Artículo de Voz Pópuli:
Amancio Ortega, creador del imperio Inditex a costa de trabajo y arriesgar su capital, se emocionaba en su ochenta cumpleaños, cuando sus empleados y su hija Marta le sorprendían cantándole el cumpleaños feliz. Una imagen de felicidad y gratitud hacia quien ha creado miles de puestos de trabajo que ha desatado las iras de la extrema envidia y el socialismo patrio. A Amancio Ortega no le perdonarán jamás haber triunfado. Y haberlo hecho no gracias a subvenciones estatales o enchufes políticos o sindicales, sino gracias a su esfuerzo, su mérito y su capacidad. Y no lo harán porque ellos, los envidiosos, son hijos del resentimiento, la neurosis y la frustración.
No comprenden por qué ellos no pueden ser él. Lo ven como una injusticia. Son esos que creen que se puede llegar a algo en la vida llorándole a papá Estado, pidiendo subvenciones, exigiendo “derechos”. No se dan cuenta que así, sólo conseguirán dinero. Pero seguirán siendo los infelices Peter Keating que son. O, en su caso, creen en el igualitarismo, que reza que todos debemos de ser igual de mediocres. Un igualitarismo que es máxima de nuestro sistema educativo desde los años 80 mediante la denominada escuela comprensiva, y así está la enseñanza como está. Un igualitarismo perfecto para enmascarar el fracaso. Porque en el paraíso igualitario la concejala Mayer, la de los titiriteros, será igual de innovadora como lo fuera en su día Marie Curie. Rufián, el nuevo fichaje del populismo nacionalista, se podría equiparar en el paraíso “Cataluña independiente y socialista” a Amancio Ortega. No en vano nos recuerda Mises que Trotsky aseguraba que, en la sociedad socialista, "el hombre medio llegará a igualarse a un Aristóteles, un Goethe o un Marx. Y, por encima de tales cumbres, se alzarán otras aún mayores”. Así, los celadores de hospital, a través de los sindicatos, tienen que poder tomar decisiones, exactamente igual que el neurocirujano. O el bedel de la facultad como el catedrático. O el estudiante como el profesor. ¿Les suena?
En realidad Amancio Ortega representa para los envidiosos sus sueños rotos, el drama de todas las personas cuando no alcanzamos nuestras metas infantiles. Sucede, empero, que no alcanzado el objetivo, algunos aceptamos los fracasos, la vida como viene y seguimos trabajando para alcanzar metas realistas. Otros, sin embargo, no son capaces de soportar la realidad de la vida. De entender, por ejemplo, que ellos producen mucho menos que un futbolista y que por eso Bale o Messi, “que sólo dan patadas a un balón”, ganan mucho más dinero que ellos… porque son mucho más valiosos para la suma de individuos que ellos. La reacción del neurótico, como los describía Ludwig von Mises en “las raíces psicológicas del antiliberalismo”, es pretender topar el sueldo de quien tiene éxito. Hola, Pablo.
Así, el neurótico se esconde detrás de ilusiones. De un mundo en donde Bale gane lo mismo que él, o lo que es lo mismo, él lo mismo que Bale. En un mundo en donde perros y gatos, cual personajes de Disney, sean “vecinos no humanos”, como propuso recientemente el concejal populista de ERC de Montornés del Vallés, un tal Joffre Giner i Pita. Que ya se sabe que si los perros y gatos tienen los mismos derechos que los concejales del PP o de Ciudadanos, los concejales del PP o de Ciudadanos pueden ser tratados como perros. No se rían. Ese es el fondo del asunto. Siempre.
Pero es que además, está la base del socialismo, en el fondo del marxismo, que no es lo que en España venden los dizque marxistas pasados por el tamiz del populismo de Laclau. Para empezar, Marx fue antiestatista y la alegre muchachada suspira por más Estado. Que los financie. El marxismo, cuyo error reconoció Marx al final de su vida, es tan contrario a la naturaleza humana, a la que reduce a las matemáticas, que cree que en el trabajo el ser humano encuentra el placer, hasta el punto, señalaba Mises, de que “llegará a constituir la principal exigencia vital”. Por otra parte, en el paraíso socialista habrá bienes en abundancia, sostiene. Además, el socialismo promete la irresponsabilidad del individuo, diluido en el colectivo… en la sociedad. Nadie es responsable de nada. Ni siquiera de sus propios fracasos. Es la ilusión perfecta para nuestro neurótico. Será inteligente, alto, guapo, irresponsable y todo serán fiestas y fiestas. Como pueden ver este cuento sólo puede tener éxito, en el fondo, en una sociedad infantilizada. Y esa, precisamente, es la labor que la socialdemocracia de todos los partidos ha venido haciendo en España desde 1978. Una sociedad infantil en la cual se ha disparado el número de solicitudes de matrícula para las facultades de Ciencias Políticas, especialmente para el zulo de la Complutense, mientras se denosta a alguien tan admirable como Amancio Ortega. País.
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