuestos para financiar los desembolsos muy rápidamente crecientes del país. De hecho, una de las principales promesas electorales de Hollande fue un tipo fiscal máximo del 75% sobre los llamados riche (gente con rentas por encima de 1 millón de euros).
Francia tiene uno de los impuestos de sociedades más altos de la Unión Europea, excediendo incluso los famosos altos impuestos de Suecia. Mientras que la tasa fical media de la Unión Europea ha estado disminuyendo (desde cerca del 50% en 2005 a en torno al 44% en 2012), la tasa fiscal de Francia ha permanecido constantemente alta (por encima del 65% desde 2005 hasta 2012).
Además de los altos tipos fiscales, las empresas francesas afrontan las cargas sociales más altas de la Unión Europea, así como una regulación pública opresiva. Estos factores crean un entorno empresarial poco atractivo. Recientemente varias grandes empresas cerraron las puertas en lugar de ocuparse de las difíciles condiciones empresariales, haciendo que miles de personas perdieran sus empleos. A las nuevas empresas les cuesta aparecer en un clima así.
En respuesta a la amenaza de impuestos franceses más altos, el primer ministro británico, David Cameron, se ofreció a “poner la alfombra roja” para cualquier francés de rentas altas que quisiera evitar pagar impuestos en Francia. Por supuesto, seríamos remisos a pensar que Cameron actuara por algo que no fuera atraer dólares fiscales a sus propias arcas con dificultades. Sin embargo, el resultado fue la competencia fiscal entre estados.
Antes de la creación de la Unión Monetaria Europea, los países muy endeudados trataban de resolver sus problemas fiscales con políticas inflacionistas. Francia eliminó esta opción de la mesa cuando adoptó el euro. De hecho, como demuestra Philipp Bagus en su libro La tragedia del euro, fueron los franceses los que impulsaron agresivamente la integración monetaria dentro de Europa. Deben ahora soportar los resultados de su decisión.
La unión monetaria funciona un poco como un patrón oro moderno. Igual que el oro impidió una vez que los estados tuvieran déficits prolongados, hoy la pérdida de una política monetaria independiente restringe de forma similar a los estados miembros europeos.
Sin poder recurrir a una política monetaria inflacionista, el gobierno francés está a merced del mercado de bonos. Como a los prestamistas les preocupa la capacidad del gobierno francés de pagar sus deudas, ahora y en el futuro, los tipos de interés subirán (como ya lo han hecho). El gobierno francés tendrá que contener su gasto en déficit ya sea recortando gastos o aumentando impuestos al subir el coste de los préstamos. El sector privado es ya una minoría con duras cargas y dado el actual éxodo de empresas y empresarios franceses a otros países, cualquier impuesto más provendría de una base fiscal ya encogida.
Como muchos de sus iguales, François Hollande se da cuenta de que la acosada economía francesa necesita un cambio. Lo que debe hacer es centrarse en área que pueda cambiar. Debe disminuir el gasto público y rebajar los impuestos para aumentar el empleo. Además, debe permitirse al sector privado curarse y recuperarse, en lugar de tratarlo como un ganso a desplumar. Es la única forma de que el gobierno francés pueda continuar funcionando y, más importante, la única forma de sacar a Francia de su callejón económico sin salida.
Publicado el 13 de junio de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí."
Fuente: Instituto Mises Hispano
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